Octavio Rodríguez Araujo
Inicio de un nuevo régimen
A Ruy Mauro Marini, que descanse en paz
En primer lugar, mis calurosas felicitaciones a Cuauhtémoc Cárdenas y a su partido por su inobjetable triunfo en el Distrito Federal. No parece mucho lo que podrá hacer en tres años, pero todos esperamos que lo que pueda hacer lo haga bien y que deveras tome en cuenta a la sufrida población de esta enorme ciudad.
En segundo lugar, el IFE merece una felicitación y, de manera particular, Víctor Guerra por la página de resultados electorales en Internet. No puedo olvidar las dificultades que existían en comicios anteriores para obtener la información correspondiente. Hubo ocasiones en que sólo se conseguía gracias a amistades en los medios gu- bernamentales. Era casi secreto de Estado. En cambio, ahora podemos consultar la información electoral incluso a nivel de casilla. Gracias a eso he podido saber que en el distrito donde vivo ganó el PRD, pero que la sección que me corresponde es panista. Cosas de la pluralidad.
Aunque el PRI sólo haya perdido (en elección de diputados federales) nueve entidades federativas (tres a favor del PRD y seis a favor del PAN) según información de las 12:45 del 7/7/97, el resultado final significa el principio de un cambio de régimen político en México.
No es cualquier cosa lo que ha ocurrido el 6 de julio. El PRI ha dejado de ser dominante en la capital del país, en no pocos estados y en la Cámara de Diputados federal. En ésta no ha logrado la mayoría absoluta a la que aspiraba y, en la nueva Legislatura, tendrá que negociar como partido y como gobierno (federal). El año 2000 podrá ser muy riesgoso para el partido oficial, por más que Zedillo adoptó en la noche de las elecciones una sorprendente actitud de estadista altamente contrastada con la del presidente de su partido (quien, no debemos olvidar, fue puesto por Zedillo en ese cargo).
Lamentablemente, la derecha (PRI y PAN juntos) seguirá siendo mayoría en la Cámara de Diputados y, así como se unió para reprivatizar los bancos, no es de dudarse que ambos partidos se mantengan unidos para apoyar la continuidad de la política económica y social del gobierno de Zedillo. Por desgracia, el neoliberalismo no ha sido todavía derrotado, pues los dos partidos ahora mayoritarios lo comparten como ideología.
Sin embargo, está cambiando el régimen político en el sentido en que lo he apuntado en otros escritos (por ejemplo en nuestro suplemento Elecciones 97 del 1/7/97), y nos acercamos a un régimen presidencialista con posibilidades de ser acotado por el Poder Legislativo, por la Cámara de Diputados en concreto. Aunque lentamente, los gobiernos de los estados van cambiando de partido y, junto con ellos, los ayuntamientos municipales. El federalismo, con la tendencia negativa del PRI, está más cerca de ser una realidad, aunque es una lucha que, propiamente, todavía no se ha iniciado.
A pesar de los candados que va a tener el jefe de gobierno del Distrito Federal, la influencia de la capital del país en el resto del mismo no será menor, pese al antichilanguismo existente en provincia. Si es cierto lo que dijeron Cárdenas para el DF y Loyola para Querétaro, en el sentido de que sus gobiernos no serán integrados exclusivamente por gente de sus respectivos partidos, pronto será posible, por primera vez en nuestra historia, tener poco a poco un servicio civil de carrera con independencia de militancias partidistas. Eso significará que la oposición ya no será estigmatizada, como ocurrió por décadas, y que la militancia o pertenencia a un partido no será requisito para colaborar en la administración pública. Habrá, cada vez más, simpatía y militancia abiertas -y no vergonzantes- por un partido distinto del que antes de este domingo era todavía dominante (y ahora sólo mayoritario). En otros términos, los triunfos del PAN y el PRD llevarán a mucha gente a mayores definiciones, y éstas al fortalecimiento abierto de los partidos de oposición. La pluralidad llegó para quedarse. Espero. Pero la lucha contra el neoliberalismo apenas ha comenzado.