Barcelona, 15 de agosto Ť Fue, dice Ricard Ferré señalando hacia el puerto, ``como si hubiesen tirado una bomba''. Desde su fresca y panorámica terraza en el barrio de Sants, se puede ver, a la izquierda, la cúpula dorada del observatorio astronómico que por las noches brilla en la punta del cerro del Tibidabo. Al fondo y a la derecha, en cambio, se recorta la silueta del cerro de Montjuic, bajo cuyas faldas se extiende un conglomerado de muelles, grúas, bodegas, oleoductos, gasoductos y tanques de gran capacidad, que constituyen el llamado puerto industrial y la Zona Franca de esta ciudad de 3 millones de habitantes.
Ferré describe sus recuerdos desde el mismo sitio en que los incorporó a su memoria hace casi 13 meses completos: la mañana del viernes 19 de julio de 1996. ``De pronto se oyó un ruido así como ¡bum!, y en seguida se alzó una bola de humo negro que empezó a venir hacia acá.''
La explosión, cabe aclararlo, se produjo en un depósito de Repsol, la empresa que distribuye el gas doméstico a todas las provincias y regiones del reino de Juan Carlos I.
Eran las 8:40 de la mañana. En la planta había tres tanques de gas licuado, cada uno con una capacidad de 900 toneladas. Por causas que hasta ahora nadie conoce, una válvula de seguridad del tanque 6001 sufrió una fisura por donde comenzó a escapar una nube de gas butano. Cinco minutos después, empujada por el viento, la nube entró en contacto con los cables de alta tensión que pasan por el área y...
Raúl de Alvaro Sánchez, agente de la Guardia Civil de Hospitalet, como tantos otros cientos de miles de hombres, mujeres, ancianos y niños, también oyó el ¡bum! y se puso en movimiento. Al llegar al depósito de gas y ver el tanque en llamas, en un barrio colmado de edificios de apartamentos y oficinas, se topó con Exiquio Alonso Riloba, trabajador de Repsol de 58 años, que acababa de sufrir quemaduras de segundo y tercer grado en la mitad del cuerpo.
De inmediato, en compañía de otro guardia civil, halló a José Ortiz, trabajador de 56 años, atrapado bajo una pila de tanques de gas, que sufría quemaduras de tercer grado, o sea las peores, en 95 por ciento del cuerpo. Y entonces aparecieron los bomberos...
Habla don Pedro Cuadrado, un viejo y sabio cocinero de barrio que desde hace tiempo funge como presidente de la Asociación de Vecinos de la Zona Franca: ``Todos los diarios del día siguiente bautizaron a los agentes de la Guardia Civil como los héroes. Pero nadie tomó en cuenta lo que hicieron los trabajadores de Repsol'', dice mirando la noche, él también, desde la misma terraza privilegiada.
Adiestrados para reaccionar con rapidez en ocasiones de emergencia, los trabajadores de Repsol activaron el ``plan de alarma'' que dicta lo siguiente: a) llamar a los bomberos; b) evacuar a todo el personal, y c) ocluir todas las válvulas.
Junto al tanque 6001, en donde se había suscitado la fuga, estaban el 6002 y el 6003, que en total contenían mil 800 toneladas de gas propano. Cuando sobrevino la explosión, los trabajadores cumplían con las indicaciones previstas. Y en ese trance fueron arrasados por las llamas sin que nadie se los reconociera.
Pero don Pedro no ha venido a cenar en la terraza de Ferré para quejarse al respecto, y tampoco para entregarse a la nostalgia. No obstante, saca de su portafolio el ``último informe completo del siniestro'', y me lo regala porque, dice, ``si lo publicas en tu país, la gente sabrá que aquí también tenemos nuestro San Juanico''.
Copio (y sintetizo): ``8:40. Se produce un escape de gas por causas desconocidas. 8:45. Ocurre la deflagración. 8:48. La central de bomberos de Barcelona recibe el aviso del siniestro. 25 vehículos de bomberos (un centenar de hombres) acuden a la zona. 15 vehículos son del ayuntamiento de Barcelona y 10 de la Generalitat (el gobierno autónomo de Cataluña). 8:50. Dos agentes de la Guardia Urbana trasladan al primer herido (Exiquio Alonso) al hospital de Vall d'Hebrón. 8:52. Dos agentes de la Guardia Civil encuentran al segundo herido (José Ortiz)''.
``9:00. La Renfe (Red Nacional Ferroviaria, todavía paraestatal) suspende el tráfico de trenes en la línea del Litoral, que pasa a pocos metros del lugar del siniestro. La dirección del Puerto de Barcelona activa su plan de emergencia en el Nivel Uno. Protección civil desaloja a 24 empresas en un radio de 250 metros alrededor de Repsol.
``9:46. Los bomberos controlan la fuga de gas, y con ella, el incendio. 10:25. El plan de emergencia de Protección Civil es desactivado. 11:25. Se reabre la vía férrea del Litoral, la circulación de trenes se normaliza.
``20 de julio. El buquetanque Busturia, anclado en el muelle de Inflamables del puerto industrial, carga las 900 toneladas de gas propano del tanque 6002. El combustible es trasladado a las instalaciones de Repsol en la ciudad de Tarragona''.
``El doctor César Mendoza, jefe de guardia del hospital de Vall d'Hebrón, afirma a la agencia Efe que los heridos se mantienen estables dentro de la gravedad. Asegura que aún se teme por la vida de José Ortiz, a quien se intentará injertarle piel procedente del Banco de Tejidos.
``24 de julio. Las asociaciones de vecinos de la Zona Franca, reunidas en asamblea conjunta, acuerdan exigir el desmantelamiento de la planta de Repsol, que ocupa una superficie de 94 mil metros cuadrados, embotella 4 mil 800 tanques domésticos por hora y abastece a un millón de ciudadanos.''
-¿Y cómo va eso, un año después?
Dice don Pedro Cuadrado:
-Parece que vamos a ganar. Repsol se comprometió a desalojar 7 mil 598 metros cuadrados en junio de 1999. Esa parte ya la están desmantelando. Lo que hemos logrado, como asociación de vecinos, es que se nos informe cada mes del progreso de
los trabajos, y que se nos entregue un reporte periódico sobre las condiciones de seguridad.
-Pues mire -me oigo decirle-, eso es lo que los zapatistas llaman obligar al gobierno a mandar obedeciendo.
-¿Mandar obedeciendo? -se pregunta en voz alta el viejo cocinero.
Y a mi vez yo pienso, con renovada angustia, en San Juan Ixhuatepec. ¿Hasta cuándo?
Me voy de Barcelona, ahora sí, cómo ha volado el tiempo. El 15 de agosto marca drásticamente el fin de las vacaciones de verano en todos los dominios de su alteza real, Juan Carlos I. Los diarios anuncian, a plana entera, que en esta fecha principia la ``operación entrada'', así como el 15 de julio proclamaron el inicio de la ``operación salida'', el momento en que todo el mundo, o casi, decidió cambiar de ciudad para enfrentar los temibles calores estivales que a la postre no vinieron. Porque ha sido éste el verano más ``frío'' que se recuerde.
A partir de mañana, supongo, encontraré a millones de seres tostados por el sol, con maletas y niños, avanzando, vaya a donde vaya, en sentido contrario. Pero antes de encaminarme a la estación de los trenes que poco a poco me conducirán al aeropuerto definitivo, paso a despedirme de los amigos al barrio del Raval, y me detengo en la librería donde aún funciona, en la trastienda, el consulado del ``gobierno de transición en rebeldía'' de don Amado Avendaño, un hermoso local que sigue ejerciendo la más activa solidaridad con el EZLN. Y que sobre todo tiene Internet.
-Llego esto -me dice alguien y me hace leer.
Se trata de un artículo que esta mañana publicó en Roma el periódico Il Manifesto. Lo firma Rossana Rossanda, se titula ``Las tesis del subcomandante'' y es una glosa del ensayo de Marcos, que apareció en la edición mexicana de Le Monde Diplomatique en julio, pero que la Rossanda leyó en la edición francesa de agosto y que en septiembre empezará a circular en italiano, como folleto de Il Manifesto.
La Rossanda especula que el texto en cuestión -llamado por su autor ``La cuarta guerra mundial ha comenzado'', según lo traduce ella misma- ``es probable que haya sido escrito antes de las elecciones en el distrito federal de Messico City (sic), que vieron la derrota del PRI y sobre las cuales el EZLN no dio consigna de votar''. Porque, ojo, Il Manifesto sigue muy molesto con los zapatistas por esta razón, que Marcos argumentó, sin embargo, en un largo comunicado a principios de esta semana. En todo caso, tal no es el punto.
Lo interesante es que la vieja disidente del Partido Comunista Italiano de Enrico Berlinguer, aprovecha las siete tesis de Marcos sobre el neoliberalismo para decir que ése ``es un texto escrito con pasión y eficacia, un razonamiento apoyado punto por punto en documentos de Naciones Unidas o del BID o similares'', en el cual ``Marcos lee el mundo, no lo inventa'', porque ``no conoce solamente el arte de comunicar, sino también el de argumentar'', y respeta ``un orden de prioridades'' a través del cual ``revela'' que es ``un castrista más que un guevarista''.
De Fidel Castro, añade la Rossanda, Marcos ``mantiene eso que Guevara había perdido: la fe en que hasta 1989 existió un `verdadero campo socialista', y que éste no fracasó sino que fue derrotado en la lucha contra fuerzas superiores, como el capitalismo y su tercera guerra mundial'' (la guerra fría, según Marcos, fue la tercera guerra mundial y actualmente se desarrolla la cuarta, que es la peor). Pero sigue la Ro-ssanda:
``Del discurso de Argelia en adelante, Guevara dejó de tener ilusiones (...) en que Cuba podría ser un tercer polo como parecía en 1967 con la conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (Olas)... Marcos no toca estos dos capítulos, y éste es un límite no sólo cultural -porque la suya es una mente generosa aunque primaria- sino político. Es de veras un intelectual típico del antimperialismo latinoamericano'', pero ``sus agentes sociales parecen más vagos que los del primer foquismo, cuando se pensaba en el pueblo y en la posibilidad que éste tenía de hacer tambalear a los gobiernos mediante la guerrilla. Para Marcos (estos agentes) son los excluidos de tipo marcusiano, indicados en la curiosa lista siguiente: las mujeres, los niños, los viejos, los jóvenes, los indígenas, los ecologistas, los homosexuales, las lesbianas, los seropositivos, los trabajadores. Los trabajadores al último, aunque en una valoración distinta de la de Marcuse, pero no particularmente importantes''.
He aquí, prosigue la analista, ``una vaguedad político-teórica'', porque ``la fuerza del movimiento revolucionario del siglo se debió a la existencia y a las condiciones ejemplares del proletariado, fuerza activa, productiva, organizada... En Marcos hay una inmensa y desconcertante distancia entre la magnitud del capital financiero y la debilidad de los sectores que lo combaten'', y no percibe que éstos, gracias a la modernización tecnológica, ``están formando poco a poco un nuevo proletariado mundial, inmenso y aculturado'', al cual el Sup, dice la Rossanda, no le concede una perspectiva política, sino, apenas, un rol ``generoso y emotivo, no exento de curiosos acentos de nostalgia''. Todo ello para concluir que, ``como siempre en la lucha revolucionaria latinoamericana'', incluso Marcos está con Lenin, no con Marx