Letra S, 7 de agosto de 1997


Etica, democracia y el nuevo contrato sexual

Marta Rivas y Ana Amuchástegui

La visión que se perfila en México a partir del 6 de julio todavía nos regocija. Se han concretado las añoranzas de un buen número de mexicanas y mexicanos en torno del respeto al voto y a una plausible democratización del país. La nueva perspectiva que asoma requiere necesariamente de acuerdos entre la mayoría y las minorías. La ética democrática, cuyas tareas primordiales son dar reconocimiento y respuestas a diversos actores sociales invisibilizados o marginados por fórmulas autoritarias y centralistas, necesariamente requiere del diálogo como vía fundamental para ``Éla solución pacífica de las controversias''.1

Para que esta fiesta generalizada no sólo quede en buenas intenciones y propósitos es necesario que se difundan y practiquen los valores que constituyen la ética democrática. Valores como la equidad, tolerancia, pluralidad, respeto y diálogo entre los actores sociales necesitan trascender la esfera de la política y el gobierno para adentrarse en la vida cotidiana de todos y cada uno de nosotros y de la cual forma parte el ámbito de la sexualidad.

Mucho se ha enfatizado que la sexualidad es un universo de vida que está acotado por las relaciones íntimas y confinado al mundo privado de cada una de nuestras personas. La sexualidad se ha asociado restrictivamente con las prácticas genitales procreativas que parecieran tener poco que ver con el mundo de lo público y de lo político; se les ha situado, ficticiamente, fuera del impacto de los procesos de democratización, como si las decisiones y elecciones respecto al tipo de prácticas sexuales, parejas, placeres y apropiación del erotismo corporal no estuvieran fuertemente regidas por una administración y regulación de orden político, cultural y social. Para desmontar estas apreciaciones y presupuestos de carácter ideológico conservador, basta señalar cómo las políticas de planificación familiar no sólo han impactado en la fecundidad de las familias sino también en el estilo de las prácticas sexuales, en la búsqueda y aceptación del placer, en las negociaciones conyugales de muchas y muchos mexicanos.

Bajo este esquema en el que la sexualidad remonta el ámbito de lo doméstico y de la estricta singularidad de las personas, queremos hacer algunas reflexiones ya anunciadas por distintos grupos sociales liberales que pueden encontrar mayor resonancia a raíz de las nuevas perspectivas del país.

Estrategias de la moralidad católica

A partir del cambio de rumbo político y económico vivido en México a partir de los años 80 y que, simplificadamente, relacionamos con la fractura ideológica, política y económica de las izquierdas internacionales, así como con la incertidumbre generada por una globalización galopante y la extrema dependencia del país respecto de los capitales extranjeros, la nueva clase política mexicana ha estrechado sus vínculos e intereses con la Iglesia Católica. Ante esta apertura, la iglesia mexicana ha ampliado y diversificado sus estrategias de poder, apoyándose en la ideología familiar conservadora y reproductora de una moral codificada, que refrenda la heterosexualidad monogámica reproductiva y enfatiza el repudio ante cualquier expresión sexual y amorosa que no se ciña a tales instituciones. Baste recordar que a pesar de las evidencias insoslayables respecto del incremento de la infección de VIH por transmisión sexual, sectores muy conservadores de la derecha, como la Asociación Mexicana de Padres de Familia, opusieron severas resistencias frente a las campañas estatales que informaban sobre el uso del condón. Además de vetar la información por considerarla el agente promotor de una sexualidad precoz, esgrimieron ideas apocalípticas sobre el fin de la familia y de la reproducción.

Esta moralidad codificada que considera que toda persona debe someterse a ella, socava las facultades de elección personal. Contrariamente a lo expresado en sus versiones de ``igualdad y tolerancia'', limita los procesos de responsabilidad compartida requeridas para el establecimiento de un orden democrático. La pastoral eclesiástica ha operado con una fórmula exitosa que radica en el ofrecimiento de un mundo espiritual ``equitativo'' posible de advenir para todos los católicos a través de una vigilancia individualizada y un control cotidiano. Es decir, que la garantía del acceso a la eternidad ``igualitaria'' está cifrada en un examen exhaustivo y minucioso que cada quien hace de sí mismo confrotándolo con una serie de lineamientos ejemplares y de taxonomías penalizadoras para después evaluar el éxito o el fracaso individual de la empresa. A decir de Foucault2, la moralidad cristiana fuertemente centrada en los asuntos de la sexualidad, promueve la búsqueda del origen profundo de nuestras apetencias para el control de nuestros supuestos desvíos. En este intento de conocerse a uno mismo a través del análisis detallado de nuestras faltas y errores y del examen minucioso de conciencia, cada quien se torna un juez calificador consigo mismo que nos vigila y castiga desde nuestro interior. Es evidente que tal mecanismo restrictivo escasamente reditúa en favor de la libertad personal, pues la búsqueda y exploración insidiosa que nos vemos conminados a efectuar sobre nuestras conciencias, deseos y cuerpos favorece la renuncia a nosotros mismos y apoya en la eficaz tarea que la iglesia se ha arrogado: la de administrar y regular una modalidad sexual única y universalizada que desacredita cualquier intento de carácter emancipador.

De los códigos moralistas a la ética

En esta vasta operación que ha tenido como escenario histórico varios cientos de años, la Iglesia Católica ha borrado de la esfera de nuestras apreciaciones, como un motivo de inmoralidad, lo que Foucault llama el cuidado de uno mismo2. Un modo de vida cuya moral no necesariamente enfatiza y castiga el error o los desaciertos cometidos, como lo plantea la moral codificada, sino que construye los espacios y opciones políticas, culturales y sociales necesarios para una reflexión y valoración de las formas y procedimientos de vida, es decir, una ética de las acciones. El cuidado de sí mismo, en oposición al tan exaltado conocimiento de sí, es una tarea de protección y de responsabilidad personal que cada quien se procura a sí mismo favoreciendo la capacidad de dirección y autogobierno de los actos individuales, en este caso los sexuales, y que si bien redunda en beneficio personal, se desliza también hacia el beneficio de los demás. El cuidado de sí no se construye con la afirmación de buenas intenciones ni con la obediencia a los buenos consejos. Además de una actitud consecuente consigo y con los otros entraña ``una actividad extensa'' de cada una de las personas dentro de ``Éuna red de obligaciones y servicios''2 que tendrán que disponerse en razón de los requerimientos y de las condiciones de vida de los grupos sociales. Como ejemplos que ilustran esta relación, podemos ver que el cuidado de mi salud sexual, de mis elecciones sexuales, de la aceptación de prácticas de sexo protegido deberán derivar en un esfuerzo para que otros también puedan cuidar de su salud sexual, elegir sus parejas y tener condiciones para aceptar las prácticas de sexo protegido. Se requerirá, en la medida de lo necesario, de acciones concretas que reconozcan necesidades, deseos y decisiones, mías y de los otros, y reaccionar ante los impedimentos u obstáculos que se enfrentan para lograrlo. Es el ejercicio de acciones concretas que tienden a procurar el bienestar sexual personal en consonancia con el de los demás. Que afectará y se dejará afectar por las acciones de otros. Es en este sentido que el cuidado de sí, entraña el cuidado de los otros.

A la pregunta que se hizo a un grupo de jóvenes varones de una secundaria pública de la zona de Santa Fe en el Distrito Federal respecto a que una mujer les solicitara el uso del condón, un joven responde: ``podría ser por dos cosas: o porque desconfía de mí inmediatamente, o porque quiere proteger su vida, o por las dos, tal vez ella fuera demasiado honesta y me dijera: ¿sabes qué, (É) cuídate usando el condón''.

En este breve relato hay indicios de una evaluación distinta respecto de prácticas sexuales que muestran, en alguna medida, la reflexividad sobre las acciones y comportamientos, y en las que el cuidado de sí trasciende la individualidad y repercute en el otro.

Como corolario podemos pensar que el cuidado de sí se relaciona, en buena medida, con los propósitos democratizadores de pluralidad y diálogo. Sin embargo, cabe advertir, que en este tránsito existe el riesgo de caer y aventurarse en un individualismo a ultranza, puesto que la apertura a la diversidad de intenciones singulares hacen ``Éaceptar el carácter contingente y abierto de todos sus valoresÉ''3 incluidos los de la sexualidad. Si la propuesta democrática se perturbara a partir del énfasis puesto en los intereses personalizados o en una diversidad disgregante en la que sólo merodeara el egoísmo, el cuidado de sí perdería su sentido más humano y la sexualidad se vería despojada de los afectos y del reconocimiento por el otro, de la creatividad compartida y del carácter amoroso de los encuentros.
Profesoras e investigadoras del Departamento de Educación y Comunicación. Universidad Autónoma Metropolitana unidad Xochimilco.
1 Baca-Olamendi, L., 1996. Diálogo y democracia. Cuadernos de divulgación de la cultura democrática. IFE. México, 11 p.
2 Foucault, M. ``Tecnologías del yo''. En: Foucault, M., 1990. Tecnologías del yo y otros textos afines. Paidós Ibérica e Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona. España.
3 Weeks, J. Valores sexuales en la era del sida. Debate feminista Año 6. Vol. 11. Abril de 1995. México. 181 p.


La práctica bisexual en el medio rural

Entrevista con Juan Carlos Hernández, Investigador Social

Manuel Zozaya

Uno de los fenómenos que la epidemia de sida está mostrando a la luz es la existencia de una práctica (y una subcultura) bisexual mexicana muy extendida en ciertas áreas rurales y grupos específicos urbanos. Para abordar esta cuestión entrevistamos a Juan Carlos Hernández Meijueiro, quien ha realizado una extensa investigación (que ya dura cuatro años) sobre las prácticas bisexuales de los varones en dos comunidades veracruzanas. Veamos lo que nos dice al respecto.

``En nuestras culturas urbanas no existe una identidad bisexual, como existe una identidad gay, en cambio en otras regiones como los ranchos de Veracruz o de Jalisco sí existe la figura del mayate. En nuestra organización, Xochiquetzal llevamos tres años trabajando en dos comunidades rurales de la costa veracruzana en donde la cultura sexual es muy diferente a la nuestra. Por ejemplo, es mucho más fácil que se hable del gay, del travesti, le dicen choto y le podrán hacer burla en la calle, chotearlo ¿no?, pero es impensable no invitarlo a la fiesta de la familia a él y su pareja, al que llaman mayate. Los mayates son jóvenes que desde chavos empiezan a conocer a los chotos y a tener relaciones sexuales con ellos, pero al mismo tiempo tienen novia, les gustan también las mujeres. En ese sentido serían bisexuales como objeto de deseo, pero no se sienten gays. Son hombres. En todo caso, mayates.

``Hemos entrevistado mayates y encontramos una doble moral. Ellos dicen que no se enamoran de los chotos, nomás se divierten con ellos pero no se dejan besar ni penetrar, pero al entrevistar a los chotos dicen que eso no es cierto. Algún chavo mayate en un rancho, ya en confianza, lo describía de la siguiente manera:

Algunas veces uno se pone loco, será la luna, güero, la luna nos puso maniacos, estábamos embramaos, nos embramó la luna.

``Así dice y yo me imagino un lunononón tremendo y entonces uno sí puede dejarse hacer lo que sea, sobre todo si está borracho. Ellos dicen que esa regiónÉ es la tierra del aguacate, el que no es choto es mayate.

``Entonces el mayate, visto desde la crítica occidental urbana sí es bisexual, pero para ellos ese es un concepto ajeno. A una señora, ama de casa, cuyo hijo y su amigo son mayates le preguntamos qué piensa de los gays y responde:

Pus así son, como la matita del café, así crecieron.

``Y todos saben quién mayatea y quien no y hasta se lo gritan en la calle. Se chotean, se burlan de los gays, pero del mismo modo que se burlan de los mayates y de los gordos, de los guapos y del rey feo y de la reina. Se burlan de todos porque es una cultura festiva.

``Yo he encontrado que incluso hay mayates que se enamoran de los gays y reproducen el machismo heterosexual que tienen con sus esposas. Al choto le ponen casa, lo protegen, lo celan mucho y al mismo tiempo reconocen que tienen además su esposa.

``Un estudio en la cuenca del río Papaloapan que publicó recientemente el periódico Política de la Ciudad de Jalapa afirma que un 63 por ciento de los hombres entre 12 y 40 años reconocen tener prácticas sexuales con hombres además de con mujeres. En todo caso son muchos más de los que se ven porque la doble moral obliga a esconderlo. Esto además va acompañado de la cultura del alcohol que acompaña la construcción del género masculino. Entonces si le sumamos que la homofobia sólo se puede manejar atarantando la censura interna, el alcohol funciona, es excelente para esto; me desinhibe, permite que reconozca deseos que sobrio no reconozco, me permite hacer cosas que sobrio no haría.''

La puntita del iceberg

``Existe una profunda ignorancia en las zonas rurales sobre la prevención del sida. Hay chavos que saben del condón por la tele pero que nunca lo han usado ni lo usarán porque la farmacia está a tres horas a pie por terracería. Entonces creo que es muy importante reconocer que las condiciones en que los hombres están teniendo sexo con otros hombres en nuestro país son: en primer lugar, desinformados; en segundo lugar, atarantados, ya sea con marihuana , alcohol u otras drogas legales o ilegales. Pero esto es causado por la homofobia. La homofobia provoca que yo tenga que beber alcohol para poder aceptar que me gusta también otro hombre además de las mujeres. Otra de las condiciones consiste en un ambiente festivo, de broma, de a ver quien gana, lo vemos en los adolescentes, y a mí me parece que está bien. Ojalá pudiéramos enseñarles que los juegos tienen reglas, que implican responsabilidades. También se da el encuentro sexual en situaciones de jerarquía, de poder. El más chingón se coge al menos chingón. Esto puede repetirse en medios homosociales donde vivan sólo hombres, como el ejército o la iglesia o en una obra de albañiles en la Ciudad de México, como lo ha documentado Ana Luisa Liguori.

``Pienso que aún no hemos visto ni la puntita del iceberg de la epidemia de sida entre bisexuales (de donde pasará a mujeres y niños). Pero ¿es esto culpa de los bisexuales? Para nada. Es culpa de la irresponsabilidad causada por la ignorancia y la desinformación. No hay una sola campaña de prevención dirigida a ellos , regionalizada, como no la hay para los gays o para las mujeres. Sólo hay campañas generales que al querer impactar a todos no impactan a nadie. Por otra parte uno de los grandes mitos en las zonas rurales es que el sida no ha llegado al pueblo. Se cree que hay sida en México o en el Puerto de Veracruz, pero aquí en el rancho no hay. Para instrumentar campañas de prevención de la infección por VIH entre bisexuales hay que buscarlos en cantinas o gimnasios donde se reúnen puros hombres o llegarles a través de concientizar a las mujeres y a los gays. Por otra parte hay que empoderar al bisexual, fomentar su autoestima; que se dé cuenta de que tiene que exigir su derecho a ser bisexual o mayate y a exigir que se le respete como tal. Asimismo hay que buscar que se reconozcan en su lenguaje no sólo para que nos entiendan sino para que sientan que les estamos hablando a ellos.''

La educación para el placer

``Las campañas de prevención deben hacerse con base en investigaciones previas, cuantitativas y cualitativas por cada región y grupo específico. Los mensajes deben ser claros, directos, usando el lenguaje y los marcos referenciales y mitos propios de nuestro público objetivo. Después se debe entrar en un proceso continuo de intervención-evaluación-corrección-intervención. Para entrarle a la prevención del sida, debemos hacer a un lado la cultura mortificante con la que se nos educó sexualmente. Aquella que te dice que hay que sufrir y morirse para alcanzar el cielo, que la mujer más abnegada y el hombre más macho son los que aguantan más dolor y por lo tanto se van al cielo. Hay que desterrar la mentalidad estoica. Para esta cultura la prevención del sida es espantar, meter miedo, porque el miedo es el vehículo para la educación en una cultura mortificante. Creo que todos tenemos que entrarle a la lucha contra el sida, pero desde una cultura vital, sin ignorancia y sin miedo, no tenerle miedo al cuerpo ni al placer. Una cultura donde se promueva el placer responsable y respetuoso, no el miedo a la muerte. En la sexualidad humana la reproducción es la excepción y el placer la norma. Empecemos a educar el placer, los vínculos, los sentimientos, porque esto es lo que nos lleva a la relación sexual. Si nos quedamos en una educación sexual puramente reproductiva estaremos educando una parte mínima de la sexualidad humana''.
Comunicólogo.


Declaración de principios

Federación Mexicana de Educación Sexual y Sexología, A.C.

Las organizaciones pertenecientes a la Federación Mexicana de Educación Sexual y Sexología, A.C. (Femess), apoyadas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en los principios básicos de la Ley General de Salud, en la Ley General de Educación y en los compromisos internacionales asumidos por México tales como: el Programa de Acción de la IV Conferencia Internacional de Población y Desarrollo y la Plataforma de Acción de la IV Conferencia Mundial de la Mujer declaramos que:

1. El desarrollo de toda persona requiere de una vivencia de la sexualidad libre de conflicto y angustia, que posibilite su crecimiento individual y su acceso al placer sexual.

2. La sexualidad humana está presente en todas las épocas de la vida, es integradora de la identidad y contribuye a fortalecer o producir vínculos interpersonales.

3. Cada persona es sujeto activo en el proceso de construcción de su propia sexualidad. Tienen derecho a hacerse responsable de su propia vida y habrá de asumir el impacto que tengan sus actitudes, acciones u omisiones en otra(s) persona(s).

4. Cualquier forma de coerción tendiente a obligar a cualquier persona a realizar actos de índole erótico-sexual contra su voluntad expresa es inaceptable.

5. La sexualidad humana es dinámica y cambiante y se construye continuamente por la mutua interacción del individuo y las estructuras sociales, representadas por medios de comunicación, familias, escuela, vecindario, diversas instituciones religiosas, líderes morales, u otros.

6. La educación de la sexualidad es responsabilidad ineludible de todas las personas e instituciones sociales, incluidas las familias.

7. En nuestro país coexisten diversos estilos de vida y diferentes formas de organización familiar. Las distintas propuestas de educación formal de la sexualidad deben respetar esta diversidad sin hacer omisiones ni promociones sino estimulando un proceso crítico donde las personas puedan obtener elementos para decidir con responsabilidad sobre su propia vida, sabiendo que tienen derecho al respeto de quienes les rodean.

8. Toda persona tiene derecho a contraer o no matrimonio civil y a disolver dicha unión y a establecer otras formas de convivencia sexual.

9. La reproducción biológica es uno de los elementos que conforman la sexualidad humana pero no es su único fin. Reconocemos el derecho al ejercicio de la sexualidad sin finalidad reproductiva.

10. En lo referente a las enfermedades de transmisión sexual, el aborto y la anticoncepción, las autoridades han de orientar sus decisiones desde la perspectiva de la salud pública y no desde los conceptos morales o religiosos particulares de cualquiera de las asociaciones religiosas que existen en México.

11. Toda persona tiene derecho a información amplia, objetiva y verídica sobre la sexualidad humana que le permita tomar decisiones respecto a su propia vida sexual, le posibilite una vida sexual plena y el ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos.

12. La sexualidad humana ha tenido manifestaciones múltiples y diversas en diferentes grupos humanos y en diferentes épocas. El panorama contemporáneo requiere de la posibilidad de coexistencia y comunicación entre diversas culturas con diferentes escalas de valores respecto a la sexualidad y diversa normatividad en cuanto a sus expresiones.

13. Nos manifestamos por el más amplio respeto a la multiplicidad de formas de expresión de la sexualidad humana por lo que rechazamos cualquier descalificación, discriminación, marginación o persecución por razones vinculadas con la sexualidad: sexo, edad, identidad, modo de vida, pertenencia a algún grupo étnico o religioso, forma de vestir, forma de relacionarse o hábitos sexuales, incluyendo el respeto por las personas que de manera voluntaria, libre e informada deciden limitar su propia actividad sexual.
Femes: Tel.: 573-3460/Fax: 513-1062.