Cuauhtémoc Cárdenas, jefe de gobierno electo del Distrito Federal, manifestó reiteradamente durante su campaña que su plataforma electoral no era un listado de promesas a los electores, sino una propuesta de trabajodirigida a todos los integrantes de la sociedad capitalina y, en muchos aspectos, a la de la gran metrópoli, incluyendo en ella a los diferentes poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y niveles de gobierno (federación, estados vecinos, Distrito Federal, municipios conurbados y delegaciones), a los diferentes partidos políticos, a los sectores privado, público y social, a las clases, capas y estratos sociales que la constituyen, a los ciudadanos y sus organizaciones representativas.
Su documento inicial Una ciudad para todos. Otra forma de gobierno, presentado y discutido en múltiples foros, enriquecido con nuevos planteamientos asumidos por el candidato y miles de propuestas provenientes de muy distintos individuos y organizaciones de todo tipo, tuvo siempre el carácter de propuesta para construir entre todos, juntos ciudadanía y gobierno democrático. Es, también, un esbozo de proyecto de ciudad, de largo plazo, propuesto a la ciudadanía como direccionalidad de su acción presente y futura. Por ello, Cárdenas siempre ha hablado de la participación ciudadana como la nueva forma de hacer política democrática, de gobernar, de cambiar el presente y construir una ciudad distinta.
No pudo ni puede ser de otra manera, ya que los límites a que se enfrentará (se enfrenta ya) el futuro gobierno, son enormes y complejos. El PRI ha gobernado durante siete décadas a la ciudad y en cuatro meses, desde afuera y sin recursos, Cárdenas tendrá que construir el programa de gobierno, especificación de su propuesta inicial, para aplicarlo desde el primer día de su mandato. No sabe aún qué le va a entregar el gobierno capitalino actual y, por lo conocido, podemos imaginar que no será un paraíso administrativo y fiscal. Cuenta sólo con tres años para echar a andar lo fundamental de las acciones, que podrían quedar truncas si su partido, el PRD y él mismo, no logran mediante calidad, consistencia, coherencia, transparencia y honradez, garantizar la permanencia en el gobierno en el siguiente periodo 2000-2006. Sus funciones están limitadas notablemente por una reforma política incompleta y limitada, y ni siquiera cuenta con un Estatuto de Gobierno acorde con las reformas constitucionales que la conformaron. No puede actuar directamente en temas claves y sobre causas estructurales de muchos de los problemas básicos de la capital, como la política económica y fiscal federal. Y así podríamos seguir enumerando limitantes y condicionantes.
Por esta situación objetiva, los casi dos millones de ciudadanos del Distrito Federal que votaron por Cárdenas, ubicados en muy diferentes ámbitos y niveles de la vida citadina, y los medios de comunicación de masas que construyen opinión pública, no pueden convertirse en simples demandantes de puestos públicos o concesiones, ni jueces exteriores implacables de cada acto del gobernante electo y del futuro gobierno. Sin renunciar a la posición crítica, deben constituirse en movimiento ciudadano para el cambio, en agentes activos de construcción de la propuesta del nuevo gobierno; participar en las nuevas acciones, usando imaginativamente todos los medios y canales de participación existentes y creando permanentemente otros.
Un papel crucial y estratégico tendrán en este proceso el PRD y las organizaciones políticas y sociales que se sumaron a su campaña, y particularmente los elegidos como legisladores para el Senado, la Cámara de Diputados y la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. El cambio empieza por ellos. Si no abandonan las prácticas clientelares, de corrientes y grupos, que han dominado hasta ahora, si no actúan integralmente como parte de la fuerza social del cambio, si se mantienen en el asfixiante marco de la vieja cultura política priísta y de sus prácticas, podrían ser factores de freno al cambio y la participación democrática, del fracaso del nuevo gobierno, y conducir a un descalabro en el 2000. Si logran superar estos atavismos y ser expresión reflexiva y actuante de los intereses de todos los capitalinos, voceros y organizadores de ese movimiento para el cambio, trabajar codo a codo pero con autonomía con el gobierno y los ciudadanos, habrán respondido al mandato expreso que les dimos los votantes y harán de su cómoda mayoría en la Asamblea del DF, un instrumento de la transformación urbana y no de los intereses partidistas, fraccionales o individuales.
Es evidente que el éxito de Cárdenas y su gobierno en iniciar y sentar las bases duraderas de la transformación de la ciudad nos beneficia a todos, lo hayamos apoyado o no en las urnas; en cambio, un fracaso suyo sólo beneficiaría la revancha de las fuerzas del pasado, de los aparatos político-burocráticos perdedores el 6 de julio, al mantenimiento y reproducción de los agentes, estructuras y procesos que han hecho a esta gran ciudad, desintegrada, injusta, excluyente, insegura, contaminada e inhabitable para la mayoría de los ciudadanos. Todos tenemos ahora la palabra.