Fidel Velázquez no llegó a ver que el PRI sufriría su primera gran derrota pocos días después de su muerte. Ni que muchos líderes cetemistas serían sacados del poder no por la vía de las balas --como él desafiaba que fuese--, sino por la vía de los votos.
La muerte de Fidel Velázquez fue el principio del fin del Estado partidista, corporativizado y cuyo mando unipersonal se reprodujo en organismos formalmente diferentes del poder político, como son los sindicatos. Por ello es que las recientes derrotas del PRI afectaron y seguirán afectando, más que a ningún otro sector de los que constituyeron en otro tiempo su gran fuerza política y social, al sector obrero --concretamente a la Central de Trabajadores de México, y por ende al Congreso del Trabajo.
No hay mando unipersonal prolongado que no contenga en su seno la semilla de su propia destrucción (Marx no me dejará mentir). Así sea un santo quien lo ostente, a su desaparición se desatarán tarde o temprano los conflictos contenidos por su presencia. El de Tito en la antigua Yugoslavia es un ejemplo que no requiere de mayor comentario. En la CTM, muerto su longevo autarca, esos conflictos son inminentes pues coinciden con el fin del régimen fraguado con la fundación del PNR y consolidado en los años 30 y 40.
La CTM ató al sector obrero mayoritario del país a la suerte del régimen priísta. Cuando éste amaneció mutilando las conquistas de los trabajadores en favor del capital y con ello poniendo in articulo mortis a la Revolución Mexicana, como decía Daniel Cosío Villegas en 1947, la CTM proclamó a Miguel Alemán, el ejecutor de tales mutilaciones, como El primer obrero de la Nación. Cuando el mismo régimen desapareció de un plumazo los fundamentos constitucionales de esas conquistas, ocasionando la segunda muerte de la Revolución Mexicana, según el término empleado por Lorenzo Meyer, uno de los discípulos de Cosío Villegas, la CTM justificaría la medida tomada por Carlos Salinas de Gortari en razón de la modernidad que venía para posarse en suelo mexicano como el águila de los aztecas sobre el legendario nopal.
Bajo el argumento de mantener la alianza histórica del movimiento obrero organizado con el Estado para preservar las conquistas de la Revolución Mexicana, que también eran --por supuesto-- las de los trabajadores, la CTM, por boca de Fidel Velázquez, enajenó la autonomía de la clase obrera, hipotecó literalmente sus intereses y desprestigió su organización. Mientras que los empresarios se fortalecían creando múltiples organismos y alimentando el desarrollo de un partido alternativo al PRI, los trabajadores sojuzgados por sus líderes quedaron a expensas de lo que decidiera el Estado. Más específicamente: a expensas de lo que decidiera el Presidente de la República a través del PRI, de las instancias laborales y el poder Legislativo.
Cada vez más relegados en las decisiones políticas fundamentales, los dirigentes de la CTM no abandonaron la disciplina que les imponía su aliado en beneficio de los dueños del capital. Jamás tuvieron en cuenta que el aplauso del enemigo es a la vez la peor amenaza y la peor crítica que puede recibirse. Cuando a Fidel Velázquez le erigió una estatua en Monterrey el gobierno de Alfonso Martínez Domínguez, el industrial Bernardo Garza Sada declaró que ``don Fidel no merece una, sino muchas estatuas''.
Nada parecía conmover a la CTM. Ni siquiera la salida del PRI de la corriente cardenista, que fue su matriz histórica. Tontamente creyó afirmarse más aún atacándola con la insidia que era capaz de convertir en nota Fidel Velázquez. No advirtió que se quedaba huérfana. Con la muerte del líder que hizo de ella la heredera de la CROM de Morones, central a la cual paradójicamente combatió para arrebatarle el liderato cae, a semejanza de la Revolución Mexicana, en una segunda y última orfandad.
El hundimiento de la CTM no es para regocijarse. Los trabajadores menos que nadie tendrían motivo para ello. La prolongada dirigencia unipersonal de Fidel Velázquez impidió la renovación de sus cuadros, de sus estructuras y estrategias de lucha. Y en este proceso de esclerosis afectó a toda la clase obrera del país. La CTM desaparecerá, pero no hay un movimiento obrero emergente con la fuerza que tuvo esta central al momento de desplazar a la CROM.
Ese es el gran problema de los obreros mexicanos: ver hundirse su vieja organización sindical y no tener una que pueda sustituirla en el tiempo que requieren para hacer frente a los peligros que los acechan.