La noticia de que una productora tan comercial y que cuenta con tantos recursos como es OCESA Presenta apoyará los proyectos del Foro de Teatro Contemporáneo, que cuenta en su directorio con teatristas de importante trayectoria, encabezados por Ludwik Margules, resultó muy estimulante porque presuponía un teatro de calidad con excelentes producciones. Nunca hay que presuponer, porque en el montaje de Tres mujeres altas, de Edward Albee, no existe la calidad teatral y tampoco asoman los recursos de producción. Es un hecho que lamentamos todos sin poder explicarnos la causa. Por otro lado, se sabía desde hace mucho tiempo --antes incluso de que el Foro obtuviera el teatro Julio Prieto en comodato-- que Sandra Félix trabajaba el montaje de la obra cuyos derechos tiene Víctor Weinstock, traductor del texto y discípulo de Albee quien, como dice Sabina Berman, tendría que haber cuidado ``celosamente que ningún productor ávido hiciera peligrar la integridad artística de esta obra...'' Sabina da por sentado que ello se cuidó, pero quienes hemos visto la escenificación sabemos que no es así.
Es verdad que el teatro Julio Prieto tenía a últimas fechas obras muy comerciales en cartel, con un público mal acostumbrado, por lo que no se podía dar el gran salto de convertirlo de pronto en un teatro artístico. El difícil equilibrio en que el autor estadunidense se ha mantenido entre lo muy propositivo y lo comercial (esta obra le valió su segundo premio Pulitzer, grandes elogios de la crítica y un gran éxito en taquilla) hacía ver a Tres mujeres altas como el puente ideal para que el espectador medio de este teatro se encontrara con la calidad de los teatristas del Foro, a quienes no se puede culpar por las fallas de Sandra Félix, tenida por todos como una de nuestras más talentosas directoras jóvenes. Si es verdad, como se dice, que las dos actrices mayores no se dejaron dirigir, Sandra quizá debería haber renunciado al proyecto, no tanto por la obra, sino por su propia integridad como artista. No fue así, cedió ante la posibilidad del éxito en taquilla --que lo tendrá, por supuesto-- y ello resulta muy decepcionante.
Tres mujeres altas es una obra sin conflicto visible, que muestra el doloroso paso de la confiada juventud a la madurez desesperanzada, a la vejez cínica y la senectud rapaz. Es sabido que Albee retrató a su madre adoptiva con la que sostuvo una difícil relación: ``...es cierto que no la quería bien, no podía tolerar sus prejuicios, sus odios, sus paranoias, pero sí admiraba su orgullo (...) Al acercarse a los 90 años, empezó a fallar física y mentalmente, me conmovió la sobreviviente (...) rehusándose a irse para abajo''. No es lo que vemos en el primer acto; tampoco se advierte esa recreación ``del horror y la tristeza'' que se propuso el dramaturgo. La indudable simpatía escénica de Carmen Montejo convierte el deterioro senil en algo comiquísimo: al parecer, resulta en verdad chistoso que la alta y altiva mujer pierda la memoria junto al control esfinteriano, llore las amargas lágrimas de la ancianidad. Esta lectura del texto --y las risas con que se celebran-- sí que producen todo el horror y toda la tristeza a quien intente otra visión. A ello habría que añadir las alteraciones al texto (que no pueden ser resultado de la traducción, dada la admiración que Weinstock tiene por su maestro) y las ``morcillas'' que la otrora excelente actriz va amontonando conforme el público le celebra sus gracejadas.
No es la única culpable. La muy bella Blanca Sánchez, a quien también se celebran sus 40 años como actriz, hace un trabajo muy exterior, muy acartonado, con la tendencia al giro constante para quedar siempre de cara al público. Y en cuanto a la poco experimentada Irela de Villiers muestra una tensión que sin duda se debe al desconcierto de lo que está ocurriendo en escena. El trazo de Sandra Félix es anticuado y convencional, con esa especie de ``gran final'' que remata todos sus desaciertos. Una escenografía sin mayor imaginación (que, si no se conociera el trabajo de Philippe Amand, se creería de algún decorador de set televisivo) ramplonamente ejecutada --basta ver ese par de ventanas que casi se podrían calificar de inadmisibles-- no nos permite advertir el oro de OCESA Presenta.
Sin duda el público disfrutará a sus anchas la gracia de Carmen Montejo, con lo que la parte comercial del proyecto estará a salvo. Pero la calidad teatral que esperábamos en esta primera propuesta del Foro de Teatro Contemporáneo en el escenario que ganó en comodato tendrá que esperar al siguiente montaje.