En estas semanas posteriores a las elecciones del 6 de julio uno de los temas recurrentes y de mayor interés en los medios políticos ha sido la forma en que se integrarán los diversos grupos parlamentarios en los órganos del Poder Legislativo federal y del Distrito Federal. Se hacen cuentas de cuántos diputados federales, senadores o diputados a la asamblea tendrá cada uno de los partidos políticos para saber cómo quedarán las diversas fuerzas presentes en los distintos cuerpos colegiados y de qué manera deberán hacerse las alianzas o pactos para lograr mayorías en las tomas de decisión.
Es importante este análisis, pero el mismo olvida que los representantes populares lo son no de su partido, de su distrito ni de su sector, sino de la población en general, de sus votantes y de quienes no votaron por ellos. Para el caso específico de los diputados federales, la misma Constitución los define como representantes de la Nación.
Esto hay que destacarlo, porque si bien es muy importante la disciplina de partido, también lo es la libertad personal de los representantes y su responsabilidad en cada votación o decisión en que participen. Los coordinadores o líderes (prefiero la primera de las dos palabras) no son como los integrantes de una asamblea de accionistas que llevan en su cartera un número determinado de acciones y que a la hora de votar simplemente manifiestan su propia voluntad y la respaldan con el número de acciones que representan; en los parla- mentos, cámaras, asambleas, los coordinadores dirigen los trabajos de sus grupos, organizan, presiden, pero no sustituyen la voluntad de los legisladores, como ha sido un vicio muy arraigado de nuestro ambiente político, que ha hecho que se identifique a los votantes en los congresos como simples levantadedos.
Estas reflexiones vienen al caso porque en nuestro medio político hay un personaje con una larga historia de luchas partidistas que últimamente se ha distinguido por tener una opinión muy propia y personal, diferente en términos generales a la que expresan los demás dirigentes de su partido: me refiero al senador José Angel Conchello.
En efecto, Conchello escribió un libro poniendo en tela de juicio al Tratado de Libre Comercio mientras que su partido guardaba silencio al respecto, y el único senador que tenían entonces votó a favor de la aprobación del acuerdo.
Más recientemente este panista sui generis, como una voz solitaria y sin ningún eco dentro de su propio partido, ha estado señalando las graves fallas e injusticias que el nuevo sistema de ahorro para el retiro identificado con las Afore se ha impuesto a los trabajadores mexicanos.
Las críticas en contra de esa forma forzada de ahorrar más en beneficio de los bancos depositarios que de los ahorradores había venido de otros ámbitos políticos, del diputado electo Ricardo García Sainz del PRD, y más notoriamente del candidato del mismo partido al gobierno del Distrito Federal, Cuauhtémoc Cárdenas, pero no del PAN ni de sus grupos de apoyo muy cercanos a los grandes empresarios que ven con beneplácito este ataque a la solidaridad en la seguridad social y este giro a la privatización de la misma.
Por eso es digno de llamar la atención el hecho de que Conchello se manifieste tan clara y terminantemente en el mismo sentido que García Sainz y Cárdenas.
Hace un par de semanas participé en un seminario sobre economía solidaria enfocado especialmente al cooperativismo, y aun cuando no coincidimos en fechas, encontré con sorpresa que otro de los participantes era precisamente el senador Conchello.
Como el seminario tuvo lugar en la ciudad de Monterrey y coincidió con la culminación de la campaña al gobierno de la entidad, el contraste es sin duda sugerente; el candidato del PAN al gobierno (ahora ya gobernador electo) es uno de los representantes más destacados del capitalismo de primer nivel del estado de Nuevo León, muy alejado de las concepciones e ideología de un sector social de la economía, mientras que el senador Conchello en ese seminario se hermanaba con ``empresarios'' totalmente diferentes, los que buscan resolver los problemas económicos de ellos y de los demás integrantes de la sociedad sin el incentivo del lucro, sino a partir de la cooperación y la ayuda mutua; esto es, lo más alejado posible del mundo de la lucha despiadada de la libre competencia.
Actitudes como la que aquí describo deberán ser tomadas en cuenta cuando se realice el análisis de las fuerzas y grupos parlamentarios que integrarán el Congreso Federal y la Asamblea de Representantes, análisis que no debe perder de vista la libertad y la responsabilidad individuales de los parlamentarios.