Margo Glantz
Stanley Spencer, gran pintor inglés

Próximamente quizá tendremos oportunidad en México de admirar la obra de Stanley Spencer, nacido en Coockhan, Berkshire, en 1891 y muerto allí en 1959. Spencer fue un típico representante de una Inglaterra ya desaparecida, el noveno hijo de una familia numerosa, cuyo padre William era un excéntrico que solía pasear por el pueblo en bicicleta de mujer, a veces en pijama y con pantuflas, recitando a Ruskin, además de ser organista de la iglesia del pueblo y quien, a pesar de ser autodidacta, colocó en la puerta de su casa una placa de bronce con estas palabras: ``William Spencer, profesor de música''.

Casi todos sus hijos tocaron algún instrumento, Stanley el piano; casi todos los hijos tuvieron un gran talento y destacaron de alguna manera u otra. Un hermano, el tercero, Horace, era mago y borracho y en una de sus borracheras se precipitó con todo y bicicleta en el Támesis. Spencer fue educado en casa por sus hermanas mayores; el padre tenía a domiclio una biblioteca circulante, atendida por los dos hermanos menores, Stanley y Gilbert, quienes serían a diferencia de los otros hermanos, pintores. Allí se leía a Bunyan, a Ruskin, y sobre todo la Biblia que la familia conocía a la perfección y que tendría enorme influencia en la obra de Stanley. El cuarto de los niños, el cobertizo en donde recibió sus primeras lecciones de parte de sus dos hermanas mayores, la iglesia del pueblo, el bosque de Coockham, sus calles constituían su universo y por esos limitados parajes habrían de deambular más tarde sus personajes bíblicos, con sus Cristos y sus resurrecciones.

En 1907 fue a estudiar a un Instituto Técnico en Maidenhead, y luego bajo el patrocinio de una mecenas, Lady Boston, se inscribió en Londres en la Slade, escuela de pintura donde estudiaron los más importantes pintores ingleses de la primera mitad del siglo XX (Marc Gertler, Dora Carrington, David Bomberg, Paul Nash, CRW. Nevinson, Edward Wadsworth, etcétera). Inscrito aún en la tradición clásica inglesa de los prerrafaelistas, Spencer empezó pintando dibujos dentro de la línea de ilustradores de la segunda mitad del siglo XIX, Rossetti, Millais, Rackham, Crane. Muy tradicionales los dibujo y sin embargo ya reveladores de la genial pintura que debería desarrollar más tarde, y que él mismo describió así: ``Es significativo para mí que haya intentado en esos primeros dibujos reunir las tres principales vertientes de mi vida, de manera casi inconsciente, es decir, mi estancia en la Slade y los cursos de modelos al natural, mi vida cuando niño en mi casa y el sentimiento bíblico que lo permeaba todo''.

Menudo, bajito, infantil, Spencer poseía sin embargo una energía descomunal que le permitió pintar una enorme cantidad de cuadros extraordinarios, escribir innumerables cartas (algunas de más de 100 páginas) y voluminosos diarios, además de explicaciones exhaustivas sobre la significación de sus pinturas. También soportar una vida terrible, austera, imposible: se casó con una muy buena pintora, Hilda Carline, con quien tuvo dos hijas: Shirin y Unity, y de la cual se divorcio al caer en una mórbida pasión por otra pintora, la mediocre y calculadora Patricia Preece quien fue su esposa y con quien nunca tuvo relaciones matrimoniales: ella vivía con otra pintora Dorothy Hepworth y, en palabras de Hilda, ``estaba incapacitada físicamente para sostener relaciones con un hombre''. Spencer pretendía conservar a sus dos mujeres y de cierta manera --after a fashion-- nunca le fue infiel a Hilda, a quien siguió visitando y a quien continuó escribiendo largas cartas aún después de muerta, que iba a leerle delante de su tumba, tema de uno de sus cuadros más memorables. Por Patricia Preece que lo estafó, que le quitó su casa, el usufructo económico de muchas de sus pinturas, que lo recibía en la cocina como si fuera criado y ella duquesa, que se refería despectivamente a él como ese ``sucio'', ese ``chaparro'', por esta mujer Spencer vivió durante más de 10 años acribillado de deudas, permitió que sus hijas estuvieran en la miseria, su antigua esposa cayera en la locura y se viera obligado a pintar paisajes para pagar miles de deudas contraídas primordialmente para comprarle joyas, vestidos y ropa interior de seda.

Suena a melodrama y quizá lo es. ¿Por qué se dejó explotar así? Quizá y esta es una hipótesis: porque siendo un aldeano y ella una mujer de la clase alta, Spencer se comportaba como vasallo, pero sobre todo, y esta es la explicación que más me gusta, porque le sirvió de modelo, porque Patricia le permitió retratarla desnuda junto a él, ambos exagerados y grotescos con una desnudez que los acercaba peligrosamente a una animalidad de matadero, esa visión del cuerpo humano que sin Spencer jamás hubiesen podido pintar ni Bacon ni Lucien Freud, esa visión que aniquilaba totalmente una forma de sexualidad y una forma de vida, la que conocemos como victoriana.