El país está viviendo, tras el 6 de julio, la hora del ajuste de cuentas de los miembros del grupo salinista, y el espectáculo que siguen brindando no es muy edificante. Los medios hablan de la democra- tización del país, pero la disputa por el poder es cada vez más soterrada y violenta.
1. El grupo salinista está tomando una vez más la iniciativa con un solo objetivo: el de conservar el poder el año 2000. En el frente externo, con la lógica de ganar perdiendo ha logrado subordinar a la oposición partidista cediéndole espacios. Y en la disputa por el PRI y por el control del Estado en vistas a la sucesión presidencial, ha prevalecido sobre los otros clanes del oficialismo utilizando un arma que se antoja típica de la mafia siciliana: acusando nada menos que a altos oficiales y a prominentes miembros de la clase política de estar involucrados en el narco y en el lavado de dinero, actividades a las que, según múltiples evidencias, se han dedicado un buen número de los tecnócratas educados en Estados Unidos, aunque uno solo de ellos esté acusado como un símbolo de toda una generación: Raúl Salinas de Gortari, a quien por lo mismo éstos luchan por exonerar.
2. La situación política que vive el país es sorprendente: a pesar del control político, los mexicanos votaron en contra del ``sistema'' y de quienes gobiernan, y sin embargo luego del 6 de julio ``el sistema'' sigue ahí, recomponiéndose, y el grupo en el poder se siente ``legitimado'' y con derecho a seguir disponiendo de la nación como de un botín. México continúa gobernado por un grupo acusado de ser un instrumento de intereses del exterior, de haberse vinculado al narcotráfico para apropiarse de las empresas públicas privatizadas y de cometer los mayores excesos de corrupción administrativa que haya conocido el país en su historia, llevándolo a una crisis económica, social y moral sin precedentes, pero eso no es todo: este grupo pretende, además, gobernar por otros dos sexenios más.
3. El dominio que el grupo de Carlos Salinas de Gortari sigue ejerciendo impunemente sobre el aparato político, económico y cultural del Estado, pone de manifiesto cuál es el principal problema de México en este fin de siglo: la incapacidad que han mostrado hasta ahora las fuerzas de oposición para terminar con el actual sistema de poder y la debilidad que tiene aún frente a éste la sociedad civil.
4. El grupo salinista ha logrado hasta ahora consolidarse en el poder utilizando la misma estrategia que definió a partir de 1988, cuando Salinas aceptó el fin de la que llamó era del partido ``prácticamente único''. Esto es, aceptando que hay un rechazo popular al PRI, a las políticas neoliberales y a la corrupción de quienes gobiernan, y aceptando reconocerle espacios a la oposición, con la única diferencia de que en el sexenio pasado lo hizo frente al PAN y ahora lo hace también ante el PRD. Cediendo, en otras palabras, parcelas de poder a nivel local a funcionarios surgidos de los otros partidos, pero conservando incólume su control sobre el aparato estatal y su capacidad de determinar las políticas públicas, con la ganancia adicional de que ahora se está generando la idea de que ya todo ha cambiado, y de que México está enfilado hacia la democracia.
5. La operación publicitaria está resultando un éxito, pues si bien el gobierno tiene una clara mayoría en el Legislativo (pues controla al PRI y tiene las manos metidas en el PAN y en el PT), y conserva por lo mismo la posibilidad de sacar adelante cualquier iniciativa con la simple mayoría del PRI en la Cámara de Senadores y una mayoría PRI-PAN en la de Diputados, la prensa internacional publica una y otra vez que en México la oposición ya controla el Congreso y ha acotado al presidencialismo.
6. El problema de fondo para la tecnocracia es, sin embargo, que ninguna política se puede ya imponer en México si no tiene un sustento social, y el apoyo incondicional que las fuerzas de lo que fue el PRI le brindaron a sus integrantes en los tres últimos sexenios no sólo se está terminando sino que es ya poco real, aunque quienes gobiernan a México no parezcan percatarse de ello. De ahí que la disputa por el partido sea feroz, no sólo entre políticos y tecnócratas, sino entre los amigos de Salinas y los de Zedillo, empeñados en que sea él quien tenga en 1999 el derecho al ``último dedazo''.
7. La hora actual es por todo esto la del ajuste de cuentas entre los integrantes de la burocracia gobernante, sin más límites que los impuestos por la seguridad nacional de Estados Unidos por el hecho de aflorar la vinculación que tienen con el narco. El grupo en el poder se halla en plena descomposición, hundido en las prácticas de corrupción y en las redes de los capos y como corolario se haya enfrascado en una lucha subterránea de resultados impredecibles: tecnócratas contra militares, facciones del salinismo entre sí, clanes priístas contra sus antiguos aliados panistas.
8. Las noticias que da la prensa de quienes gobiernan no es precisamente aleccionadora: Alejandro Ortiz (hermano del titular de Hacienda y funcionario de Serfín) es ejecutado aunque la policía insista en la tesis del asalto (16 de agosto); el hijo del ex líder del PRI, Javier García Paniagua, es acusado de narco (20 de agosto); los nombres de militares y políticos coludidos con los cárteles afloran todos los días.
9. La responsabilidad que tiene la oposición democrática ante este escenario es por todo ello muy grande, y su prioridad tiene que ser la de definir con urgencia un programa de transición para México que vaya más allá del escenario del año 2000.
10. Los políticos profesionales no pueden desconocer que la sociedad mexicana quiere un cambio y que está en pleno movimiento. La propuesta de una sociedad que se organiza la han expresado muchos, pero la trae hoy sobre todo el viento suroriental, y es la de los zapatistas de los mil 111 pueblos indígenas de Chiapas, que marcharán a la capital a hablar de un proyecto diferente al de los tecnócratas: el de un México para todos.