En el contexto general de la calma financiera surgida tras las elecciones del 6 de julio y de diversos indicios de recuperación económica, el tema cambiario persiste como fuente de incertidumbre y de polémica. Mientras que los empresarios exportadores aducen una sobrevaluación del peso con respecto al dólar y redoblan sus demandas y presiones para devaluar la moneda nacional con el fin de recuperar de esa forma sus niveles de competitividad en el extranjero, las autoridades económicas y financieras sostienen que la paridad del peso obedece a las fuerzas del mercado. Por su parte, los representantes del sector comercial se suman a la posición del gobierno y advierten sobre los peligros que conllevaría una depreciación de nuestra moneda.
En tanto, el Banco de México parece mandar señales contradictorias. Mientras que, por una parte, reitera sus profesiones de fe en el mercado y sostiene que la cotización cambiaria debe dejarse al arbitrio de la oferta y la demanda, por la otra, la institución no deja de mencionar los riesgos de una sobrevaluación y, a fin de atenuar esa tendencia, incrementa sus compras de divisas por subasta, es decir, retira dólares del mercado e induce con ello una revaluación de la divisa estadunidense frente a la moneda mexicana.
Para ubicar el problema en su justa perspectiva cabe señalar que en ámbitos económicos sólidos y estables, como el que México aspira a construir, las variaciones en el tipo de cambio son sucesos ordinarios que no impactan en forma dramática ni para bien ni para mal el desempeño económico general. En cambio, en nuestro país el término devaluación tiene una carga catastrófica de la que es difícil desvincularlo. En las últimas tres décadas nuestro país ha vivido atrapado en ciclos caracterizados por largos periodos sobrevaluatorios del peso seguidos de depreciaciones bruscas, así como de recesión, estampida de las tasas de interés, programas de ajuste, inflación galopante, desempleo masivo, postración de la planta productiva, contracción del gasto social, carestía y hambre.
Por ello, la necesaria desvinculación de un fenómeno cambiario de sus connotaciones negativas y trágicas no será un proceso rápido ni fácil. Sin embargo, si es cierto que hay una sobrevaluación significativa del peso, los temores que suelen ir aparejados con el tema devaluatorio no debieran ser obstáculos para estudiar con serenidad los mecanismos necesarios para readecuar el mercado cambiario en forma ordenada, paulatina y sin sobresaltos. En otros términos, es preciso conciliar las necesidades de competitividad del sector exportador --el cual, no cabe duda, desempeña una función clave en la perspectiva de la recuperación y el crecimiento-- con las certidumbres que requieren los otros ámbitos de la economía y, sobre todo, con las expectativas de mejoría y estabilidad que abriga la mayoría de la población, que ha sido víctima principal de los desarreglos cíclicos que hemos padecido desde 1976 a la fecha.