La Jornada domingo 27 de julio de 1997

Horacio Flores de la Peña
Legitimidad y elecciones/I

El resultado de las elecciones del 6 de julio representa un triunfo del pueblo y un fuerte repudio a la política neoliberal del gobierno, equivale a un seco rechazo a la política de más de lo mismo y por la misma gente. Los ciudadanos rechazaron abiertamente la coexistencia de la miseria de la mayoría con la opulencia de unos cuantos, a la arrogancia de los técnicos, políticos y privados, a su corrupción, ineptitud y a la arbitrariedad como forma de gobierno.

Los técnicos oficiales consideran que la mejor forma de disfrazar su fracaso es presentarlo como un éxito moderado o el inicio de la recuperación que algún día tocará a todos y que, desde hace 15 años, el pueblo esperaba que se materializara en mejores niveles de vida para toda la población.

Ganar las elecciones, no significa ni el final de los problemas ni la legitimidad de un gobierno, porque si las elecciones, por sí solas, arreglaran los problemas de fondo de un país, ya hubieran sido abolidas, especialmente en los países que más las defienden.

La legitimidad de un gobierno se gana cumpliendo lo que se prometió para conseguir el voto. Nosotros hemos tenido gobiernos legales, electos por una mayoría de la población, pero esto no los hizo legítimos. Esto hay que ganárselo en el ejercicio honesto y serio de la función pública.

Es mucha la responsabilidad de los partidos de oposición. De la responsabilidad del PRI, ni vale la pena hablar; hace mucho tiempo que la perdió y no la va a recuperar de la noche a la mañana. No creo que la insensatez de los dirigentes del partido en no reconocer sus errores y trabajar para corregirlos, sea un caso clínico o una enfermedad terminal, pero con frecuencia es la impresión que uno recibe.

El PRI tiene que salir a pelear la credibilidad perdida, porque hace ya 15 años que no se acuerda de su plataforma nacionalista y revolucionaria. Debe acercarse al pueblo, abandonar la frivolidad y su ineptitud política y rescatar su lugar como un partido popular. No un partido de centro, porque el que está en el centro no está en ningún lado, y no refugiarse en el argumento tramposo de que su programa es la constitución a la que tanto y tan seguido le han puesto los parches y pegotes que les pidió el Presidente en turno. Debe tener presente que en el neoliberalismo no hay nada para el pueblo, y si no se renueva, éste le seguirá dando la espalda.

El Partido de Acción Nacional ha llegado hasta donde ha podido, con su moralina decimonónica y su falta de programa, que consiste sólo en ser más ``decentes'' que los del PRD y más honestos con los del PRI. Esto como programa es patéticamente pobre; para rebasar sus límites tiene que darse cuenta que, aun quien dice estar al día de hecho, ya está en el pasado. El pueblo necesita tener una esperanza en el futuro, aquí hay que ser muy claro, y ofrecerlo y cumplir, de lo contrario será difícil seguir ascendiendo, sobre todo entre los pobres; seguirá como el partido de la gente ``decente'' y no da más; sin futuro porque la derecha siempre tiene al pasado como futuro.

La responsabilidad del PRD ante el pueblo es mayor. Este lo respaldó en forma inesperada. Tuvo confianza en sus dirigentes y espera que se legitime en el ejercicio del poder, honesto, eficiente y realista. Tiene enemigos grandes, entre ellos los partidos de extrema derecha: el PAN y el PRI, los grupos de poder económico y político y los loquitos y vivales que se cuelan en todos los partidos.

Los intelectuales neoliberales y salinistas que son pocos, muy buenos y, sobre todo muy ruidosos, se han ocupado a partir del 6 de julio de criticar los errores que va a cometer el ingeniero Cárdenas; al mismo tiempo, no cesan de elaborar las virtudes del Presidente de la República por acatar la ley; desde luego el mandatario tiene un mérito que nadie niega, porque hizo lo que sus antecesores no pudieron o no quisieron.

Este juicio de intención contra Cárdenas tiene el propósito doble de descalificar su esfuerzo electoral y, sobre todo, restarle méritos al pueblo que es quien los merece. Los juicios y consejos sobre las futuras acciones de Cárdenas y los órganos de representación popular, los dan partiendo de lo profundo de su inexperiencia, pero utilizando su cortesanía con el gobierno, en la que sí tienen experiencia.

Es un futuro incierto el que nos espera, pero dependerá de todos que no lo sea y los candidatos electos, sobre todo el ingeniero Cárdenas, no deben olvidar que se debe gobernar bien, honestamente y en beneficio del pueblo, evitando los pecados políticos que tanto criticamos, entre ellos el del nepotismo que tanto daño causó al país en un pasado reciente. Debe quedar claro que se elige a una persona y no a una familia, como ocurrió en el salinato, de tan mal recuerdo.

Y si les queda tiempo a los partidos, que de vez en cuando se ocupen del campo, porque es el principal reducto y origen de la miseria profunda.