Las derrotas del PRI no significan el fin del partido de Estado, advierte Marcos en su comunicado
II.- El espacio democrático en disputa
Dice Zapata:
``El señor Madero ha caído en el lazo de los científicos, actúa, sin saberlo o sabiéndolo, para su ruina; la paz que pregona es garantía para el rico y azote para el indio.''
Con las elecciones del 6 de julio de 1997 se ha abierto un espacio que puede ser de democracia, libertad y justicia, o de simulación y engaño. Este espacio está en disputa. Lo quieren hacer de su lado los poderosos y sus seguidores; y, en sentido contrario, luchan por considerarlo y ensancharlo las fuerzas populares y ciudadanas.
La derrota electoral del PRI en algunas partes de la República no significa el fin del sistema de partido de Estado y la democratización del país. Hay una lucha seria para que nada de lo fundamental cambie. El Poder sabe que es grande su margen de maniobra y cooptación, nunca antes unas elecciones fueron tan saludadas por el gran capital y por el Poder internacional. Por eso, mientras duran los festejos por la victoria y las nostalgias por la lucha, el Poder teje su red embaucadora y ya aparecen los pillos de siempre, a veces con otro nombre o con otro color, pero siempre con la misma infamia.
El gran actor (hoy difuso e inmóvil) del 6 de julio en el México que ha conseguido hacer valer su rebeldía por medios pacíficos, es la sociedad civil. Esa complicada mezcla de obreros, campesinos, amas de casa, maestros y estudiantes, profesionistas, pequeños y medianos empresarios, y etcéteras que se escapan a las clasificaciones sociológicas, ha podido construir y llevar adelante un movimiento de insurgencia ciudadana que debe ser no sólo reconocido, sino saludado e imitado, con la especificidad lógica, en donde haya condiciones para ello. En este México, la sociedad civil ha logrado abrir un espacio democrático.
Este espacio democrático tiene en la ciudad capital su más importante punto de disputa. En ella, en esa ciudad y en lo que en ella pase o deje de pasar, cifran esperanzas y sueños los que siguen mudos y atados, los de abajo, los otros méxicos. Nosotros vemos en lo que puede pasar en esa ciudad la posibilidad real de que un movimiento pueda crecer, desarrollarse y hacerse dueño de sí mismo y de su destino (que no otra cosa quiere decir ``soberanía''), la posibilidad de que un movimiento de insurgencia popular pueda transitar por el camino más incluyente: el civil y pacífico.
Un hombre puede llegar a simbolizar esta posibilidad de que la insurgencia ciudadana se traduzca en democracia, libertad y justicia para todos. Su nombre es Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el hijo del general. De abanderado en la lucha pacífica por la democracia en México, se ha convertido en bandera. Su posesión, lo que significa, se la disputan los poderosos y los de abajo. En torno a lo que él representa se concentran fuerzas de todos lugares del espectro político nacional e internacional. No está en juego el gobierno de la ciudad más poblada del mundo, está en juego la posibilidad de una transformación radical por vías pacíficas, apoyada en y por los movimientos ciudadanos y populares; o de una simulación, apoyada en y por los grupos de Poder nacionales y extranjeros, que deje intocados los problemas fundamentales de la Nación.
Que por él, el luchador por la democracia que se atrevió a desafiar el autoritarismo de Salinas de Gortari, hablen sus actos. Nosotros sólo señalamos el aspecto fundamental (hoy olvidado) de lo ocurrido el 6 de julio de 1997: la mayoría de la sociedad manifestó su descontento y rechazo a la política gubernamental de Salinas-Zedillo y a su partido, a lo que representan y a lo que significan.
Este movimiento de descontento ciudadano provocó la apertura de un espacio que puede ser de democratización o de simulación. Si se detiene, no pasará de ser una anécdota más en la nostalgia popular. Si sigue moviéndose y avanza se convertirá en una posibilidad real, la posibilidad del tránsito pacífico a la democracia, la libertad y la justicia.
Esta posibilidad, todavía negada para los otros Méxicos, enfrenta enemigos fuertes, no sólo de fuera, también de dentro del movimiento. Producto de un movimiento ciudadano y popular, los líderes se arrebatan la palabra para pedir prudencia, madurez, e... ¡inmovilidad!
En el centro del ya de por sí congestionado centro político, el centro-centro (que ahora se incrusta en los partidos políticos, mientras alcanza a despegar como una fuerza partidaria autónoma) ofrece lecturas, consecuencias y... recetas. Ahora empieza a ponerse de moda entre esta clase política la idea de que ``las escaleras se limpian de arriba para abajo'', y que desde el Poder se va a operar la transición de México a un país con democracia, libertad y justicia. A los desposeídos, dicen, sólo nos queda esperar a que la escoba llegue hasta abajo. No hay que moverse --dicen--, hay que estarse quietos.
Pero quienes apuestan a la inmovilidad, a esperar que desde arriba vengan soluciones y milagros, sólo apuestan a la derrota. Dicen que, como las cosas ya cambiaron, no hay que movilizarse para no hacerle problema a los nuevos políticos en el gobierno. ¿Por qué? ¿No fue la movilización la que derrotó al PRI ahí? ¿No fue la movilización la que abrió este espacio que puede ser de esperanza para todos los desposeídos de este país?
El siempre oportuno ``centro político'' está convencido de que los grandes males de México proceden de arriba (y en esto no se equivoca), y que de arriba deben proceder los grandes bienes. Piensa que la democracia, a fuerza de entrar en la cabeza y corazón de gobernantes y empresarios, los obligará a ser buenos y honrados. Que basta que sea otro el color político del que gobierna para que el reino, siempre el reino, de la felicidad se imponga. Supone que la tarea de un nuevo gobierno es reparar y enmendar, no transformar.
Para el ``centro'', las fuerzas que han servido a los que nos impusieron la pesadilla actual, ahora servirán al pueblo. Piensan los centristas que la democracia se puede apoyar en la misma clase política que se ha erigido a sí misma en el símbolo que los ciudadanos rechazan y que, los que pudieron hacerlo, repudiaron con votos que decían ``No'' al tachar otro emblema que no fuera el del Revolucionario Institucional. Olvidan que el cambio de hoy vino de abajo.
Con esa misma lógica, el ``centro'' nos pide, nos exige, una firma pronta de la paz y una rápida conversión en fuerza política ``institucional'', es decir, convertirnos en una parte más de la maquinaria del Poder.
A ellos nosotros les respondemos ``NO'' y no lo entienden. No comprenden el que nosotros no estemos de acuerdo con esas ideas. No entienden que no queramos cargos o posiciones en el gobierno. No entienden que nosotros luchamos no porque las escaleras se barran de arriba para abajo, sino para que no haya escaleras, para que no haya reino alguno. No entienden que no queremos una paz que sólo significa renombrar la esclavitud y la miseria, otra forma menos fuerte de decir ``muerte''. No entienden que la paz que pregonan, la paz de los de arriba, es sólo garantía para el poderoso y condena para los de abajo.
La disputa por la apropiación del espacio abierto por la insurrección ciudadana del 6 de julio alcanza a todos los actores políticos. No sólo se da en torno a la figura de Cárdenas, también en torno al rumbo y definición del PRD. Al interior de la izquierda electoral se renuevan los ataques a las posiciones radicales, y el Poder lucha por transformar, a quienes ayer se opusieron a sus arbitrariedades, en nuevos relevos de sus caducos administradores.
El dueto opción de gobierno-principios de lucha no debiera convertirse en contradicción en una organización que lucha por el poder. Pero cuando el ser opción de gobierno empieza a cobrar en concesiones, titubeos y tibiezas para hacerse real, los principios entran a luchar en las cabezas y pechos de quienes creen que la opción de gobierno debe ser consecuente con los principios. Su lucha es contra quienes creen que el convertirse en una opción de gobierno real es lo más importante, y que en aras de ese objetivo se pueden sacrificar principios, planes y programas, en fin, todo lo que define a una organización política y la hace diferente de las otras (y, por tanto, la convierte en opción).
Esta contradicción vale para todas las fuerzas políticas que luchan por el poder y, tarde o temprano, se resuelve. O se redefine la organización partidaria y su lugar en el espectro político, o consigue que esos principios políticos sean los que la convierten en opción de gobierno.
Si el PRI intenta ahora su enésima ``reforma'' es algo que no desvela ni a los priístas. De su crisis ya recurrente y cada vez más aniquiladora poco puede salir, por más que se esfuercen los gobernadores del ``Cártel del Sureste''. El principal operador del desmantelamiento del PRI está en la silla presidencial, se apellida Zedillo, y no ha hecho sino continuar el proyecto de su antecesor en Los Pinos: relevar al PRI como principal sostén del gobierno.
Si el PAN revisa en estos momentos sus principios y prácticas es porque cree que éstas, que son de derecha, no le aseguran del todo el ser una opción de gobierno. Hasta antes del 6 de julio de 1997 no había problema, pero el poco entusiasmo que despertó una propuesta de derecha entre los capitalinos obliga a reflexiones y revisiones. Felipe Calderón H., presidente de Acción Nacional, declaró en el Consejo Nacional que su partido ``necesita también una revisión detallada de sus principios de doctrina'', y más adelante se quejó de que surjan ``así sea esporádicamente, comportamientos de dirigentes o gobernantes que muestran rasgos de intolerancia o conservadurismo''.
En el caso del PRD esto se da de manera más palpable y cruda. Sus militantes reconocen que hay una disputa sobre el perfil del PRD. Una lucha entre quienes dicen que lo más importante es ser una opción real de gobierno y hay que ``adaptarse'' al perfil del electorado a conquistar, y los que dicen que debe trabajarse para que el perfil de izquierda del PRD conquiste al electorado como una opción real y deseable de gobierno.
Nosotros pensamos que es necesaria la existencia de una opción electoral de izquierda. Es necesario que una alternativa nueva, que se base en los principios de la igualdad social, la democracia, la libertad y la soberanía nacional, exista en el escenario de los partidos políticos nacionales. Pensamos que es necesario que exista una organización de izquierda que aspire a la toma del Poder y que consiga el apoyo de la mayoría de los ciudadanos.
El hecho de que nosotros no aspiremos al poder, no significa que nos opongamos a los que luchan por obtenerlo. Nosotros luchamos contra la relación que existe entre Estado y ciudadanos, donde el primero prescinde, como no sea para imponerse, de los segundos. Y esta relación de dominación se puede dar con un gobierno de derecha, de centro (si es que en realidad existe) o de izquierda. Por eso luchamos por el ``mandar obedeciendo''. Pero también sabemos que este precepto pudiera cumplirse mejor, cuando menos en teoría, por una opción de izquierda.
Si la crisis en el PRD se resuelve arrojándolo a los brazos del ``centro'' o consolidándolo como opción electoral de izquierda es algo que se decidirá en el PRD y por los perredistas. Como quiera, según anuncian discursos, deslindes y pronunciamientos, ya empieza a insinuarse la posibilidad de que quede un hueco, precisamente el que se encuentra en el lado izquierdo del tablero político electoral.
En política no hay vacíos que duren. Cuando apenas se dibujan, se llenan por nuevos actores o por un reacomodo de los ya existentes.
Como quiera, y crisis partidarias aparte, sigue ahí el espacio abierto por los ciudadanos y sigue ahí la disputa por el rumbo que deberá tomar: o la inmovilidad que permita la recomposición de la pesadilla, o el movimiento que profundice y ensanche ese espacio hasta hacerlo nacional y para todos.
Un espacio para resolver...
(Mañana, la tercera parte de este comunicado)