El 6 de julio, en las elecciones para jefe de gobierno y representantes a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y para renovar totalmente la Cámara de Diputados y parcialmente el Senado de la República, los ciudadanos capitalinos y mexicanos votamos por el cambio democrático y la esperanza de un mejor futuro.
En el DF, los resultados preliminares indican que el PRD y su candidato a jefe de gobierno, Cuauhtémoc Cárdenas, lograron una cómoda ventaja sobre sus principales competidores, el PAN y el PRI, a los que superaron sumados. Esta clara victoria les garantizará condiciones plenas de gobernabilidad democrática, pues significa un apoyo de masas para el jefe de gobierno que le permitirá gobernar con y para la mayoría de los ciudadanos.
Así, sustentará mejores condiciones de negociación con el Ejecutivo y el Congreso Federales para: profundizar la reforma política como instrumento de la democratización plena de la ciudad y ampliar la soberanía local; someter al Congreso las reformas legales necesarias para reorientar el rumbo político, económico y social de la ciudad, en particular el Estatuto de Gobierno del DF, la transferencia al jefe de gobierno de la designación del secretario de Seguridad Pública y procurador de Justicia, y la creación del estado 32; y negociar, con el respaldo ciudadano, el Presupuesto de Ingresos y Egresos de la ciudad y su deuda pública. Al mismo tiempo, la amplia mayoría en la Asamblea Legislativa del DF permitirá que ésta, con autonomía del gobierno, reforme la legislación vigente para convertirla en instrumento de la reconstrucción democrática de la ciudad.
Para el futuro de la capital y su gobierno, que el PRI no haya alcanzado la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados otorgada por la fórmula de gobernabilidad, y que el PRD haya avanzado notoriamente en la votación nacional hasta lograr una presencia significativa en la Cámara de Diputados, tiene gran importancia. Existen coincidencias entre PRD y PAN sobre la conveniencia de la conversión del DF en estado 32. Si el PAN es consecuente con su propuesta electoral, sería posible aprobar esta reforma sustantiva. También podrían negociarse entre las tres fracciones, seguramente con mayorías cambiantes, otros aspectos de la reforma política y el presupuesto para la capital.
En el ámbito nacional y el local, hay razones de fondo para celebrar los resultados de los comicios: la ruptura de la hegemonía en el Congreso que por 70 años mantuvo el PRI como partido de Estado; la profundización de la alternancia en el poder como forma y condición necesaria de la democracia; el establecimiento de contrapesos democráticos al poder hegemónico y centralista del Ejecutivo federal, sustentado en un Congreso que lo representaba y que no expresaba los intereses de la sociedad; la materialización de la separación constitucional de poderes, inviable en el actual régimen; y la apertura del campo de negociaciones, donde podrá y deberá estar presente la ciudadanía, sobre cambios a la política económica y social actual, que reduzcan su pesado costo para la mayoría de los mexicanos y tiendan a recuperar para el Estado su función y responsabilidades sociales.
En la medida que el PAN comparte la política neoliberal de Salinas y Zedillo y la apoyó durante los 9 años pasados, y que su proyecto político es controlar el régimen de partido de Estado y no cambiarlo por otro democrático, sólo una mayoría del Partido de la Revolución Democrática en la Cámara de Diputados y las fuerzas democráticas que aglutina garantizaría el cambio pleno para México y la capital. Esto no se ha logrado, la tarea queda pendiente para el año 2000, lo cual no resta importancia a lo ganado el 6 de julio. Aun con el equilibrio de fuerzas entre PRD y PAN, no se puede olvidar el avance del conservadurismo panista en el norte del país y en muchas grandes ciudades. Hay que recordar también que ni el jefe de gobierno ni la Asamblea Legislativa del Distrito Federal participan directamente en la definición de la política económica y social federal, lo cual limita en estos campos su capacidad de acción.
La mayoría de los capitalinos y una parte creciente de los mexicanos votaron por el cambio democrático y por la esperanza de construir un futuro mejor para muchos millones de mexicanos y defeños que se debaten hoy en el endeudamiento bancario, la quiebra de sus empresas, el desempleo estructural, la miseria extrema, el trabajo informal, la exclusión social y cultural, la opresión política y el deterioro de sus condiciones ambientales y materiales de vida.
La coherencia, persistencia y arraigo popular de Cuauhtémoc Cárdenas, uno de los actores fundamentales del avance democrático que hoy celebramos, y su propuesta de una ciudad para todos, otra forma de gobierno, fueron las fuerzas motrices del cambio; ahora nos toca a todos hacer realidad la esperanza.