Antonio Gershenson
Más sobre el IVA

En la discusión que ha habido en estos días sobre si se reduce el IVA o no, hubo quienes plantearon la discusión como una confrontación de principios, o en términos de si se cambia o no la política económica. En general, podría suceder que una medida así se inscribiera en un cambio de política económica, pero la verdadera historia de este asunto no lo plantea así.

Un antecedente de la actual discusión es el hecho de que, a partir del 1o. de abril de 1995, se aumentó el IVA del 10 al 15 por ciento. ¿Acaso había una política económica hasta el 31 de marzo de ese año, y otra diferente desde el 1o. de abril? Lo cierto es que nadie entonces, ni del gobierno ni de la oposición, lo planteó así.

La línea de argumentación para ese aumento del IVA era por el lado de que, ante la crisis, y al recaudarse menos impuestos sobre la renta porque ésta se reducía, el fisco necesitaba más recursos. Otro elemento que, en los hechos, llevó a esa decisión fue que reduciría el consumo interno al aumentar el precio final de las mercancías sin un aumento en el ingreso mayoritario, con lo cual se liberarían recursos para las exportaciones y, al deprimirse más la economía, eso haría más fácil estabilizar las finanzas públicas y contener los precios, al haber menos compradores.

La crisis precipitada por las fuertes devaluaciones del peso fue la coyuntura en la que se apoyó la decisión, y la argumentación, para aumentar el IVA del 10 al 15 por ciento. El principal problema de haber abordado de esta manera específica el problema de la necesidad de recursos para el fisco, es que el IVA, tal y como está, afecta más a la población de menores ingresos. Y, aquí sí en conjunto con otros elementos de la política económica, favoreció el aumento de las desigualdades: más multimillonarios a la lista de la revista Forbes, pero también más desempleados y menos ingreso real de la gran mayoría de los que habían conservado el empleo.

Ahora todo el discurso oficial habla de la recuperación. Pero no sólo es el discurso: aunque la recuperación también ha sido muy dispareja, y a muchos no les ha llegado, el hecho es que la economía del país crece, el producto interno bruto aumenta, y el valor de la producción industrial también. El planteamiento de reducir gradualmente el IVA no implica, por lo mismo, un cambio en la política económica. Implica un retorno gradual, e incluso lento, a la situación anterior, a la situación de principios del actual gobierno.

El planteamiento de que se aumente el IVA a artículos de lujo tampoco es nada extraterrestre; hace unos años así era y no se acabó el mundo. Y si en otra época el IVA diferenciado pudo ser pretexto para aumentar la burocracia para los cálculos, ahora el asunto se resuelve contratando por un día a un buen programador para el sistema de cómputo. Entiendo que ahora nadie, en la Secretaría de Hacienda o en la nueva institución de recaudación fiscal, hace las cuentas a lápiz. Y las cajas de las tiendas de autoservicio ya han sido reprogramadas en diferentes momentos sin mayor problema. Por lo demás, el sistema de impuestos es de tal manera complicado, que será muy pequeña la diferencia si los que venden caviar, que no son precisamente los estanquillos, le tienen que aplicar el 20 por ciento en vez de la tasa general.

Como lo dijimos aquí la semana pasada, el primer efecto de la reducción gradual del IVA será el contrario del que tuvo su aumento brusco: ayudar a reactivar la economía, también gradualmente. Y, de paso, hacer que nuestro sistema fiscal sea un poco menos inequitativo.