Arnoldo Kraus
Desnutrición: otro olvido

Los médicos dedicados a estudiar comunidades saben que la mala alimentación equivale a derrota. Derrota que conjuga dos fracasos: la del pasado y la del futuro, y cuya síntesis se escribe en el presente. Quienes han tenido hambre crónicamente mueren temprano, su coeficiente intelectual y talla son menores, su capacidad para el trabajo es limitada y son presa por igual de infecciones que de seres humanos. La desnutrición genera físicos endebles y mentes con poca capacidad de discusión. Conlleva asimismo sequedad de ideas: sus voces ignoran que la protesta es un derecho. La mala nutrición conjuga demasiados universos y no pocas culpas. El hecho de que en los últimos 22 años no se hayan presentado cambios en el medio rural hace inentendible la alegría de grandes convenios, e incomprensibles los discursos que hablan de recuperación económica. La realidad es otra. La perpetuación de la desnutrición incluye negación, amnesia y desconocimiento. No hay explicación que resista la crítica anterior: conviven en México ciudadanos ``a medias'' con los bien nutridos.

Bajo el auspicio del Instituto Nacional de la Nutrición ``Salvador Zubirán'', recientemente se dieron a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Alimentación y Nutrición en el Medio Rural Mexicano 1996 (ENAL-96). Sus autores, Abelardo Avila, Teresa Shamah y Adolfo Chávez explican que para efectuar 38 mil 232 encuestas a nivel familiar en 855 localidades seleccionadas aleatoriamente, se contó con la presencia del DIF, IMSS-Solidaridad, INI, Ssa, las delegaciones de Sedeso y los gobiernos de los estados. La coparticipación de tan diversas y selectas instancias, amén de vigorizar y avalar los resultados es estimulante. Abre un espacio antes desconocido para la crítica y ofrece herramientas para la autocrítica: si todos saben no podrá soslayarse el problema.

La historia se reescribió en febrero de 1995, cuando el gobierno de la República dio a conocer el Programa de Alimentación y Nutrición Familiar. En dicho texto se manifestó el compromiso para mejorar el estado nutricional de los grupos más vulnerables de la población, dirigido a las comunidades indígenas, a los menores de 5 años, así como a los niños de preescolar y primaria y a las mujeres embarazadas o en periodo de lactancia.

Sería injusto culpar al gobierno actual de los resultados que a continuación comento, pero sería igual ceguera olvidar que la nación ha sido dirigida por camadas, si no idénticas, sí similares desde hace casi siete décadas.

En el módulo de la alimentación familiar, la ENAL-96 demostró que una de cada tres familias en el medio rural gasta menos de 20 pesos semanales en alimentos por miembro, y tres de cada cuatro menos de 40. La media nacional fue de 30 pesos. En Chiapas, Guerrero, Hidalgo, Puebla, Querétaro, Tlaxcala, Veracruz y Yucatán se gastan menos de tres pesos diarios por miembro. En el rubro de vivienda, 44 por ciento de las familias carece de agua potable (Guerrero fue el ``primer lugar'', con 57 por ciento). El promedio nacional de desnutrición acorde con la talla fue 55 por ciento (Chiapas con 71 por ciento). Presentaba desnutrición de alto riesgo 17 por ciento de los niños (32 por ciento en Guerrero). El porcentaje de familias que no consumen leche es 35 por ciento (55 por ciento en Puebla). Son analfabetos el 38 por ciento de los padres (en Guerrero, 53 por ciento). En la encuesta se aportan también números sobre las características de las mujeres en edad reproductiva, acerca de la migración, etcétera. Si bien el espacio impide comentar la caterva de los datos ahí expuestos, el resumen es breve: desolación y abandono.

El estudio denuncia. Pero la denuncia no debe leerse exclusivamente como culpabilidad o abandono. De esos rubros la historia se ocupará.

El presente y el futuro son lo que ahora importa. Resarcir los daños, nutriendo a los desnutridos, compete al poder. Al margen de los señalamientos, la encuesta también explica. Es notorio que en los estados donde campea la desnutrición es donde ha surgido con mayor auge la violencia social.

Mientras que el poder los denomina grupos armados, la sociedad los considera guerrilla. Los ``otros'', los siempre olvidados, perciben su cotidianidad como un aplastamiento inmemorial que ha llegado al límite. La desnutrición es tan sólo una de sus manifestaciones.

La violencia no nace de la nada. La casi asfixia de tantos seres tiene mil caras. La encuesta sigue las rutas humanas y geográficas de la enfermedad: no es el tumor sin pies, cabeza ni lógica, el que explica por qué el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el Ejército Popular Revolucionario germinaron en Chiapas, Guerrero o Oaxaca.

Estos movimientos no se engendran por azar. La ruta crítica, otra vez representada por la intersección de tierra y condición humana, se denomina hambre. Hambre de justicia, de olvido, de alimentos, de hastío por ser ``los otros''. Insisto: no hay vacío que explique la violencia. Los grupos vulnerables denostados, humillados y vejados esperan, no a Godot: al gobierno.