Ugo Pipitone
El boom accionario y sus peligros

Los datos de los primeros siete meses del año son impresionantes. Las principales bolsas de valores del mundo experimentan avances que pocas veces se habían registrado con anterioridad. A la cabeza de la tendencia se encuentra Estados Unidos que, en lo que va del año, registra un aumento de las ganancias bursátiles de 28 por ciento. Si excluimos a Japón algo similar ocurre en otras regiones del mundo. En Europa el avance en los índices bursátiles es bastante superior al 20 por ciento en Alemania, Holanda y Suiza. Y si miramos a los mercados financieros emergentes las cosas marchan a un ritmo aún más enloquecido. Las ganancias obtenidas en lo que va del año en las bolsas de valores de Brasil y Hungría son de 70 por ciento, en México de 57, en Rusia de 180 por ciento. En síntesis, un gold rush en versión accionaria. Las expectativas a futuro son evidentemente muy positivas y los mercados no hacen que confirmar un ambiente rebosante de optimismo. Frente a este escenario dos preguntas resultan inevitables: ¿cuáles son los orígenes específicos de este boom bursátil? y ¿está el panorama libre de peligros en el mediano plazo?

A propósito del primer interrogante, las claves explicativas están en una situación de abundancia de capitales y escasas posibilidades de ganancia en sus colocaciones a renta fija. La tasa de interés nominal a corto plazo en Estados Unidos no alcanza actualmente el 6 por ciento y los rendimientos de los Bonos del Tesoro apenas rebasan este valor. Si comparamos estos rendimientos con el 28 por ciento de incremento del valor medio de las acciones en los primeros siete meses del año en el Stock Exchange de Nueva York, resultarán evidentes las razones por las cuales persiste una carrera entusiasta a la compra de acciones. En Europa occidental los rendimientos fijos también han experimentado bajas considerables en los últimos años a consecuencia de la reducción de los déficit fiscales en vista de la moneda única europea. Y allí también los inversionistas se han proyectado con entusiasmo a los mercados de acciones. Y si a esto añadimos las reducidas utilidades obtenibles en Japón en las colocaciones de renta fija (inferiores al 2 por ciento), resultarán comprensibles las razones del éxodo masivo de este país de capitales que buscan colocaciones rentables en los mercados accionarios del resto del mundo. Recordemos al margen que de Japón proviene cerca de una tercera parte del ahorro mundial.

Queda la segunda pregunta: ¿hasta cuándo seguirá la bonanza? Y aquí la respuesta es inevitablemente incierta. El problema es de realidades y de expectativas. ¿Hasta cuando seguirá la expansión económica de Estados Unidos que lleva ya más de seis años? ¿Cuál será el tamaño de la sobrerreacción de los inversionistas a los primeros síntomas de agotamiento del actual ciclo de expansión? ¿Qué ocurrirá cuando las tasas de interés vuelvan a incrementarse a consecuencia de una recuperación japonesa más clara que la actual? Si bien es imposible responder con precisión a estas preguntas, una cosa es segura: el boom actual está destinado a debilitarse en algún momento del futuro. Y si esto llegara a ocurrir en una situación de gran excitación alcista de los mercados, el contragolpe podría ser muy seco y las consecuencias graves. Más allá de las razones coyunturales de entusiasmo inversionista, rendimientos financieros cercanos al 30 por ciento son insostenibles en el largo plazo, por tan dinámicas que sean las economías que los hacen posibles. Si el camino al infierno está hecho de muchas buenas intenciones, el camino al desastre económico está guiado por muchos actos de optimismo descabellado.