Para Abraham Nuncio
Este primero de septiembre, el doctor Zedillo y yo nos vamos a extrañar. Podríamos recordar, momento a momento, los dos informes anteriores, lo que pensó él, lo que pensé yo; lo que quiso decir y lo que quise decir. A él le dijeron: ``Señor Presidente, si alguién le grita, continúe leyendo y como su antecesor, ni los vea ni los oiga, porque usted le está hablando a la cámara... de televisión, y no a esa asamblea incivilizada''. A mí me dijeron: ``No vayas a hacer nada'', ``el momento es muy delicado'', ``vete a Roma, nadie te va a extrañar'', ``lo que quieras...''. ¿Todo para qué? El Presidente llegaba con su mayoría arrolladora, sus invitados, los oficiales de la cúpula del Ejército, la Iglesia, los empresarios, todo el poder de México. En nuestra legislatura sólo cuando iba el Mandatario se abrían las galerías; gracias a Roque y al PRI permanecieron cerradas para los ciudadanos. En torno a San Lázaro se levantaron murallas, reglamentos especiales, acuerdos parlamentarios para correr a los ciudadanos ``y dejar trabajar bien a los diputados'', hasta que prácticamente ya no iba nadie a San Lázaro, por eso en varias partes del país muchos apostaron más a las armas que a las instituciones. ¿A qué temer tanto el primero de septiembre?, si el Presidente llega controlando las cámaras de televisión (transmisión diferida cinco minutos para reformar y censurar imágenes), la mayoría de las fotografías y a los reporteros de la fuente, los amigos de la Presidencia, que contribuyen haciendo la crónica protectora. ¿A quién le sirve el monólogo presidencial y la falta de diálogo entre los poderes el primero de septiembre? ¿O es, como dicen algunos empresarios, una discusión ociosa porque ellos nunca discuten con sus obreros? Por varias causas creo que tengo derecho a dar varios consejos al doctor Zedillo y a los nuevos diputados:
Para no caer en nostalgias por falta de estridencias le aconsejo de buena fe le diga a Núñez que lo mejor es cambiar el formato, pero no lo deje que ceda, mejor hágalo usted, le conviene antes que se le pase más el tiempo y se quede a la mitad del río, sin saber si nadar hacia adelante o regresarse de nuevo a la orilla que dice protegerlo, pero que debilita y vulnera la equidad entre poderes. El formato imperial ya no le sirve, pues para mí los insultos se convirtieron en aplausos, y para usted, los aplausos provenientes de la subordinación, de la falta de equidad entre los poderes de la Nación, se han convertido hoy en un grave señalamiento al no querer acatar la demanda de más cambios.
La ciudadanía votó no sólo contra su partido, sino para cambiar lo que hacía su partido: fue un voto contra la tradición autoritaria, una ruptura, que debió hacerse hace tiempo, pero que ustedes dudaron en cambiar. Yo se los advertí hace un año cuando prefirieron la presión a la indulgencia.
Les aconsejo a usted y al Congreso seleccionar con mucho cuidado a los invitados, sobre todo a los importantes, a los más cortesanos, pues pueden echar a perder la ceremonia, ya que también para ellos la inviolabilidad del Congreso no existe y menos el fuero de los diputados para expresarse en su propio recinto. Si invita de nuevo a Diego Fernández, al cual también felicitó por interrumpir su discurso, siéntelo de nuevo junto a Cecilia Soto, que seguramente ese día dejará de escribir sus memorias sobre la intolerancia, y ambos le enviarán una foto del recuerdo a Santiago Oñate a Inglaterra y a Felipe Calderón, al quien desde entonces se le hizo trizas su proyecto de un PAN ``de centro'', pues el centro está en el único lugar donde siempre han estado las letrinas: al fondo y a la derecha. No se confié a sus amigos como Víctor Flores al cual usted también felicitó por agredirme y en premio lo palomearon para que fuera diputado; no se fíe de ellos porque ahora en conjunto, Víctor Flores no sólo es investigado por asesinato, sino que es parte de la nueva minoría, un traidor a sus agremiados y alguien que ensucia a la nueva legislatura. Salúdelo de lejos, no lo vea cuando lo aplauda y se levante del asiento, pues la historia le recordará mucho tiempo tener amigos de tan baja estofa.
Lo mejor es avanzar; nadie le dirá débil ni perdedor si usted acepta. Es mejor apostar al cambio y no se le ocurra otra frase que supere aquélla de utilizar ``toda la fuerza del Estado'' cuando el país sigue lleno de impunidades, crímenes, narcopolítica y escándalos en el propio gobierno. Lo mejor es que reconozca a esa asamblea, no le tenga miedo, no muerde; pregúntemelo a mí, que siempre los tuve en contra; insultaron, pero nunca llegaron a ofenderme, porque el ejercicio de la contrariedad política es un signo de civilidad avanzada. Hágalo ahora, es el momento de escuchar al Congreso, esa institución de edad avanzada, a la que no se le ha dejado madurar, precisamente por la institución que usted representa. ¿No es preferible que le digan los desacuerdos políticos en el marco del Congreso y sobre eso establecer el consenso? Usted ganaría mucho si usted y su partido, luego de hablar y expresarse con toda la fuerza del Estado, no se quedará con la última palabra.
PD. Se invita a los nuevos diputados al curso-taller sobre máscaras que impartiré a los diputados que llamen al 420 17 22. Al alumno más aventajado, se le otorgará un veliz con un kit completo para enfrentar aberraciones del protocolo legislativo. Oink.