La Jornada 19 de agosto de 1997

Acusan a dos agrupaciones de ambulantes priístas de solapar y promover esa actividad

Alberto Nájar Ť Hay guerra en la ciudad. Bandas de Tepito y la colonia Gabriel Hernández se disputan el control de las drogas en una batalla que deja hasta el momento 16 ejecuciones en el populoso barrio del Centro Histórico, y al menos otras cuatro en aquella zona de la delegación Gustavo A. Madero, según estadísticas de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF).

Los tepiteños van ganando, pues a pesar de sus pleitos internos lograron colocar a uno de sus grupos en el corazón del territorio enemigo, abastecido de droga por traficantes de la colonia San Felipe de Jesús. Además, se comenta en el barrio, el asesinato de tres jóvenes la madrugada del jueves en las inmediaciones de la Nueva Atzacoalco se interpretó como una muestra del poderío que tienen estos grupos.

Cuenta a favor de los tepiteños la unidad de su barrio que se convierte en un manto protector para ambulantes, asaltantes de transportistas, vendedores de armas y de mercancía robada. Así, los principales cabecillas, El Cuervo, El Mundito, El Abuelo, El Karateca y El Alfalfa --acusados también de homicidio-- se pasean impunes, pues a pesar de estar identificados, la PGR y la PGJDF no han logrado integrar las averiguaciones previas, porque los testigos y familiares de las víctimas se niegan a declarar en su contra.

Fuentes de la PGJDF reconocen que ``nos ha costado mucho trabajo encontrar siquiera a los testigos para que establezcan imputaciones directas, y sin éstas no se puede consignar a nadie''.

Mientras, los ajustes de cuentas continúan. El pasado fin de semana, tres días después del triple homicidio en Gustavo A Madero, fue asesinado el que se consideraba como segundo distribuidor más importante de grapas y papeles de Tepito, Alejandro Camarillo Salas, cuando circulaba en su auto por la calle Jarciería. Al joven de 20 años lo ejecutaron a bordo de su automóvil: le vaciaron el cargador de una pistola automática.

El pleito por el control de las drogas se intensificó este año, después de la ejecución en la colonia Gabriel Hernández de El Gigio, líder de una de las principales bandas de asaltantes que también distribuye cocaína. A partir de este momento Los Arias se convirtieron en el grupo más fuerte y, por tanto, los que llevan el mayor peso en este enfrentamiento, cuyo saldo es de aproximadamente 20 muertos.

Tras la muerte de El Gigio los tepiteños ganaron terreno en zona enemiga, pues consiguieron vender cocaína en el que, hasta ese momento, era coto exclusivo de los distribuidores de la Sanfe.

Cada casa, una madriguera

En estos días el principal centro de distribución de grapas es la Cerrada Panaderos, donde la venta se efectúa de día o de noche. El único acceso es por la avenida Circunvalación, por lo cual la vigilancia es verdaderamente estricta. Jóvenes de cabello corto y ropa nueva, en ocasiones a bordo de motocicletas, siguen los pasos de vecinos y visitantes.

La Cerrada desplazó prácticamente a la zona de Los Palomares, ubicada tanto en los alrededores de Garibaldi como en las calles aledañas a Peralvillo, donde existen, además, bodegas de mercancía robada.

Pero en Tepito no todo es venta de droga, pues esta actividad es sólo una de las que se realizan en la colonia. Por ejemplo, en el área de La Rinconada abundan las bodegas con grandes cantidades de mercancía, tanto legal como ilegal, que se vende en el mercado de esa zona.

En Matamoros existen almacenes clandestinos de casetes pirata, de audio y video, mientras que en Aztecas y Tenochtitlán existen las llamadas cortinas; es decir, accesorias habilitadas como bodegas para todo lo que se expende en los puestos metálicos de las aceras.

Y, por si fuera poco, los chineros y carteristas también tienen sus calles exclusivas: Peñón y Caridad, cerca de Peralvillo y a un lado de la tienda Viana, además de Florida y González Ortega, donde los ladrones utilizan las vecindades como guarida.

En todas estas calles se venden armas, aunque el comercio se realiza de manera discreta, con contactos preestablecidos y pago en efectivo. Las transacciones se realizan generalmente en recovecos de las vecindades.