La Jornada Semanal, 3 de agosto de 1997
Llamaré desierto al castillo que fuiste,
noche a tu voz y a tu rostro ausencia.
Cuando caigas en la tierra estéril
llamaré nada al rayo que te entrego.
Morir es un país que amas.
Viajo eternamente por tus caminos sombríos,
destruyo tu deseo, tu forma, tu memoria.
Soy tu enemigo y no tendré piedad.
Te llamaré guerra
tomándome contigo todas las libertades de la guerra
y tendré entre mis manos tu rostro marcado y oscuro
y en mi corazón ese país que ilumina la tormenta.
Traducción: Patricia Rivas
Nunca le pregunté al destino si me tocaba seguirte.
Simplemente me fui. Me desnudé y te dije:
``Bajemos. Metámonos más hondo en el infierno.
Hagamos ahí dentro en lo oscuro el paraíso del placer.
Abre la puerta negra Hurga Entra
Desciende el misterioso abismo.''
Y tu pasión fue mía y tu goce.
Luego te di mi alma y te dije:
``Haz de mi fuego el tuyo
Bebe de mí Muere de amor conmigo.
Te haré mitad demonio y mitad santo.
Te saciaré con látigos y con cilicios
Te ataré a la pilastra y al muro
y la cruz del martirio hasta que estalles''.
Y me arrojé contigo al precipicio.