La amenaza, desde antes de que inicen su gestión, de inhabilitar a la mayoría de los diputados electos si osan ejercer su derecho de mayoría, da una imagen de falta de objetividad. Es cierto que los coordinadores de los cuatro grupos parlamentarios de oposición en la futura Cámara de Diputados habían llegado a un exceso, sobre todo en las formas, y también lo es que hubo puntos de rectificación por parte de los mismos en su segunda reunión. No es menos cierto que ese acuerdo entre los cuatro grupos, que forman en su conjunto mayoría absoluta, no hubiera sido posible sin las declaraciones de la semana anterior, en las que se aseguraba que el PRI presidiría las cinco principales comisiones y tendría control absoluto de la comisión de gobierno de la Cámara.
No parece que se aprenda mucho de las experiencias. Se había insistido en que si el 6 de julio la gente se atrevía a votar como votó, habría fuga de capitales, y lo que pudimos ver es que había mucha inversión del exterior contenida, y que entró al país después de las elecciones. Se puede entender que la razón de esa entrada masiva de dólares, que incluso motivó un poco usual aumento en el tipo de cambio del peso frente al dólar, no era porque los inversionistas prefirieran este resultado que otro más parecido al de elecciones anteriores. Más bien sabían, como lo sabíamos muchos aquí, que el partido gobernante no podría ganar el gobierno del DF ni la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Allí estaban varias encuestas y otros elementos de juicio para preverlo. Puede pensarse que, sabiendo que el partido gobernante tendría esas derrotas electorales, temían que no reconociera ese resultado, y que se generara en el país una turbulencia que, ésa sí, ahuyentara la inversión. Al no presentarse este último escenario, la inversión contenida entró.
El intento de inducir el voto del miedo fracasó, pero ahora se persiste en declaraciones agresivas y en amenazas que, políticamente, han sido y son muy costosas para quienes las profieren. Esta retórica amenazadora le ganó ya al PRI, primero, una votación más desfavorable que la prevista; y luego, la unificación, en su contra, de todos los otros partidos con representación parlamentaria. La continuidad de ese tipo de expresiones puede incluso contribuir a la salida de más personalidades del PRI, como las que ya hacen causa común con partidos o grupos independientes.
La única ventaja de esta andanada retórica es su contribución al combate contra el desempleo, por lo menos entre los caricaturistas, algunos de los cuales han expresado, en sus trabajos, preocupación por la perspectiva del desempleo en su oficio, luego de la muerte de Fidel Velázquez y los avances en la transición democrática. Creo que en los últimos días esa preocupación se ha mostrado infundada: con estas cosas tienen trabajo para rato.
Parece haber consenso en la conveniencia de una salida negociada a la forma de gobierno y estructuración de la Cámara para la legislatura que está por iniciarse. Si de eso se trata, las expresiones políticas deben ser precisamente eso, y no intimidaciones que no sólo atentan contra aquéllos a quienes van dirigidas, sino contra los votantes del 6 de julio, cuya decisión se amenaza con anular.