Horacio Labastida
EZLN en el mundo

Cuando José María Luis Mora redactó el Manifiesto del Partido de los Hombres del Progreso (1833), advirtió desde entonces con claridad que los principales intereses de la sociedad responden a dos situaciones económicas y políticas, a saber: la de quienes postulan el mantenimiento de los intereses creados, independientemente de los agravios que puedan inducir en las masas, y la de los parciales de un cambio en beneficio de la armonía y el equilibrio de la colectividad. La lucha tuvo perfiles muy definidos en la época de Mora. Los conservadores defendían a las élites legatarias del virreinato español --comerciantes, clero, obrajeros, prestamistas, latifundistas y contrabandistas ingleses y estadunidenses sobre todo--; y los progresistas personificaban a clases medias populares, campesinos, trabajadores y burócratas públicos y privados, o sea, familias escasamente participantes en los ingresos materiales.

Pero la percepción de Mora no se limitó al análisis de las dualidades clasistas en los inicios de nuestra historia, pues al lado de éstas vio cómo sus distintas posiciones correspondíanse con variadas maneras del poder político: los conservadores querían una república comprometida con la inmovilidad indispensable al aumento de sus ganancias y de su peso en las decisiones públicas; los otros, por el contrario, buscaban una república capaz de elevar los niveles de vida de las mayorías. Y precisamente en el entrelazamiento de los intereses contradictorios de grupos con diferentes opciones de poder, ocurrieron los fatales acontecimientos que echaron abajo los programas avanzados del vicepresidente Valentín Gómez Farías y encumbraron al supuesto héroe de 1829, Antonio López de Santa Anna.

Durante los siguientes cuatro lustros, el santannismo se arraigaría como un núcleo político autoritario y dominante --se trata de la primera fase militarista del presidencialismo mexicano--, al maniobrar hábilmente con las antinomias internas de las élites para venderles, en vergonzosas subastas, el apoyo de la dictadura a quien ofreciera las mejores ventajas. Esta atmósfera de sombras y tragedias es la que obligó al autor del iluminante Manifiesto de los Hombres del Partido del Progreso, a exiliarse en París durante el resto de su vida.

La visión de 1833 se ha repetido en la patria hasta el presente. Un pueblo permanentemente enajenado por minorías encumbradas es el retrato verdadero de nuestra historia pasada y contemporánea. ¿Cuál es el papel que el Estado ha jugado en la sociedad? El mismo, por desgracia, que uno de los dioses más antiguos del panteón romano. Jano es una deidad con dos caras opuestas, una mira hacia adelante, y la otra hacia atrás. El Estado en México ha tenido también dos caras: la democrática, esperanza siempre deseada, es la del pueblo; la otra, desligada de las demandas nacionales, es la del gobierno; y semejante doblez se traduce en el empobrecimiento general de la población y en el enriquecimiento de élites locales y extranjeras elevadas al nivel de estrato dominante garantizado por el presidencialismo autoritario.

Luego de más de siglo y medio de apuntalarse de un modo u otro con el latifundismo del siglo pasado, la imaginaria burguesía nacional del presente y las fuerzas del capitalismo trasnacional en la actualidad, la gran mentira del Estado mexicano, enmascarador de dicho presidencialismo autoritario, fue denunciada abiertamente el 1o de enero de 1994, en célebre mensaje de los zapatistas insurrectos en las montañas y barrancas lacandonas de Chiapas. El mensaje insta al resto de la población a batallar por establecer en México una sociedad verdadera, libre, justa y digna, a romper con la enajenación que nos ha engarzado en la servidumbre material y espiritual desde la derrota insurgente de 1815. Urge romper con esa conciencia falsificada, afirman los zapatistas, para hacer de la historia de México una historia noble y cierta, en lugar de la falaz y sórdida en que ha estado inmersa.

La significación universal de aquel mensaje de 1994 del EZLN, ha sido nuevamente reconocida y reafirmada en la segunda Reunión Intergaláctica, celebrada en España. Con enorme euforia y manifiesta alegría, las palabras de Dalia y Felipe como representantes zapatistas, son vitoreadas y aplaudidas por hombres y mujeres de todas las naciones del planeta. Igual que en 1994, Dalia y Felipe convocan a los pueblos a luchar incansablemente por la verdad, la justicia y la dignidad de todos los hombres. En la Europa rebelde y digna de nuestros días fueron plantados y ya florecen los símbolos ecuménicos del EZLN: los símbolos de la verdad, la libertad, la justicia y la dignidad.