La Jornada martes 8 de julio de 1997

Marco Rascón
La devolución de las armas

Para modificar la política económica y social antes del 2000, quizás sea poco tiempo, pero tres años es tiempo suficiente, para cambiar la correlación de fuerzas. ¿Qué es lo que hoy esperamos de un gobierno democrático?: el regreso de las armas para que la sociedad se defienda y establezca nuevas condiciones de negociación al proyecto económico. Estas armas son regresar de nuevo los sindicatos como instrumentos de lucha a los trabajadores; la organización territorial a los vecinos, las comunidades artísticas, culturales, de ecologistas, de maestros, de mujeres, de inquilinos, organizaciones populares, jóvenes, pequeños y medianos empresarios, comerciantes, campesinos, jubilados, gestores de la participación ciudadana.

La reconstrucción del tejido social con base en un amplio y profundo proceso de organización y movilización sectorial y territorial en los centros de trabajo, centros de enseñanza, barrios y colonias, debería ser la tarea central del nuevo gobierno democrático en la ciudad, bajo la idea de que la sociedad debe ser parte del nuevo gobierno y que el pacto establecido con el voto debe ser activo, de participación directa y no mero acto administrativo. La oposición priísta y panista apostó a convertir la movilización ciudadana en un acto negativo, cuando es justamente lo que se necesita hoy y se necesitará mañana, para entrar de lleno en una nueva etapa. Si no hay movilización, el gobierno de Cárdenas estará solo y a merced de conspiraciones, terror y fantasías.

El gobierno debe abrir la alternativa, y su carácter incluyente deberá residir en convertir toda la sociedad en parte del proceso de cambio. El gobierno, el movimiento social cardenista y el PRD, los tres, juntos y separados al mismo tiempo, no deberán tenerle miedo a que explote la expectativa social por empleo, recuperación del salario, salud, alimentación, vivienda popular, educación, pensiones y jubilaciones justas, iniciativas para mejorar el medio ambiente, pues ello será la base para enriquecer y acrecentar lo más importante que hoy se tiene: el estado de ánimo y la credibilidad en el cambio. ``Que cumpla'', es ahora la consigna de abajo, que el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas deberá ver asumiendo la iniciativa, transformando todas las ideas de cambio en una poderosa sociedad organizada democráticamente, donde desaparezcan el charrismo, el gangsterismo social, el clientelismo con las migajas que se caen del banquete entre funcionarios y oligarcas. Hay que recordar que la lucha de clases sí existe y que, por tanto, la lucha por la justicia social y la equidad es ahora expectativa de la mayoría que votó por el PRD.

El regreso de las armas (movilización y organización), al fortalecer a la sociedad y democratizar, será factor de solución y corresponsabilidad ante todos los problemas. Para que esto no sea un triunfo exclusivo de la clase política y los aparatos, la sociedad debe tener su propio espacio; pues si la coopta el partido y el gobierno, será neocorporativismo, y si se fortalece con independencia, apoyará reiteradamente las posturas progresistas y democráticas. El triunfo de ayer fue, en cierto sentido, una derrota de los aparatos y las conexiones hechos largamente por los fontaneros. El voto masivo rompió con las posibilidades perversas de la negociación oscura y cupular que se trabajaba para mantener los candados de la gobernabilidad priísta. El triunfo de Cárdenas y la derrota del PRI en el Congreso desajustaron al sistema y dieron pie a que los grupos de poder busquen ahora su nueva posición: los que antes eran salinistas, ahora son ``demócratas''; los calumniadores ahora serán ``intelectuales'', y todos los opositores al cambio ahora nos pedirán que les agradezcamos que fue por ellos que la sociedad impuso la nueva situación política.

Por ello, parte de la salud política es recibir con beneplácito la próxima salida de Emilio Chuayffet de Gobernación y recordar que la cobardía de Diego Fernández de Cevallos lo hizo huir para no dar la cara y estar con su criatura Castillo Peraza, el producto de su estrategia golpeadora de 1994. Diego se escondió en Querétaro porque él no era el símbolo de la victoria, sino de la derrota.

No hay que preocuparse ni por la cargada ni por los oportunismos, porque así son las victorias. A todos será necesario convertirlos en parte de la fuerza del cambio, en parte de la movilización social y no en la hechura de un nuevo conservadurismo. Cárdenas debe regresarle las armas al pueblo para que éste se defienda, pues el despojo de ellas fue una de las tareas más importantes del neoliberalismo para imponerse frente a una sociedad cada vez más debilitada.

Fidel Velázquez dijo ``primero muerto que ver la derrota del PRI''; efectivamente, se murió y no vio el principio del fin. Es ahora el turno de los obreros, trabajadores, pobres del país para tomar en sus manos el destino y transformar con decisión sus condiciones de vida y de trabajo, esa es su tarea y para ello gobierno ya tienen.

PD. Para la toma de posesión, todos al Zócalo en diciembre.