Iván Restrepo
Atención a ecosistemas litorales
En diciembre pasado, el gobernador de Sinaloa, Renato Vega, denunció que algunos ecologistas de Estados Unidos realizaban ``mañosamente'' campañas contra el camarón de granja que se produce en Sinaloa, ``pues buscan que se aplique un embargo contra las exportaciones mexicanas de este producto''. El mandatario consideró que dichas campañas eran una presión más en la pugna comercial México-Estados Unidos, agudizada con el TLC; y que ahora se argumenta que en la entidad a su cargo se destruyen miles de hectáreas de manglares para instalar granjas acuícolas. Sostuvo que se trata de una ``burda mentira, pues la supuesta superficie dañada es más del doble del total de manglares que hay en Sinaloa''. Y que quienes ``impulsan esta nueva agresión, ni siquiera se molestaron en dar cifras coherentes o venir a investigar la superficie de manglares en el estado''.
En junio anterior, nuevamente el tema salió a relucir cuando las cooperativas pesqueras sinaloenses advirtieron sobre la posibilidad del citado embargo con pretextos ambientales para impedir las exportaciones de camarón, que generan divisas por 160 millones de dólares. Pero el presidente de Ejecutivos de Ventas y Mercadotecnia, Gildardo Gastelum, sostuvo que los pescadores y los acuacultores ``no han tenido el cuidado en acatar las normas ambientales, por lo que este problema ahora se les revierte con la amenaza del embargo''. Agregó que es urgente un análisis profundo sobre el estado de las zonas de manglares, sobre todo las que colindan con las granjas camaroneras.
Mientras en Sinaloa se ponen de acuerdo, cobra fuerza en Estados Unidos un movimiento de grupos ecologistas que alientan el embargo al camarón de México por no cuidar los ecosistemas litorales, en especial los manglares, y permitir su destrucción para que grandes empresas instalen granjas para cultivar camarón. Cabe advertir que ya existe un embargo a 50 países por utilizar en la captura de esa especie artes de pesca que afectan a las tortugas y mamíferos marinos que mueren atrapados en las redes de arrastre de los barcos. Además, devastan suelos de pasto marino, arrecifes de coral y otros hábitats importantes.
Pero, como advierte con claridad el Proyecto de Acción sobre Manglares (MAP, por sus siglas) --la más importante organización dedicada a proteger dicho ecosistema--, el asunto no es tan simple como para creer que con un embargo se acaba la depredación citada. Pero agrega que técnicas de pesca más ``ambientales'', reducen hasta en 90 por ciento la muerte de tortugas y otras especies, además de que por cada kilo de camarón capturado por las redes de arrastre se descartan 15 kilos de fauna de acompañamiento, algo inconcebible en las actuales condiciones de hambre y desnutrición que viven muchos países.
Para eludir el embargo, los industriales del camarón buscan desplazar sus actividades de alta mar hacia las zonas costeras, donde sus productos serían ambientalmente ``sanos'', y así complacer a los grandes centros consumidores, con Estados Unidos a la cabeza.
Mas ese desplazamiento afecta a las áreas más densamente pobladas y utilizadas del planeta. Como advierte el MAP, las enormes cantidades de agua dulce que necesitan los estanques donde se cultiva camarón intensivamente, limitan el acceso de otros usuarios a tan vital líquido: pescadores tradicionales, campesinos, actividades recreativas y comerciales, los asentamientos humanos y la vida silvestre. Dicho cultivo ha ocasionado en muchos sitios la pérdida de importantes playas de anidación de tortugas y los hábitats de otras especies, como las aves migratorias y locales. Igualmente existen problemas de sedimentación y contaminación que repercuten desfavorablemente en los ecosistemas costeros y afectan el ingreso y la calidad de vida de la población local.
En México el cultivo del camarón en áreas litorales tiene importantes partidarios dentro del gobierno federal. Pero está suficientemente documentada la enorme pérdida de manglares y otros ecosistemas apreciados por su enorme riqueza biológica, por ser claves en el funcionamiento de la naturaleza. También, que no pocos de los proyectos camaroneros buscan establecerse allí, destruyéndolos, y sin medir sus efectos devastadores en la economía de las poblaciones ribereñas y el medio en general. Las autoridades ambientales deben ser las primeras en garantizar la salud de esos ecosistemas, a la par que impulsar programas orientados al uso racional de los recursos. Sería la mejor respuesta a quienes ahora alientan un embargo que beneficiaría los intereses comerciales de Estados Unidos.