Las formas de reaccionar ante la derrota son muy variadas, dependen de la personalidad de cada actor.
Por una parte, Fernando Ortiz Arana, quien protagonizó lo que es probablemente la mayor sorpresa de las elecciones del domingo anterior, reunió a sus compañeros de partido, se declaró único responsable de la derrota y los invitó a iniciar la lucha como oposición crítica pero constructiva, sin buscar daños para su estado.
El presidente del PRI en el Distrito Federal, Roberto Campa Cifrián, como capitán que fue de su partido, asumió la responsabilidad de los resultados adversos del domingo anterior y presentó de hecho su renuncia, que no le fue aceptada porque hasta la semana próxima se reunirá el Consejo Político para decidir lo procedente.
El presidente del PAN, también en la capital, Gonzalo Altamirano Dimas, también aceptó su parte, aunque aclaró que para su partido hubo aspectos positivos, a pesar de la caída de su candidato al gobierno del Distrito Federal, Carlos Castillo Peraza.
En Campeche, la senadora ex priísta Layda Sansores no admite de ninguna manera haber sido vencida en buena lid por el priísta Antonio González Curi, sino que hubo fraude, y por eso emprendió movilizaciones en la vía pública. La dirigencia nacional de su nuevo partido anunció que las protestas se canalizarán por la vía legal.
El enemigo encubierto
Al reconocer su parte de culpa, Ortiz Arana no dejó de señalar fallas ajenas, pero sin dar nombres: ``Si algo lamentamos de la campaña es la cobardía de algunos, que desde la oscuridad perpetraron ataques anónimos bajos y ofensivos. Ellos pretendieron ganar el voto despertando las pasiones más bajas y el encono e invocando la presunta vinculación con figuras políticas de tiempos anteriores''.
El panista Altamirano Dimas se ha cuidado de no ahondar la herida provocada por la derrota de Castillo Peraza, pero algunos de sus allegados comentan en forma privada que ha recibido ``injustas'' críticas de personas del equipo del vencido candidato, quienes ``pretenden lavarse las manos al culpar a Altamirano de la derrota''.
Las victorias, en cambio, causan alegrías. Esto se puede comprobar en estados como Aguascalientes, Oaxaca y Veracruz, donde el PRI tuvo notable recuperación luego de amplias derrotas sufridas en comicios locales.
En Aguascalientes el tricolor conquistó dos de las tres diputaciones federales, pero lo que más alegró a sus dirigentes y militantes es el aumento de votos en relación con las elecciones locales de 1995, al pasar de 95 mil 469 a 119 mil 150, mientras que el PAN, que ganó el otro distrito, cayó de 125 mil 101 a 102 mil 140.
En Oaxaca se perfila el que tal vez sea el único ``carro completo'' del PRI, pues se daba como ganadores a sus 11 candidatos en otros tantos distritos, incluido el 7 con cabecera en Juchitán, que es un enclave del PRD.
En Veracruz, donde los principales municipios son gobernados por la oposición, el PRI tuvo un notable repunte al conquistar 20 de las 23 diputaciones federales. Sus candidatos sólo fueron derrotados en los distritos con cabecera en las ciudades de Veracruz y Coatzacoalcos, que fueron para el PRD, y Córdoba, que está en poder del PAN.