Rodolfo F. Peña
Regaño a tiempo
Un alto porcentaje de los diputados perredistas que habrán de integrar la próxima legislatura como segunda minoría eran muy poco conocidos en la vida pública cuando lograron convertirse en candidatos, y siguen siéndolo después de las campañas electorales. Su triunfo es el de Cuauhtémoc Cárdenas, el de otros candidatos prominentes y, claro está, el del partido postulante, como entidad colectiva. Además, se ha sabido que procedían de esa peculiar dinámica de grupos y corrientes cuyos minúsculos intereses particulares podrían mañana determinar su actuación legislativa. Esto último, mucho más que su comprensible inexperiencia parlamentaria (que con un poco de voluntad puede remediarse sin excesivas dificultades), ha sido preocupante para quienes queremos que se consolide el avance democrático con un Congreso distinto y más eficaz.
Esa preocupación subió de punto hace poco al saberse de ciertas declaraciones desafortunadas sobre la movilización social, descartada porque no se está ya en la oposición, y sobre la moral, confundida con la moralina insustancial de las minifaldas y rechazada luego gratuitamente como cosa de panistas y en nombre de la política. Todo lo cual traduce un grave desconocimiento de lo que significan términos como movilización, oposición, moral y política; y, consecuentemente, una riesgosa vulnerabilidad, porque entonces también podría ser que se ignorara lo que es la democracia en sus variantes históricas y en la acepción concreta derivada de nuestra preceptiva constitucional.
En numerosas ocasiones, el máximo líder del PRD ha expresado su afiliación a la idea de la política como imperativo ético, y su voluntad de actuar en el marco de una política de principios; y, que yo sepa, él mismo no es muy dado a las puras abstracciones, a las vaguedades teóricas sin aval en la conducta, como lo demuestra concluyentemente su biografía política.
Se comprende, así, que López Obrador haya percibido a tiempo, quizá antes que nadie, la existencia de una franja de diputados con vicios de fuga y divisionismo, y otra con tendencias estridentistas y desmesuradamente protagónicas. En la primera están los poco experimentados, que podrían buscar su seguridad en la relación excluyente con el grupo de origen, y en la segunda los demasiado experimentados, tan llenos de sí mismos que podrían olvidar los difíciles compromisos adquiridos con la sociedad y abandonarse a un vulgar pragmatismo.
En la reunión de futuros legisladores de la que salieron electos el coordinador y el vicecoordinador de la fracción parlamentaria de su partido, López Obrador mostró la garra del dirigente y exigió disciplina parlamentaria y respeto a los acuerdos democráticamente obtenidos, ``sin sectarismos ni exclusiones''. Además, puntualizó las tareas que conferirán un sentido ético al trabajo legislativo: desarrollo social, combate a la corrupción, vigilancia del gasto público, pacificación en Chiapas, promulgación de un estatuto democrático de gobierno para el Distrito Federal... No se necesitan ni la estridencia ni los desplantes protagónicos: ``basta la firmeza y la urbanidad política, la rectitud y la honradez...''
En esas palabras admonitorias hay un rescate de la moral política y de un sentido de la democracia como forma de gobierno opuesta a todo dominio autocrático, sea tan viejo como el de los poderes defendidos por Maquiavelo o tan contemporáneo como la autocracia real de las grandes empresas protegidas por los Estados occidentales que se disfrazan de democráticos (proteccionismo para el rico, libre mercado para el pobre, según Noam Chomsky).
Me parece que el respaldo incondicional sería ofensivo lo mismo para Cárdenas que para los congresistas del PRD que tienen dignidad y conocen la importancia del mandato que les fue conferido; y evidentemente la filípica del dirigente perredista, entre otras referencias de su partido, ofrece elementos para evaluar serena y objetivamente su conducta cotidiana. Lo que ellos merecen, como todos los que se decidan a gobernar para fines colectivos puesto que provienen de decisiones colectivas, es un apoyo crítico por parte de quienes queremos que la democracia siga avanzando en el país, porque, bien vista, apenas da sus primeros pasos.