En el Segundo Encuentro Intercontinental contra el Neoliberalismo y por la Humanidad, en España, no hubo una mesa propiamente de política según algunas versiones que he recogido. En otros términos, no se discutió sobre problemas de estrategia ni formas de organización para luchar contra el neoliberalismo; por lo que los partidos políticos, las elecciones, los regímenes políticos y el Estado estuvieron ausentes como temas a debate.
Pareciera que entre los jóvenes europeos, que en mayoría fueron los que estuvieron allá, hubiera un fuerte rechazo a la política y a los asuntos del poder, como si el neoliberalismo y sus consecuencias sociales fueran obra de la casualidad o de una entidad metafísica y no de estructuras de poder derivadas de la lógica de concentración de capital a escala planetaria.
Mi apreciación, porque ya he discutido con muchos de ellos tanto acá como en Europa, es que un buen número de simpatizantes del zapatismo son de filiación anarquista (algunos sin saberlo) y, en el extremo, como me lo han dicho ellos mismos en varias discusiones, que los zapatistas son, en su interpretación y a su conveniencia, anarquistas o cercanos a esta corriente.
Yo pienso que la interpretación anarquista del zapatismo es, además de elemental, incorrecta, lo que no debe verse como un rechazo de mi parte a que los anarquistas se sientan identificados con el zapatismo ni, mucho menos, a que se solidaricen con él. Lo interesante del zapatismo, entre otras cosas y a mi manera de ver, es que ha abandonado el maniqueísmo del pasado entre las corrientes de la izquierda. Es decir, que el zapatismo, en mi modesta interpretación, ha tenido la virtud de salirse de un solo cuadro interpretativo y de no funcionar, en su propuesta y en su acción, en una sola línea del pensamiento revolucionario ni de manera dogmática.
En el reciente comunicado del CCRI-CG del EZLN (8/8/97) se propone implícitamente la combinación de, por lo menos, dos estrategias organizativas de lucha que no necesariamente se excluyen: por un lado la organización de la llamada sociedad civil que no milita en partidos políticos ni aspira a posiciones de poder (FZLN) o que, incluso teniendo afiliación a los partidos, no aceptaría direcciones que actuaran separadas de ella o, de otra manera dicho, en connivencia con el poder que supuestamente se combate y se quiere sustituir; y por otro lado, la organización política que por la vía de las elecciones u otras formas de acción en el ámbito institucional se propone un cambio de régimen, en una nueva correlación de fuerzas sociales, y desde el poder intentar la modificación profunda del estado de cosas.
En otras palabras, el EZLN está aceptando, al menos, dos estrategias de lucha que pueden complementarse en una suerte de mecanismo de compensaciones múltiples a través de la participación libre y responsable de amplias capas de la población hacia el logro de objetivos vitales y comunes. Estas dos estrategias se pueden llevar a cabo dentro y al margen de las instituciones estatales o, si se prefiere, con las existentes (incluido el orden jurídico vigente), o pugnando por otras nuevas y más acordes con las necesidades de la población mayoritaria y no, como es el caso, en favor de los intereses minoritarios defendidos por el gobierno y el régimen político que le sirve de apoyo.
Esa aceptación no es compatible con el pensamiento anarquista pues para éste la política, los partidos, el Estado, la elaboración intelectual y cualquier forma de organización, aun en un frente de masas sin partido, son factores e instancias que inhiben la libertad individual (en o fuera de colectivos) y la lucha espontánea de las masas --en la que creen acríticamente.
Reconocer las distintas realidades y condiciones del México de hoy, y por lo mismo las distintas formas de lucha por un país mejor, no sólo fue y es la palabra de los zapatistas, como lo dicen en el Comunicado, sino una necesidad para cualquiera que, de buena fe, quiera actuar políticamente en sentido progresista (e incluso radical) y libre de sectarismos que, como se comprueba en la historia, sólo conducen al aislamiento estéril y a la exclusión de compañeros de viaje.