Ugo Pipitone
Nuevas turbulencias financieras
Como ocurre periódicamente, las olas vuelven a encresparse en las finanzas internacionales. Las primeras señales surgieron la semana pasada en varias economías del sureste asiático que, bajo ataques especulativos de diversa intensidad, tuvieron que corregir la paridad de sus monedas. A Malasia, Tailandia, Filipinas e Indonesia no quedó otro camino que la devaluación para evitar daños mayores a sus respectivas economías.
A fines de la semana pasada --como resultado del contagio asiático, como consecuencia de debilidades internas o, más probablemente, de las dos cosas-- las Bolsas de Valores de varios países registraron señas de contracción. En Nueva York, después de la euforia del miércoles (cuando el índice Dow Jones superó por primera vez la barrera de los 8 mil puntos), la bolsa perdió casi dos puntos porcentuales. En Europa todos los mercados más importantes (Londres, Frankfurt, París, Milán) registraron también retrocesos de hasta tres puntos porcentuales. Y para demostrar que en la edad de la globalización nadie está exento de contagios, los mercados latinoamericanos también resintieron la intranquilidad de los inversionistas, tanto nacionales como extranjeros.
Como ocurre a menudo, el retroceso de los índices bursátiles se dio con el surgimiento de nuevas presiones sobre los tipos de cambio de varias monedas del subcontinente. El caso más significativo es aquí el de Brasil. La Bolsa de Valores de Sao Paulo registró una caída de cerca de 11 puntos porcentuales en los últimos dos días de la semana pasada. El peligro es evidente, y consiste en que Brasil juegue en 1997 el papel que México jugó a fines de 1994: el de disparador de una crisis financiera y económica regional con la tendencia de los inversionistas foráneos a desvincularse de títulos, acciones y mercados latinoamericanos.
Si en 1994 era México la economía latinoamericana más frágil frente a posibles ataques especulativos (por tener una moneda sobrevaluada en un contexto de agudo desequilibrio de las cuentas externas), este papel podría hoy corresponder a Brasil. Este país tiene más de dos años de experimentar un retroceso drástico de los procesos hiperinflacionarios que dominaron el escenario ahí entre mediados de los años 80 y mediados de los 90. Pero el exitoso combate contra la inflación ha producido una tendencia (por desgracia, tan común al sur del río Bravo) a usar el tipo de cambio como ancla antinflacionaria. Y el resultado es hoy que el real brasileño está sobrevaluado entre un 25 y un 30 por ciento respecto al dólar. Si a ésto se añade que en 1996 fue Brasil el país latinoamericano a presentar el mayor déficit en cuenta corriente de Balanza de Pagos (con cerca de 20 mil millones de dólares), no hay motivos de asombro que haya sido justamente este país el primer afectado, entre los países latinoamericanos, por el ``contagio asiático'' de estos días.
Tailandia es el país de Asia suroriental en que inició la actual ola de turbulencias financieras mundiales. Y ahí la mezcla de elementos económicos que llevaron a la devaluación del baht es curiosamente similar a la que presenta Brasil: elevado endeudamiento externo y agudización del desequilibrio externo. El déficit tailandés en cuenta corriente se ha mantenido en un 8 por ciento del PIB en los últimos dos años, un nivel insostenible sobre todo a partir del año pasado, o sea desde el momento en que las exportaciones tailandesas comenzaron a registrar una pérdida de dinamismo debido sobre todo al retroceso de competitividad de sus productos de alta intensidad de trabajo.
Con exportaciones que crecen a tasas anuales cercanas al 20 por ciento en lo que va de los 90 y un PIB que lo hace en cerca de 8 por ciento en el mismo periodo, Taliandia acaba de devaluar su moneda en un 17 por ciento. Y uno se pregunta qué esperan para hacer lo mismo varias economías latinoamericanas que están muy lejos de los éxitos tailandeses mientras presentan preocupantes tendencias negativas en sus cuentas externas. Esperar más tiempo, sobre todo en el caso de Brasil, podría significar caer desde más arriba en algunos meses más frente a ataques especulativos que podrían volverse mucho más serios que los actuales.