La Jornada jueves 14 de agosto de 1997

Rodolfo F. Peña
Acuerdo parlamentario

Es enteramente cierto que los coordinadores parlamentarios de los partidos de oposición (llamémosles así con dispensa de rigores excesivos) que integrarán, juntos, la mayoría legislativa, no han suscrito ningún pacto de alianza propiamente dicho, ni han formado frente o bloque opositor alguno. Lo que han hecho es alcanzar un acuerdo sobre puntos formales respecto de la instalación de la Cámara, puntos que, en cuanto tales, pueden llegar a tener efectos duraderos e incidir saludablemente en el órgano legislativo y en la división de poderes, lo que no es poca cosa. Pero en el curso de la vida parlamentaria se manifestarán sin remedio los verdaderos intereses políticos y económicos de cada partido, resurgirán las divergencias de fondo y se plantearán formas de alianza que no se parecerán en nada a lo que circunstancialmente está ocurriendo.

De ningún modo se ha excluido al PRI de esos afanes modernizadores; se le mantuvo al margen sólo en el tramo inicial de las negociaciones, debido a un autocrítico temor a la cooptación; pero se le concedieron amablemente 48 horas para que se adhiriera o alegara todo lo conveniente a sus intereses. No hubo que esperar tanto tiempo. Por la tarde del mismo día del acuerdo opositor (lunes), un representante de Arturo Núñez, futuro coordinador parlamentario priísta, dio a conocer su disposición negociadora respecto de algunos puntos y su disgusto por la actitud conminativa de los convidantes. Y al día siguiente, mucho antes de la hora señalada, el propio Núñez reiteró su molestia por las presiones a que estaba sujetándosele, aunque aceptó la posibilidad de negociar en lo referente a la integración de los órganos administrativos de la Cámara, pero de ninguna manera en cuanto al formato del Informe presidencial. En esto, el legalismo del PRI brilló hasta la ofuscación: ¿se irá también contra la costumbre, que tampoco acata al orden constitucional?

Pero volviendo al llamado acuerdo de gobernabilidad, han resultado muy oportunas las aclaraciones del ex gobernador guanajuatense Carlos Medina Plascencia, que como todos sabemos es demócrata entre los demócratas. Dice el hombre de la concertacesión salinista que ese acuerdo está claramente acotado y no excluye la posibilidad de futuros acuerdos con otras fracciones sobre nuevos temas o iniciativas parlamentarias (La Jornada, ayer). No puede referirse sino a una fracción singularísima, y es la del PRI. Precisamente cuando se trate de iniciativas de ley que tiendan a modificar la política económica y social, o de reformas constitucionales, que reclaman una mayoría calificada, el PAN de un Medina Plascencia se acercaría con toda naturalidad al PRI, porque esos dos partidos sí pueden instituir formas de colaboración profunda y compromisos perdurables en materia política, es decir, una alianza verdadera derivada de los intereses y objetivos comunes y de los adversarios comunes.

En otros tiempos, y con diputados más congruentes con la historia del país y sus proyecciones modernas, pudo haber hasta auténticas alianzas, escritas o no, entre un partido conservador como Acción Nacional y los partidos que se plantean programáticamente el desarrollo social y el perfeccionamiento democrático.

Por ejemplo, en tiempos del dirigente y diputado Adolfo Christlieb Ibarrola, quien en la conmemoración del cincuentenario de la Constitución de 1916-17 exaltó nada menos que los artículos 5, 27 y 123, y dijo en su discurso, entre otras cosas: ``México ha mantenido y debe mantener frente a sus propósitos básicos, frente a sus necesidades ingentes y a sus carencias ancestrales de todo tipo, un ritmo de desarrollo superior al que pudiera caracterizarse como ritmo propio de una evolución política y social, para mantener el paso de una verdadera revolución, ayer abierta por las armas y regada con sangre, y hoy sostenida por el esfuerzo común de todos sus hijos; de una revolución ayer violenta y hoy pacífica, que no es ni puede ser patrimonio de grupo, sino propósito de superación de todos los mexicanos''.

Lamentablemente, sin que falten allí hombres valiosos, del Partido Acción Nacional se ha apoderado un vulgar pragmatismo que no deja ver los principios fundacionales, y en el que la prioridad es para la conquista y conservación de posiciones de poder.