Francisco Pérez Arce
¿Qué diablos es un parteaguas?

Para Diana Bedolla y Marco Barrera

Quienes nos alejamos de los 40 y nos aproximamos apresuradamente a los 50, ya podemos narrar en primera persona tres décadas. Lo que vimos, lo que pensamos, lo que hicimos cuando teníamos 20 ya es historia. JEP dijo que dentro de unos años todos seremos del siglo pasado. En realidad ya somos del siglo pasado: con esa manía de los historiadores de empezar y terminar los siglos a destiempo, el XX ya terminó.

El 6 de julio, es decir hace unos días, vivimos un parteaguas de nuestra historia nacional: el inicio de las transición democrática; después de nueve años de estar empujando la pared, al fin cedió y cayó un buen pedazo, el resto caerá más fácilmente.

``6 de julio: parteaguas de la historia moderna''. Nos gusta una palabra y abusamos de ella. Es el caso de ``parteaguas''. La palabra es bonita, pero es la idea la que nos gusta tanto: principio y fin; antes y después; punto crítico; lo viejo y lo nuevo. Es la idea lo que nos gusta y abusamos de ella. El 68 es un gran parteaguas, o más exactamente el 26 de julio, o con mayor certeza el 2 de octubre no se olvida. El 10 de junio del 71 no lo es tanto, está demasiado cerca de aquél y significa lo mismo, con los mismos actores o casi, sin el contexto de la rebelión estudiantil mundial y sin los meses de libertad juvenil recorriendo calles y pintando muros; es un parteaguas chiquito.

Los terremotos del 85 son un parteaguas en la ciudad de México, no sólo una cicatriz sino la conciencia de una sociedad capaz y solidaria. También el 6 de julio del 88, fecha de la rebelión electoral. Un verdadero motín en alta mar; inesperado y tumultuoso en votos.

En la década de los noventa de plano los parteaguas se nos vinieron encima. Empezamos con el primero de enero del 94: un parteaguas doble, uno falso y otro verdadero. Salinas anunció con bombo y platillo que ese día ingresábamos al Primer Mundo (ese es el falso). Los indios chiapanecos nos volvieron a la realidad, pusieron un gran espejo ante el país, y se reconoció sureño, miserable, injusto y rebelde (ese, el verdadero). Ese mismo año nos recetó al menos otros cuatro candidatos a parteaguas: el día que asesinaron a Colosio, el día que debatieron tres candidatos a la Presidencia, el día que mataron a Ruiz Massieu y el día que devaluaron el peso. En los dos años siguientes, en cambio, escasearon los parteguas, lo cual se justifica por el exceso que acabábamos de vivir. Aquí se puede recordar la sabiduría yucateca plasmada en el conocido dicho: ``todo exceso es mucho'', y lo del 94 fue, sin duda, un exceso.

El 97 ya nos ofreció un parteaguas grande, yo diría que de siete grados (en mi escala personal): el 6 de julio. Para mayor fuerza se repite día y mes de la rebelión del 88, como para marcar con exactitud un periodo de nueve años. Este es el inicio verdadero de la transición democrática. El fin del presidencialismo todopoderoso. El fin de un sistema. Puede llamarse el segundo principio del siglo XXI, porque ya había empezado una vez en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.

(Hay otras fechas que también marcan. Días íntimos que hermanan en la tristeza. Como el 13 de julio, cuando murió Cristina. O el lunes 14, cuando La Jornada publicó en su página final la foto de una mujer de hermosa sonrisa, y encima un lacónico encabezado: Murió Cristina Payán. Días que pueden recordarse como título de canción: ``Fecha triste para recordar tu sonrisa alegre''.)

Volviendo a los parteaguas, habría que crear un Sistema Nacional de Parteaguas (SNP) que estudiara cada cierto tiempo los merecimientos de las fechas propuestas, y les otorgara alguno de los siguientes niveles: candidato a parteaguas nacional; parteaguas de primero, segundo o tercer nivel; o parteaguas emérito. O bien establecer una escala, como las que miden terremotos. En la que tengo para uso personal he detectado parteaguas hasta de siete grados. La ventaja es que la escala es abierta, siempre puede haber uno más profundo. En los diarios puede haber una sección de pronósticos o bien una cartelera para los próximos parteaguas, porque si bien algunos son sorpresivos, otros pueden preverse. Para la cartelera de este semestre puede anunciarse el 5 de diciembre, cuando Cuauhtémoc asumirá como jefe de gobierno. En el Zócalo habrá, seguramente, una animada fiesta popular.