Bernardo Bátiz V.
Paro en la UPN

En México no muchos saben, fuera del ámbito del magisterio y la educación pública, que existe una Universidad Pedagógica Nacional. Una buena parte de la opinión pública tampoco se ha enterado que desde hace ya varias semanas esa Universidad sufre un paro de labores y una toma de instalaciones en su sede del Ajusco.

De la no muy abundante información que han dado los medios de comunicación, se desprende que el conflicto se inició porque en una delegación sindical integrada por académicos ganó las elecciones un grupo de oposición, esto es, no adictos al SNTE. Con ese motivo, los nuevos dirigentes sindicales no han tenido el apoyo de sus compañeros de la cúpula sindical ni el reconocimiento claro de las autoridades universitarias, que no les han dado el trato que se debe ni las facilidades que requieren.

La razón del paro y toma de instalaciones fue la negativa de las autoridades a dialogar y reunirse directamente con los flamantes dirigentes sindicales, para plantear los asuntos considerados por ellos como importantes. La respuesta del rector y de otras autoridades educativas ha sido diferir los diálogos, posponer las reuniones y negarse en la práctica a analizar en común las propuestas de los paristas para ``normalizar'', como ellos dicen, la vida de la universidad.

El asunto podría parecer uno más de tantos otros conflictos entre trabajadores académicos y patrones, en este caso el gobierno representado por funcionarios públicos.

Lo preocupante es que ha ido filtrándose en el ambiente de los maestros la inquietud acerca de las intenciones subyacentes en la actitud de la Rectoría de la UPN, y quizás más arriba. Piensan algunos que la no disposición al diálogo y la actitud de indiferencia ante el grupo de maestros universitarios descontentos, se debe a la exploración de una posición más trascendente que reconocer o no pequeños o medianos aumentos en las (muy bajas) prestaciones de esa universidad. Es decir, que en el trasfondo existe la motivación posible de acreditar la inviabilidad de la Universidad para incluirla, por esa razón, en la lista de las instituciones y organismos destinados a ser privatizados tarde o temprano.

Si así fuera, sería indebido pero eficaz el camino asumido frente a los paristas: no dialogar con ellos, diferir las citas y en general ignorar sus razones; en vez de acercarse, usar el expediente de acusarlos penalmente, sancionarlos y hostilizarlos de mil maneras.

De ser cierta esta apreciación, es necesario recordar que debe prevalecer en la SEP y en las autoridades de la Universidad una actitud de búsqueda responsable de soluciones, mediante el diálogo con los académicos, salidas negociadas y mecanismos para que el centro educativo a que este artículo se refiere no sólo vuelva a la normalidad, sino que se convierta, como debiera ser, en un instrumento eficaz para la elevación y la cultura del país, de que estamos tan necesitados. Debemos tener presente que, con toda seguridad, una de las causas que más inciden en la crisis por la que pasa México puede encontrarse en los bajos niveles educativos que padecemos.