Si la mala suerte se anuncia con una representación bella, un esteta no le hace el signo de la cruz. los creadores de estrellas de cine, en cambio, se deshacen de éstas una vez que la representación por la que las descubrieron deja de ser arrollante. En Marlene Dietrich, las piernas, cuando aparecieron otras más bellas. O la voz, cuando la de Pola Negri estuvo a punto de desbancarla. No hay manera de existir completo ni para siempre, ¿O sí?
El gran Primo Levi escoge una característica de un personaje; si es arrolladora, aunque el resto del personaje sea ordinario en todos sentidos, es la que elige y sobre la que edifica un retrato. Caras y voces lo perseguían durante décadas. Se había creído liberado de su experiencia en Auschwitz, el campo de la muerte, pero el recuerdo renunció al silencio. El pasado no se agota para el observador, quizás involuntario, pero predestinado.
Levi escribió dos libros una vez que se vio a salvo. Creyó que con ellos de veras lograría sobrevivir. Pero sobrevivir no es fácil para un testigo tocado por el destino. Levi quería superar lo que vivió. Llegó a la conclusión de que con una pregunta sería capaz de recoger el horror, depositarlo a salvo y, en consecuencia, él quedar libre para que la vida le permitiera reintegrarse a sus quehaceres previos al horror. Previos, también, a su actividad de resistencia contra el horror.
Vio reducido al hombre a tan baja categoría que se preguntó si, comprimido como quedaba bajo el horror, tanto la víctima como el victimario, orillados los dos al horror, seguían siendo hombres. La pregunta contenía cuanto era necesario para que, quien logró formularla, pudiera sobrevivir. Pero, para Levi, el pasado se mostró inagotable. Levi se vio precisado a atenderlo. Qué, quiénes. Suplican. ``Devuélvenos la vida'', insisten, persisten, ``aunque sea en forma de personajes literarios''.
Levi renunció a sobrevivir en favor de hacer sobrevivir a los muertos y los desaparecidos. Su vida consistió en dar su vida para que sobrevivieran los muertos. Si les doy vida, habrá pensado, su dolor se aliviará. Pero el tiempo es poco, aun para un sobreviviente fantasma. De ahí que deba saber escoger, encontrar la representación ideal de las voces y las caras del recuerdo.
Levi elige a Rappaport. Un polaco tosco y vulgar, pero amante de Italia. Abandonó la gris Polonia para hacerse médico en la bella y alegre Italia. Su brusquedad lo hacía arrojar un plato de mala sopa por la bajada de un refugio en donde se encontraban dos compañeros italianos. La emoción de refugiarse con ellos, de recordar su italiano, lo orillaba a exhibir su vulgaridad. ¿Por qué rescatar Levi a Rappaport? Porque en medio de la falta de tacto de Rappaport podía aparecer ``un atisbo de virtud''.
No importa cuál sea la cualidad que descubras en una actriz, pensaban los creadores de estrellas; puede ser que sea la belleza, la docilidad; puede referirse a una mujer ordinaria o amenazante. De lo que se trata es encontrar qué la representa, descubrir qué la representa, y luego edifica tu estrella a partir de esa representación.
En la cueva del refugio, a Rappaport se le ocurrió que era el momento de hacer su testamento, allí, ante los dos italianos que lo que deseaban era tratar de dormir mientras pasaba la alarma. Dice Levi que esos momentos en que la sentencia parece levantarse son ideales para que asome la virtud o cobre realidad la verdadera fisonomía de un condenado.
Rappaport llamó testamento a la representación del balance de su vida. Mientras pude, les dice en italiano, comí y bebí. No dejo cuentas pendientes. Sería raro que yo me fuera antes que ustedes, par de infelices; pero mi bomba no tarda en llegar y no puedo desperdiciar esta oportunidad. Díganle al mundo de mi parte que me voy limpio y con todo lo bueno que viví; diganle que nadie ni nada logró quitarme lo que viví. Por eso en el otro mundo, si me encuentro a Hitler, podré escupirle con todo derecho a la cara. No me venció, no me quitó todo lo bueno que aprendí.
Sustituible por Pola Negri, Marlene Dietrich siguió adelante. Extemporáneamente a los ojos de los creadores de estrellas y de los espectadores exclusivos de estrellas hechas, cantó en público una canción de horror a la guerra. ¿Qué se hicieron todas las flores? Fueron a dar a jovencitas; las jovencitas, a hombres jóvenes; los hombres jóvenes, a soldados; los soldados, a tumbas; las tumbas, a flores, ¿Cuando aprenderán? ¿Cuándo, cuándo aprenderán? Escribió y compuso Peter Seeger. Marlene Dietrich, un cuarto de siglo después de su época de oro, concentró en la palabra ``tumbas'' la representación de su verdadera fisonomía y, en medio de su inexpresividad, hizo aparecer en escena su puño, y lo hizo contener absolutamente toda la representación de su verdadera posición de sobreviviente.
Hy estrellas que no caen. Un esteta descubre en ellas su brillo representativo y lo hace brillar a través del pasado inagotable. Algo, alguien, siempre, permitirá que sobreviva la verdadera fisonomía de tu corazón.