En la lógica de la estrategia económica oficial, el sector exportador está llamado a producir efectos multiplicadores o de propagación en el resto de las actividades productivas. Es la locomotora que debe arrastrar al conjunto de la economía. Sin embargo, su capacidad efectiva de irradiar dinamismo está fuertemente limitada por la ausencia de políticas sectoriales y definiciones estratégicas en el campo del desarrollo industrial. Aunque en los últimos diez años el valor de las exportaciones mexicanas creció 3.5 veces, el número de empresas que participan de manera plena y permanente en el comercio de exportación sigue siendo muy reducido. Menos de cinco por ciento de todas las empresas registradas en el país realizan exportaciones. De las empresas que participan de manera directa en este tipo de comercio, el tres por ciento genera entre ochenta y ochenta y cinco por ciento del valor total de las exportaciones mexicanas.
De igual forma, el crecimiento exportador se localiza en un número muy reducido de actividades industriales. Tres líneas de productos (vehículos y equipo automotriz; equipo y aparatos eléctricos y electrónicos; máquinas y aparatos no eléctricos), todas ellas integrantes de una sola división de la industria manufacturera, responden por más de dos terceras partes del auge del comercio de exportación de los últimos años. De cada cien dólares de incremento de las exportaciones mexicanas en el periodo 1992-1997, un promedio de 71 se originó en este reducido grupo de productos y actividades. Por lo demás, cerca del sesenta por ciento del valor total de estas exportaciones fue realizado en la presente década por empresas maquiladores (que, como se sabe, tienen un grado ínfimo de integración con el resto de la planta productiva).
Por otra parte, se observa que el crecimiento explosivo de las exportaciones en la industria manufacturera no maquiladora tiene como contrapartida una contracción del volumen del empleo, situación que persiste desde la segunda mitad de la década de los años ochenta. No es que el empleo industrial en México esté decayendo a causa del auge exportador, pero éste, a pesar de su dinamismo extraordinario, no es suficiente para detenerlo y menos aún para revertirlo. La contracción del empleo en el sector manufacturero se explica en primer lugar por la prolongada crisis de crecimiento e inversión de la economía, la fuerte recesión de los últimos tres años y la postura restrictiva de los diversos instrumentos de política económica. En este entorno, la constitución de un sector exportador exigió a las empresas participantes transformaciones tecnológicas y de organización que son ahorradoras de mano de obra. Es éste un factor que limita objetivamente la capacidad de absorción de fuerza de trabajo de la industria maquiladora, registra índices dinámicos de crecimiento.
Son patentes las dificultades que está enfrentando el sistema económico para vincular a los sectores exportador y no exportador del aparato productivo. Las empresas y actividades dependientes de la demanda interna enfrentan un conjunto defactores adversos al tiempo que la importación de insumos para la producción de exportaciones desestructura las cadenas productivas existentes. No existen mecanismos institucionales efectivos y eficientes que fomenten la integración al complejo exportador del numeroso contingente de productores y proveedores potenciales que hay entre las empresas industriales y de servicios confinados al mercado interno.
Para evitar que siga ampliándose la brecha entre un sector exportador boyante, relativamente pequeño y con escasa capacidad de arrastre, y el vasto sector industrial no exportador que enfrenta el doble fuego de la competencia externa y del decaimiento del mercado nacional, es necesario tener una política con definiciones y horizontes estratégicos. Esperar que las solas fuerzas del mercado operen los ajustes es una postura teóricamente falaz y políticamente candorosa. La ya larga preponderancia de criterios macroeconómicos y financieros sobre el conjunto de la política económica rompió el nexo funcional que debe existir entre comercio e industria. Una condición para que este vínculo se restablezca es tomar en serio la política industrial.