Era la colonia del Valle. El cuate con el que pasaba todas las tardes jugando fut callejero o dándole a la bici tenía dos hermanas adolescentes, su padre tocaba en el grupo de Los Violines de Villafontana, vivíamos en las calles de Amores y Tlacoquemécatl. Imagínense un Love Street en Nueva York o una rue de L'Amour parisina. El nombre de la calle parecía providencial pues cerca podíamos ver a las niñas del Miguel Angel cuando salían de clases por las tardes.
Un día fuimos a casa de Armando, mi cuate, y en el cuarto de las hermanas había un poster de cuerpo entero o cuando menos así recuerdo su tamaño, de Elvis Presley. La verdad es que tuvo que explicarme quién era ese ídolo venerado por las chicas, pues para mí fue el primer encuentro con Elvis. Después oí mucho su música, un rocanrol infaltable en las fiestas y que me enseñó a bailar Raquel, que se movía como trompo, no era ninguna Popotitos y logré dominar de verdad todos los pasos.
Elvis fue el rey por mucho tiempo; cuando reapareció era gordo y estaba deforme, usaba unos trajes con los que se veía atroz, como una contrafigura de aquel joven que se ligaba a todas las chavas y cantaba moviendo las caderas. Pero siempre fue Elvis, venerado por las masas hasta su muerte. Venerado, más bien, hasta después de su muerte, como puede verse ahora, 20 años después, cuando se celebra una especie de culto finisecular, guiado por los medios en un mercado ávido de ganancias.
Y mientras Memphis vive las horas del recuerdo del rey rocanrolero, muere William Burroughs, octogenario pero fiel a su causa. Otro tipo de rebelde, muy efectivo, que abrió muchos caminos, unos de ellos anchos y fructíferos, otros que son verdaderos callejones sin salida. Su libro Naked Lunch puso en la mesa de una sociedad muy conservadora y mentirosa los temas que habrían de estar en el centro de una de las vertientes muy creativas de la cultura estadunidense, la homosexualidad y las drogas, el movimiento Beat, personajes como Jack Kerouac y Allen Ginsberg (después de una frustración amorosa, éste recordaba a Blake, quien dijo que la felicidad era como una paloma, y si la ves dale un beso y déjala seguir volando). En un pasón de pronóstico en México, Burroughs la hizo de Guillermo Tell y disparó a un objeto puesto en la cabeza de su mujer. Sobrevivió el objeto.
Burroughs también fue el ídolo de una generación que desde los años 40 buscaba espacios, experimentaba, arriesgaba, se enfrentaba al establishment, ganaba y perdía. Esa búsqueda y ese entorno eran distintos a los de Elvis, dominado por la publicidad y el negocio. Los del Beat hurgaron por muchos lados y revolvieron la cultura.