Uno de los fallos esenciales de la política mexicana es querer reducir a la ciudadanía a simples espectadores. En esto contribuyen los medios de comunicación y los mismos dirigentes partidarios, que han convertido la pasividad en virtud y síntoma de la gobernabilidad y la estabilidad política.
Pasado el 6 de julio estamos condenados a ser simples espectadores de los nuevos reacomodos de los grupos, sin que los autores del cambio, los miles y miles que sufragaron, tengan ahora qué hacer o sepan qué es lo que sigue. El mandato popular fue una ruptura en el sistema de continuidad, y sin embargo, ahora los esfuerzos son para minimizar este hecho y convertirlo en parte de la pesada lápida de la cotidianidad. El conservadurismo político argumentará que esto no fue una revolución, sino un paso más, modesto, en la gradual transición mexicana, y que ya con el reconocimiento de la derrota priísta en el Distrito Federal y varios estados y la nueva composición del Congreso basta. ¿Es posible mantener bajo la regulación de los pactos políticos la expectativa votada el 6 de julio?
Pareciera que el cálculo de los cinco meses entre el 6 de julio y el 5 de diciembre va a convertirse en un tiempo para dejar al gran impulso del 6 de julio sin continuidad, sin iniciativa, reduciendo al gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas al desgaste y poniéndolo de entrada a la defensiva.
El flamazo levantado por los medios en relación al equipo de transición de Cárdenas pareciera el primero de muchos otros que vendrán, a fin de llevar la controversia al terreno donde la clase política, los burócratas, los operadores logran vencer cualquier entusiasmo. ¿Por qué siempre hemos de convertir los estados de ánimo, la credibilidad, en aparatos y estructuras donde ya no permean los intereses populares?
La cortina de humo tendida en torno al equipo de transición pretende ocultar hechos graves de amplia responsabilidad en el PRD, sobre todo el hecho de que uno de los grupos de mayor desprestigio --respaldado por el viejo priísmo derrotado--, que usó su fuerza para perder y deliberadamente paralizó el cuidado de casillas en los distritos donde tenía el control de la estructura electoral, sea ahora el que regulará la relación entre el jefe de gobierno y la Asamblea Legislativa. ¿Por qué el PRD no se defiende de estos actos?
Estos mismos grupos son los que llaman a la paralización, a que nadie se mueva, a fin de que la única iniciativa existente sea la que se teje cupularmente bajo el cobijo de ``la transición pactada'', misma que la ciudadanía mandó al carajo con una magnitud de votos que no estaban en el cálculo de los operadores del cambio con estabilidad.
La ciudad está inestabilizada por la magnitud de votos y por el hecho de que se esperan cambios de fondo, que quizás no esperen hasta el 5 de diciembre. Sin necesidad de abandonar la institucionalidad, es urgente impulsar iniciativas políticas que reivindiquen las nuevas formas de gobernar y participar en la solución de los problemas. Esta movilización es la única garantía para que no se consoliden los grupos corruptos que se encuentran en todas partes, incluyendo al PRD, y que ahora quieren sortear la voluntad popular y mantener sus posiciones a toda costa.
La pasividad no es buena consejera, porque el tiempo político no es igual al tiempo cronológico y porque empiezan a articularse las líneas de ataque que buscan quebrar por dentro e imponer viejas prácticas en contra de la fuerza y la credibilidad en el gobierno de Cárdenas. Sólo la iniciativa política y un derecho ciudadano a la vigilancia, al que apeló Cárdenas Batel, podrán detener los hechos verdaderamente peligrosos y siniestros interesados en convertir el 6 de julio en un fracaso por defender sus intereses.
Hemos entrado a un tiempo sumamente difícil. Ante ello, sólo la convocatoria a la movilización social y política puede sacar adelante las tensiones que acumulan la ciudad y el país, y que no se han resuelto de manera clara. El equipo de transición deberá demandar al grupo saliente la información sobre los acuerdos y tratos en curso que hubo para mantener liderazgos opositores mediante el equipamiento de despensas, taxis, desayunos, viviendas, a fin de debilitar la fuerza misma de las organizaciones y la credibilidad en las demandas.
Retomar la iniciativa de la movilización es urgente, a fin de complementar el mandato en votos del 6 de julio: el cambio social, económico y democrático.