(Carta abierta al presidente)
He aquí el relato de un río cuyas aguas cristalinas provenientes de los manantiales de la Sierra de las Cruces se envían directamente al drenaje. Tal aseveración resulta increíble para cualquiera, pero es resultado de las políticas hidráulicas que deben ser modificadas con el propósito de recuperar un río para la ciudad y aprovechar su caudal.
Se trata del Río Magdalena, el mismo que alguna vez alimentó los cuatro dínamos de las fábricas textiles de Contreras y terminaba irrigando los Viveros de Coyoacán. Hoy, sobre la mitad de su cauce abierto corre todavía agua limpia. Diversos manantiales surten su caudal en las partes altas durante los 365 días del año. La foto anexa muestra la cascada de agua que nace en el cuarto dínamo y de ahí el cauce desciende hasta una planta de potabilización que toma una parte mínima del líquido. El resto continúa descendiendo hasta los antiguos parajes de la ex hacienda porfirista La Cañada, en donde hace pocos años se intentó construir un club de golf. No es un intento nuevo, pues la mayor parte de los ríos de la ciudad han desembocado en algún club de golf. Baste mencionar los casos del Río San Buenaventura al Club de Golf México, del Río Hondo al Chapultepec, del Río San Javier al de La Herradura y Chiluca, y del Río Santo Desierto al Club de Golf Reforma, este último de próxima apertura en Santa Fe. Para comprobarlo sólo hay que seguir las imperceptibles líneas azules en la Guía Roji.
Pero dejemos esta injustificada apropiación privada de los recursos naturales para continuar nuestro relato. El agua limpia del Río Magdalena continúa descendiendo, y a la altura de San Nicolás Totolapan se le une el cauce contaminado del antiguo Río Eslava, receptor ahora de las aguas residuales de los fraccionamientos ilegales del Ajusco. Mas abajo, el agua gris se torna negra cuando pasa por las modernas colonias de Fuentes del Pedregal y Santa Teresa, cercanas al hospital Los Angeles. Los indeseables olores han obligado a construir muros y bardas en las casas y los condominios aledaños al cauce; muchos habitantes de la zona ignoran no sólo la existencia del río, sino incluso que ``río arriba'' el agua es cristalina; otros más aducen falsamente que la contaminación del río proviene de las partes altas y es provocada por los incultos paseantes de los dínamos. Es un mito. El agua limpia del Río Magdalena se vuelve negra al entrar en contacto con la civilización urbanizada. Una vez contaminada, atraviesa el Periférico y desciende al lado del Pedregal de San Angel para entrar a la Presa Anzaldo, ubicada atrás del conjunto comercial de San Jerónimo y Periférico. Aquí se descargan las aguas negras de múltiples zonas del sur poniente de la ciudad. De aquí, el agua del Magdalena mezclada con las aguas negras atraviesa toda el área metropolitana por el drenaje del Interceptor Poniente hasta Huehuetoca, para de ahí irrigar el distrito del Mezquital y finalmente llegar al Golfo de México a través de los ríos Tula, Moctezuma y Pánuco. El agua cristalina del Río Magdalena transita por 17 kilómetros para volverse negra, 120 más por el drenaje de la ciudad, y posteriormente 350 kilómetros para llegar al Golfo de México. Es el absurdo ambiental más grande del mundo.
Hay varias interrogantes que requieren una explicación por parte de los organismos encargados de decidir las obras hidráulicas. ¿Por qué se ha desaprovechado durante años un rico caudal de agua cristalina existente en las partes altas del río y se ha permitido que con ello un mayor volumen de agua se almacene en la presa Anzaldo, aumentando los riesgos de desbordamientos en época de lluvias? ¿Por qué fue aurotizado por la Cámara de Diputados el proyecto para traer más agua desde el Río Temascaltepec, ubicado a 150 kilómetros de la ciudad, cuando aquí se tira al drenaje agua limpia las 24 horas del día de los 365 días del año?
Mientras no exista otra fundamentación razonada, sólo habría una explicación lógica: entre más agua saquemos de la cuenca, más grandes los contratos de la obra pública y del drenaje profundo.
Desafortunadamente no es el único caso. Hemos abordado antes la situación del Río Ameca, pero hay otros más, como el Santiago y el Santo Desierto, cuyos cauces de agua limpia igualmente son enviados directamente al drenaje. Todos pueden ser restaurados y recuperados para aprovechar sus caudales. Con ello se lograría disminuir los presupuestos de las obras hidráulicas, la extracción de agua y sus consecuentes hundimientos del subsuelo y, sobre todo, disminuir el abastecimiento del agua de regiones lejanas, impidiendo la destrucción de sus economías agrícolas.
Modificar las políticas hidráulicas de la Cuenca de México es por eso una de las múltiples responsabilidades de la nueva Cámara de Diputados. Ojalá y ahora sí, nuestro país empiece a cambiar.