La Jornada lunes 4 de agosto de 1997

Iván Restrepo
Un río que era vida

``El río era vida, alegría y gusto de sus pobladores'', según testimonio de los campesinos del municipio de Santa María Ayoquezco, en Oaxaca. Para ellos, la agricultura, la caza y la pesca eran fuente de su sustento. La pesca desapareció al contaminarse el río, cuyas aguas tampoco sirven ya para irrigar las siembras de alfalfa, hortalizas y maíz; para que vacas, bueyes, chivos, borregos, mulas y caballos sacien su sed. Era agua limpia, al igual que la de El Salado, que pasa por San Antonio de la Cal, cerca a la ciudad de Oaxaca; o de otro que proviene de San Bernardo Mixtepec, así como de innumerables arroyos que le daban vida al Atoyac hasta desembocar al río Grande y, a través de éste, tributar al Océano Pacífico.

Los lugareños sostienen que lo que ahora le ocurre al río no solamente es un atentado contra la flora y la fauna, sino principalmente contra la vida humana pues el agua del subsuelo también se está contaminando al convertir el Atoyac en destino final de diversas sustancias. Precisamente las autoridades de otro municipio, San Pablo Huixtepec, detallan cómo a dicha corriente van a dar las aguas negras de Oaxaca y poblados ribereños infestadas de virus y bacterias; o los residuos químicos provenientes de industrias y talleres, a los que se agregan los desechos de los hospitales públicos y privados que no ejercen control sobre tan peligrosa basura. En muchas partes de la cuenca todas esas sustancias forman una capa que obstruye la filtración del agua de lluvia por lo que los mantos freáticos se abaten cada vez más. Ya ni la arena es buena. Si alguien duda de la contaminación del río, que los vecinos lo lleven a sus orillas. Aquí la fetidez lo dice todo.

En San Pablo Huixtepec también se dedican mayoritariamente a las labores agrícolas. Pero no utilizan en ella líquido del río porque mata las cosechas. Y algo más grave: temen que el agua que extraen del subsuelo para sus necesidades hogareñas se contamine más por su cercanía al lecho del Atoyac convirtiendo en inútil y peligrosa la cloración que ahora efectúan. A la presidencia municipal de San Pablo llegan denuncias donde se ilustra el desastre ecológico que registra esa zona, antes limpia. Temen la llegada del cólera que azotó comunidades vecinas.

Continúan los testimonios, esta vez de quienes viven en San Juan Bautista la Raya, cerca de la capital oaxaqueña. Junto con los de San Antonio de la Cal, San Agustín de las Juntas, San Bartolo Coyotepec y las colonias Emiliano Zapata y Reyes Mantecón, recuerdan la importancia del río y sus afluentes pues les permitía sembrar caña de azúcar, chícharo, haba, frijol, alfalfa y, lo principal, maíz. Hoy no logran producir ni para el autoconsumo porque sus aguas ya no sirven ni para que beban los animales. Otro río todavía no convertido en cloaca, el Chiquito, está amenazado por los drenajes de las colonias que crecen al sureste de la ciudad de Oaxaca.

Por su parte, los campesinos de Santa María Coyotepec y poblaciones circunvecinas piden que se aplique la ley y se castigue penalmente a los establecimientos y empresas que deterioran el Atoyac con sus desechos. Escritos en busca de ayuda van y vienen y nadie les hace caso: ni el gobernador, ni la legislatura local. Menos las autoridades federales, ocupadas en asuntos más importantes. Saben que sí hay soluciones técnicas y recursos para limpiar el río, pero se dedican a obras suntuarias, como empedrar dos kilómetros de la margen del río a su paso por la capital del estado, que costará 10 millones de pesos y engordará el bolsillo de los contratistas.

Ante la falta de respuesta oficial, decenas de pueblos ubicados en la cuenca del Atoyac recurren a su centenaria herencia de trabajo comunal y suman ahora esfuerzos para resolver los problemas que les ocasiona el deterioro del citado río. En esa tarea, cuentan también con el apoyo de las fundaciones defensoras del patrimonio cultural y natural de Oaxaca, que presiden los maestros Francisco Toledo y Rodolfo Morales. Precisamente el próximo sábado se realizará en San Pablo Huixtepec la primera de varias reuniones en las que las autoridades locales y la ciudadanía trazarán las líneas de acción más adecuadas para lograr que, finalmente, las instancias estatales y federales tomen medidas para prevenir la contaminación del agua y, en el largo plazo, restituirle la salud ambiental al río que era ``vida, alegría y gusto''.