Jorge Legorreta
Deudas y beneficios hidráulicos

Las majestuosas obras hidráulicas anunciadas por el gobierno como Programa de Saneamiento del Valle de México, representan --por su monto y alcances-- el aspecto central a discutir en el recién iniciado proceso de transición del nuevo gobierno electo. Hay que llamar nuevamente la atención sobre los beneficios que de ellas recibirán los ciudadanos del DF, y también sobre los compromisos financieros asumidos por el gobierno federal frente a los organismos internacionales.

Se trata de una deuda y una elevada factura que el gobierno del presidente Zedillo pasará en los próximos años a los gobiernos locales. Hasta donde se sabe, el 60 por ciento lo cubrirá el DF y el restante 40 por ciento el gobierno del estado de México. Pero en estricto sentido, saldrá del bolsillo de los ciudadanos.

El programa de saneamiento incluye la terminación y el inicio de las obras hidráulicas más grandes construídas durante el siglo XX. La mayor parte del dinero para las obras se obtuvo de un préstamo directo por 775 millones de dólares que el Ejecutivo federal pactó en Los Pinos, el 9 de enero pasado, con el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Enrique V. Iglesias y con el Oversea Economic Cooperation Fund de Japón (365 y 41l millones, respectivamente). En tal compromiso participaron, como simples testigos de honor, la firma del actual regente, Oscar Espinosa y la del gobernador del estado de México, César Camacho.

Como es del conocimiento público, con tal dinero serán construidas, entre otras obras, cuatro gigantescas plantas para tratar un total de 75 metros cúbicos por segundo, lo que representaría en el mundo el mayor volumen de agua tratada en una ciudad. Además, como fue ciertamente afirmado por el Presidente en actos posteriores, es más del l00 por ciento del agua que se consume en toda la zona metropolitana. Sin embargo, en la finalidad y en los beneficios de tales plantas, hay aspectos que convendría tener en cuenta durante los encuentros de los respectivos equipos de transición. He aquí tres.

Por la ubicación de las cuatro plantas de tratamiento a la salida de los cuatro drenajes con que cuenta la ciudad, los habitantes o actividades en el Distrito Federal no tendrán beneficios directos. El agua tratada se canalizará al distrito de riego del Valle del Mezquital, en Hidalgo, y a las zonas agrícolas de Nextlalpan y Zumpango, estado de México.

La sustitución del agua negra por agua tratada mejorará, en efecto, el riego de las tierras que siembran alrededor de ll0 mil campesinos, pero siempre y cuando estén de acuerdo en cambiar sus cultivos.

Por otra parte, sería altamente riesgoso y hasta contraproducente, tal y como fue anunciado posteriormente, que el propósito del agua tratada sea también destinarla para reinyectarla al acuífero y disminuir los hundimientos del subsuelo. Hay que precisar que el tratamiento del agua en dichas megaplantas es el denominado primario, es decir, sin patógenos pero con altos contenidos de otras sustancias que podrían contaminar los mantos freáticos.

Por tal motivo, y con la finalidad de ampliar los beneficios de las plantas a los ciudadanos del DF, es obligada en tales reuniones de transición la presencia de las autoridades federales, específicamente la de la Comisión Nacional del Agua, dependiente de la Secretaría del Medio Ambiente (Semarnap).

Confiamos en la disposición política y el apoyo del Presidente, manifestados al nuevo gobierno a las pocas horas de su elección. Una propuesta podría ser la construcción en el DF de por lo menos una planta de tratamiento; o bien destinar una parte del financiamiento internacional para construir obras que aprovechen el agua de lluvia y la poca limpia que aún tenemos en algunos ríos, como el Ameca, el Santo Desierto y el Magdalena. Bastaría un l0 por ciento de monto global del financiamiento externo para edificar junto a ésos ríos --hoy altamente contaminados en sus partes bajas-- pequeñas presas, plantas y drenajes paralelos para volver a tener agua cristalina en todos su cauces.

Tales propuestas serían una buena forma de empezar a modificar las actuales políticas hidráulicas sustentadas en seguir construyendo desmedidos drenajes para desalojar principalmente agua pluvial; y posteriormente, como es el caso que nos ocupa, gigantescas plantas para tratar un agua limpia que la hemos revuelto con agua negra, pues a esos drenajes hemos mandado el agua que nos cae del cielo. De ese tamaño es el absurdo histórico.

Hoy los tiempos y las condiciones políticas han cambiado. Las nuevas fuerzas del Partido de la Revolución Democrática en el próximo gobierno del DF y en las cámaras legislativas serán determinantes para que las políticas hidráulicas y sus millonarios presupuestos sirvan también para aprovechar y preservar la naturaleza. Ojalá y así sea.