Horacio Flores de la Peña
Pronafide: ensayo de economía ficción
Lamentablemente, lo mejor que se puede decir del Pronafide es que es un ensayo grotesco de economía ficción. Puede estar hecho para engañar a la población, como ya es un viejo hábito electoral de los gobiernos populistas neoliberales, o bien, un ensayo sin una base real y técnica sólida.
Sin embargo, a pesar de su atraso, vale la pena perseverar en él. Un programa económico siempre es útil, pero especialmente para un gobierno que parece caminar sin orden ni propósito. A veces da la impresión de que va muy rápido, pero por el camino que no conduce al desarrollo.
Su utilidad dependerá de la seriedad del gobierno y los demás agentes económicos para participar en él, siempre y cuando no pierda contacto con la realidad establecida por quince años de neoliberalismo, que ha conducido a la economía a una parálisis casi total. Si no se le toma en serio no pasará de un simple espejismo económico con el cual tratan, una vez más, y con fines electorales, de engañar al pueblo, que para estas alturas ya se conoce a la perfección este tipo de trucos tecnocráticos y los castiga con severidad en las urnas, como acaba de ocurrir.
Las metas son modestas. Crecer 5 por ciento anual en los primeros tres años daría un crecimiento neto de 4 por ciento y un per cápita de -1.5 por ciento en el periodo, así que este 1997 estaremos peor que en 1994.
El PIB de este sexenio sería de alrededor de 13 por ciento y el per cápita de 1.9 por ciento y, ¿para crecer así, hacen un plan? Francamente esto es economía ficción.
Si no le estorbaran los tecnócratas, el país, por sí solo, podría alcanzarlo. Tal parece que los técnicos del gobierno han logrado tener una economía que no es ni libre ni programada, sino más bien una economía estorbada por las deficiencias del modelo y la ineptitud gubernamental.
No se explica en el programa cómo se logra el aumento de 5 por ciento del PNB, cuál va a ser el desarrollo de sus componentes, es decir, industria, servicios, construcción, etcétera. Sin esto podemos creer que es una cifra que se sacaron del sombrero, o a lo más, un buen deseo, y antes se alcanzaba sin mayor esfuerzo a pesar de no haber tantos doctores en economía.
En forma específica no se establece cuál será la política fiscal, en su doble aspecto de ingreso y gasto, porque lo que hace el gobierno, o deja de hacer, tiene una gran importancia para el desarrollo de la economía y la determinación del empleo.
Deberían haber hecho un esfuerzo de análisis económico real y no financiero, donde el ahorro y las variables monetarias tienen una importancia secundaria.
Además, el ahorro ya existe y para que aumente se necesita que la economía crezca y la inversión también y que los límites de este crecimiento sean al punto en que no rompan el equilibrio global de la economía. En las condiciones actuales el único ahorro que puede estimularse es el de los niños en las escuelas, porque en economía política el ahorro es un factor determinado por el crecimiento y no determinante del mismo. Además, con las tasa de interés prevalecientes la inversión productiva es casi incosteable.
Para aumentar el ingreso se necesita un crecimiento sostenido de la inversión y ésta, entre otros factores, depende del nivel de la demanda efectiva.
Poniéndolo muy simple, si no hay consumo no hay inversión y, en todo este proceso, el ahorro tiene muy poco que ver. Pero además caen en una trampa teórica, porque para promover el ahorro se necesitan tasas altas de interés y con ellas no hay inversión. Algo esta mal en su catecismo económico.
En economía las grandes inversiones no se hacen con el ahorro del inversionista, creerlo es un simplismo aterrador por la ignorancia económica que supone. Se puede crecer, independientemente de los niveles de consumo, sólo si se hace para exportar, pero el crecimiento de la exportaciones no puede ser indefinido. La competencia mundial lo impide.
Por su lado, el gasto del gobierno debe dirigirse a los sectores donde rompa los estrangulamientos de la economía que impiden la plena productividad de la inversión privada, para darle así una flexibilidad mayor a la producción (oferta) y mantener el control de la inflación, por un lado. Por el otro, para evitar presiones excesivas sobre el tipo de cambio, ya sea por aumento de importaciones o por disminución de exportaciones.
El nivel del empleo es algo que no queda claro, en parte porque no se conoce. Pero es absurdo esperar la creación de un millón de empleos por año con un crecimiento de 5 por ciento y una inversión de 25 por ciento del PIB, respectivamente.
Estos cálculos deben hacerse con más seriedad y explicando cómo se llega a ello, de lo contrario no pasa de ser un buen deseo y con buenos deseos no se gobierna.
Hay que dejar de enfocar los problemas del crecimiento con criterio de banquero de primer piso, del piso dónde están las ventanillas, a quién las sumas siempre le deben dar igual.
En economía el camino más corto entre dos puntos muchas veces no es la línea recta, frecuentemente tienen que buscarse caminos alternativos, pero sin perder el objetivo señalado y no olvidar las razones que distinguen a la economía política de la economía doméstica. En la primera, los intereses de los individuos y los de la economía no coinciden sino por excepción, y las virtudes privadas se convierten en vicios públicos y viceversa.
Si se pierden de vista tantos factores, a pesar de los profundos estudios de nuestros técnicos en buenos centros de enseñanza del exterior, hay que reconocer la gran verdad que encierra el lema de la Universidad de Salamanca: ``Lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta''.