La discusión en torno a la posible rebaja del IVA no parece ser sólo sobre un asunto económico. Tal y como se ha propuesto por el PRD, sus efectos no tienen proporción con las cifras manejadas en la respuesta de funcionarios del sector. Se dice que la rebaja del 15 al 7 por ciento implicaría que el fisco dejara de recibir 35 mil millones de pesos. Sin embargo, la propuesta que mencionamos no es de bajar el IVA al 7 por ciento sino al 10 por ciento, y gradualmente al ritmo de un punto porcentual al año.
Es más, la propuesta no se limita a la rebaja. Se propone aumentar el IVA de artículos de lujo al 20 por ciento, como ya se llegó a cobrar en periodos anteriores sin que se cayera el mundo. En la lista de bienes y servicios de lujo incluida en la propuesta, hay desde caviar y otros alimentos hasta yates y membresías de clubes de golf. De esta manera y en el primer año el cambio en el ingreso por este concepto sería mínimo.
Al ir bajando el IVA va aumentando el poder de compra de la población. Esto se puede ver muy claramente si recordamos la abrupta baja en el consumo en abril de 1995, al aumentar el IVA del 10 al 15 por ciento; obviamente, al irse dando el proceso inverso con el IVA, también el consumo se irá recuperando. Al aumentar el consumo, sobre el cual se aplica la tasa del IVA, el monto cobrado aumenta también, y esto compensará la baja en el porcentaje que se cobra en cuanto a ingresos públicos.
Eso no es todo. Al aumentar las compras también suben las ventas, y eso va reactivando la economía. Se van reactivando las empresas, unas para vender más y otras para producir más de lo que se va a vender. La reactivación a su vez se traduce en que se paguen más impuestos sobre los salarios pagados, sobre las utilidades de las empresas, etc., y en un aumento adicional del consumo, que aumentará más la recaudación de IVA también.
Claro, se podrá decir que el aumento del IVA a mercancías de lujo contiene el consumo de éstas. Pero, primero, los consumidores de caviar y los miembros de los clubes de golf, para seguir con los mismos ejemplos, no tienen los apremios económicos que se presentan a muchos de los otros consumidores. Si en vez de pagar cien pesos por cierta cantidad de caviar tienen que pagar ciento cinco, al menos buena parte de ellos harán la compra de todos modos. Y en los casos en que no sea así, el porcentaje de este tipo de artículos que son importados no es pequeño, y por lo tanto se afectaría mínimamente a la planta productiva nacional. En segundo lugar, está fuera de proporción el efecto económico global de la reducción, bastante menor por cierto, en el consumo de mercancías suntuarias, con el que tiene el aumento en la compra de bienes y servicios de uso generalizado.
Es por eso que decimos que no se discute sólo un asunto económico. Si lo fuera, no sería difícil llegar a un acuerdo. Pero está presente por lo menos un elemento político. Si se procede a una anulación, así sea gradual, del aumento del IVA del 10 al 15 por ciento, eso podría interpretarse como una rectificación, y al mismo tiempo podría ser visto como una prueba de que el citado aumento a lo mejor no era tan indispensable para evitar que nos fuéramos a la catástrofe final.
Sin embargo, no debe ignorarse que el mantener las cosas como están, al mismo tiempo que el discurso oficial se centra en que la recuperación ya es un hecho, eso también tiene un costo político. Si la economía ya se recupera, la justificación de la demanda de que la mayoría se siga apretando el cinturón, a sabiendas de que miles de millones de pesos de sus impuestos han servido para rescatar bancos y concesiones de carreteras de cuota, es cada vez más difícil.