La Jornada martes 19 de agosto de 1997

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Por gusto o por necesidad, pero en el Olimpo del poder mexicano ya está instalada la pregunta concreta: ¿todavía es útil el PRI, o ha llegado el momento de desaparecerlo y crear su cuarta versión? Los pensadores del Olimpo han entregado a los héroes, semidioses, dioses y padre de todos los dioses, distintos estudios que en esencia convergen en la preocupante incapacidad del actual PRI para sostener al sistema vigente en el poder, y de la inviabilidad de su salvamento. Según la versión directa de uno de los coordinadores de esos grupos de trabajo instalados por instrucciones olímpicas, el PRI ya no tiene futuro, cuando menos por tres hechos evidentes: la trabazón operativa sustraida al poder presidencial por la inmensa mayoría de los gobernadores, sean del sureste y de Puebla o no; las incorregibles inercias materializadas en las presiones sectoriales y la militancia falseadora y mal acostumbrada, y la presión popular apenas contenida mediante ``recursos extraelectorales'' en los pasados comicios.

Gobernadores sin control. Al menos en el terreno priísta, el Presidente de la República ya no ha podido ejercer la facultad metaconstitucional de controlar y decidir a plenitud. La inexperiencia en el tema, y el equipo de operadores afectado de la misma falta, hicieron que los gobernadores fueran lentamente tanteando el tamaño de los espacios vacíos que podrían llenar, con el resultado de que todos, sin excepción (se habla de los priístas, obviamente), han avanzado en la obtención de parcelas ya inarrancables.

Candidaturas y decisiones importantes fueron entregadas en mayores o menores porciones a los gobernadores cebados por la impericia superior en el manejo partidista y en las ambiciones menores de los supuestos expertos como Humberto Roque y su equipo, en el que destacarían Héctor Hugo Olivares y Rosario Guerra, corresponsables estos últimos de la catástrofe hasta ahora principalmente adjudicada al hombre de los gestos. Un apartado del estudio conocido por Astillero reflexiona sobre los riesgos de una propuesta reformista para el relevo de Roque pues, señala el documento, no hay ninguna figura política de la confianza directa del Presidente que tenga el oficio, y derivado de él la firmeza, para imponer decisiones a personajes envalentonados como Manuel Bartlett, Víctor Cervera, Roberto Madrazo y Patricio Chirinos, por ejemplo.

Con un riesgo de suma importancia, en caso de fracasar el intento de imponer a un reformista sin oficio: la fuerza presidencial sería debilitada en un momento en el que debería preservarse a plenitud para el ejercicio supremo de la preparación del sucesor.

Pero, en un peculiar juego dialéctico, también se advierte que en caso de abstenerse de promover a un propio, y ceder a la presión para que el próximo líder sea alguien de las corrientes ``del viejo PRI'', el Presidente estaría en una situación de inédita desventaja para decidir al siguiente candidato presidencial.

Las incorregibles inercias

En posición de jaque mate, los estrategas del Olimpo no encuentran la jugada maestra para el PRI por más que le rascan a sus IBM. Los párrafos dedicados a la estructura interna del PRI son desoladores: los sectores son simplemente instancias dedicadas a presionar en busca de cuotas de poder para sus favoritos, que muchas veces son los mejores promotores del voto en contra del propio PRI; la militancia por convicción es prácticamente inexistente, y en todo caso es nada más un concepto mítico utilizado para arropar presuntos reclamos de respeto a las bases que, en realidad, son meras fórmulas de mercadeo en busca de mejores condiciones para negociar o transar; los cuadros políticos superiores están desmoralizados al ver que se derrumban sus nunca satisfechas necesidades de cargos y presupuestos, y al ver que el PRI como camino natural hacia el poder está desvaneciéndose.

En términos estructurales el PRI es inviable, condensan los pensadores. Los comités directivos ya no dirigen más que discursos y apariencias; las finanzas partidistas no dan para sostener el aparato de todo el país; tampoco hay discurso ni mitología actuales y válidos, pues la Revolución mexicana ha dejado de ser manejable como motor ideológico y aspiración social, y los antiguos valores de la paz social y cierto desarrollo compartido han sido salvajemente borrados del escenario por las crisis recientes.

El rechazo popular

En términos de mercadotecnia, la gente ya no quiere saber nada del PRI. Su imagen, su emblema, su discurso y sus hombres públicos, son objeto de un rechazo generalizado que se manifestó en los pasados comicios, crudamente en las zonas urbanas de alta presencia opositora, y maquilladamente en las zonas rurales donde la oposición vigiló mal los procesos. Intentar el cambio o la mejoría de la imagen del PRI sería una tarea condenada al fracaso. De continuar la tendencia a la limpieza electoral, y entendiendo que en los comicios del 2000 habrá una mayor fuerza, vigilancia y presión de los partidos contrarios al tricolor, nadie debería esperar que se repitieran los importantes volúmenes de votación recibidos este año. De allí que, dice el documento olímpico, se imponga actuar con crudeza y realismo, reconociendo que el PRI en su forma actual ha llegado a su fin y que es necesario preparar una nueva etapa, la cuarta, de esa organización ligada al poder, o bien, de desplegar una estrategia dura y ruda de recuperación de los viejos valores priístas, e inflamar los orgullos de los segmentos que todavía le son fieles, para entrar frontalmente a la próxima competencia electoral.

Noticias desde Hidalgo

El gobernador de Hidalgo, Jesús Murillo Karam, es uno de los múltiples mandatarios que busca aplicadamente dejar su encargo actual para pasar a dirigir el PRI nacional. Con méritos amplísimos, ganados a lo largo de su siempre congruente carrera política, Murillo Karam es miembro distinguido del Sindicato de Gobernadores Duros, y sólo por razones geográficas no es posible integrarlo a la República Salinista del Sureste desde donde, en todo caso, bien podrían nombrarlo doctor honoris causa.

Pero, mientras el futuro doctor Murillo Karam resuelve su incógnita existencial (gobernar o ser líder del PRI), otros políticos se mueven en busca del espacio que tarde o temprano dejará, ya sea en lo inmediato, por la presumible promoción que sus allegados publicitan como inminente (actitud que en realidad no significa nada, pues cuando menos media docena más de gobernadores aseguran haber sentido el dedo superior a punto de posarse sobre sus egregias figuras), o por la candidatura priísta de relevo que deberá estar destapada en el lejano 1999 que, para los ansiosos, ya está a la vuelta de la esquina.

Entre otros, están los siguientes aspirantes a gobernar en lugar de don Jesús: José Guadarrama Márquez, actual senador; Manuel Angel Núñez Soto, de quien se dice es muy cercano a Herminio Blanco y Guillermo Ortiz; Orlando Arvizu, diputado federal electo y senador saliente, y Ernesto Gil Elorduy, a pesar de la sospechosa salida de un nivel federal mediano, como encargado del programa de seguridad pública de la Secretaría de Gobernación, para irse como secretario de Educación del gobierno estatal.

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