Pese a la ``urgencia'' oficial, es más difícil ahora volver a la mesa, considera el especialista
Blanche Petrich /I Ť En el curso de la semana pasada el discurso oficial volvió al tema del conflicto chiapaneco con acentos de ``extrema urgencia'': señalamientos de los dos subsecretarios de Gobernación, la primera declaración oficial del delegado gubernamental, Pedro Joaquín Coldwell, y un discurso presidencial. Todos esgrimen lo mismo: un proceso electoral poco impugnado les permite intentar sentar al Ejército Zapatista a la mesa de negociación para iniciar el debate sobre derecho indígena de nuevo.
``Es un error --advierte el ex asesor del EZLN en la mesa de San Andrés, Luis Hernández Navarro--, no va a ser fácil. Desde que el proceso de negociación se abandonó, se han incorporado nuevos factores, se han atomizado las posiciones. Hoy es mucho más complicado que antes'', dice.
Experto en procesos de organización campesina e indígena, Hernández Navarro incluso duda que la novedosa correlación de fuerzas que va a haber en la próxima legislatura pueda destrabar la vía de negociación en Chiapas: ``Hay decisiones pendientes en las que el Poder Legislativo no puede suplantar la acción del Ejecutivo. Una de ellas, de las más urgentes, es acotar la creciente injerencia política del Ejército en Chiapas. Otra es la de levantar el veto presidencial a la iniciativa de Ley de Derechos y Cultura Indígena.Y la tercera, actuar sin temor de afectar los intereses de la oligarquía chiapaneca''.
Partícipe clave en la redacción final de los acuerdos de San Andrés Larráinzar, el dirigente de los cafetaleros interpreta lo que llama la ``repentina urgencia'' del gobierno por retornar a la mesa de negociación. ``Necesitan hacerlo. El gobierno tiene una cuenta pendiente con el EZ y la cuestión indígena para lograr el pleno reconocimiento del nuevo estatus democrático. Les urge, de cara a la cláusula democrática del nuevo acuerdo con la Unión Europea, con el fin de poder negociar en mejores términos''.
También hay razones de política interna de cara a la nueva legislatura.Y presiones crecientes de los muchos actores que intervienen en este diferendo.
De los actores y su evolución, de las ``malas señales'' que percibe, de la marcha ``sin permiso'' que ha emprendido la iniciativa de la Cocopa fuera de la Cámara de Diputados, ``herramienta viva'' en las comunidades indias de todo el país, habla Luis Hernández Navarro.Y también del EZLN hoy, ``expandiendo su influencia política'' a pesar del cerco y de casi un año de lo que sus militantes llaman ``silencio zapatista''.
Además de los viejos actores, el conflicto chiapaneco ahora cuenta con nuevos protagonistas y Hernández Navarro subraya a la Conferencia Episcopal Mexicana, que ``con la llegada del nuevo nuncio ha dado muestras de una renovada beligerancia''
--¿Qué facilita o complica la vía de la negociación?
--La encuentra atravesada de obstáculos, más bien. Más complicado que antes.
--Entre los aspectos novedosos ¿qué significa la renovación de la delegación gubernamental, la sustitución de Marco Antonio Bernal por Pedro Joaquín Coldwell?
--El nuevo negociador tiene un capital político propio... es ex gobernador, ex ministro (sic). No sabemos si mantenga el mismo derecho de picaporte que Bernal tenía con Zedillo... aunque sí sabemos que entre el negociador oficial y el secretario de Gobernación ha desaparecido el foco de tensión que siempre tuvo su antecesor. Bernal entra a la negociación con Esteban Moctezuma y cuando llega Emilio Chuayffet a Gobernación, la conexión no es óptima. De ahí el desgaste de Bernal y Jorge del Valle. Eso parece superado ahora. La pregunta es ¿desde dónde se conduce la mesa? ¿Los Pinos? ¿Bucareli?
--¿Desde dónde debería conducirse?
--El problema no es ese, sino que son muchos actores que tironean cada uno por su lado. Actúan la Presidencia, Gobernación, el Ejército, el gobernador (Julio César) Ruiz Ferro, la Secretaría de Reforma Agraria y Sedeso. Joaquín Coldwell tiene que lidiar con todos ellos. Los antecedentes de Centroamérica nos enseñan que para llevar con éxito una negociación se requiere de una estrategia única y eso es lo que no hay ahorita.
--¿Lidiar con quiénes?
--Primero, el Ejército. Cada vez cobra mayores márgenes de autonomía y tiene mayor injerencia. Se podría decir incluso que muchas de las decisiones políticas recaen cada vez más en los militares.Se ha llegado al grado de que el Ejército hasta está repartiendo tierras en Jaltenango. Hubo en la fase previa del proceso electoral movimiento de tropas y establecimiento de nuevas plazas militares sin consultar al Ejecutivo. No conocemos oficialmente las cifras de cuántos efectivos militares hay en Chiapas --se habla de 30 mil-- pero tiene presencia intensa en 40 municipios. Y en esas regiones las instituciones civiles pasan a un segundo plano del poder.
No hay que menospreciar el dato de las nuevas plazas militares. A mayor densidad de efectivos mayor número de generales, mayor poder político. No es casual que el titular de la Secretaría de la Defensa, general Enrique Cervantes, haya viajado dos veces a Chiapas, justo antes de las elecciones. Aunque tampoco hay que ignorar la señal de obediencia que dio el Ejército manteniendo a las tropas en los cuarteles el día de los comicios.
Ahí se está imponiendo un patrón para estimular la creación de grupos paramilitares. San Pedro Chenalhó y El Bosque son los ejemplos: se generan artificialmente choques, se provoca la alarma entre grupos priístas aislados que entienden que hay que armarse y se les facilitan recursos y entrenamiento.