Cada partido y cada intelectual con tribuna ha presentado su propia interpretación de los resultados electorales del pasado 6 de julio. Se trata de una discusión en la que no habrá acuerdo, pues cada quien se las arregla para salir lo mejor librado.
Sin embargo, el asunto podría dirimirse a partir de la impronta que dejen las urnas sobre los hechos políticos del futuro inmediato.
Una huella electoral que ya podemos ver es el acuerdo de las oposiciones para acabar con la dictadura del PRI en la Cámara de Diputados. El partido oficial, naturalmente, desea deslavar esa impronta electoral hasta el grado de que no se note en absoluto. Lo mismo pretenden algunos comentaristas que atacan a las oposiciones sólo por actuar en forma política y rehusarse a apoyar al partido del gobierno. Lo más notorio, sin embargo, es que algunos periódicos han estado publicando notas tendientes a introducir desconfianza entre los grupos de la oposición, a efecto (evidentemente) de boicotear el acuerdo, el cual no tiene más alcance que la constitución e integración de la Cámara. Ya se dice que Muñoz Ledo impone los términos al PAN, ya se afirma que éste pactó en secreto con el gobierno, etcétera. Hay mucho chisme; lo peor es que algunos empezamos a pensar que el secretario de Gobernación está detrás de esas notas, las cuales carecen a veces de fuente en su texto.
El acuerdo de las oposiciones en la Cámara demuestra que las alianzas con el PRI se encuentran desacreditadas ante los ojos de la ciudadanía. He aquí una repercusión concreta de los resultados electorales. Pero tal convenio significa algo más: el pluralismo político ha sido un mandato nacional; ningún partido debe dictar sus condiciones a los órganos representativos del Estado; el Congreso debe cumplir sus facultades constitucionales.
Para lograr la aprobación de cualquier decreto en la Cámara de Diputados será necesario constituir una mayoría, pues ésta no existe de antemano. El PRI ni siquiera intentó conformar una mayoría en coalición con otros grupos para instalar la Cámara y dotar a ésta de sus órganos de gobierno interior. Las oposiciones lograron tal mayoría: ¿es esto un insulto al PRI?
En los próximos cuatro meses, los grupos parlamentarios tratarán de integrar mayoría para cada punto de la agenda legislativa. El gobierno, por su lado, buscará presionar a los partidos para sacar adelante sus proyectos, especialmente el presupuesto federal. Los diputados decidirán sus propias posiciones y se relacionarán entre ellos, con sus partidos, con el gobierno y con diversos agrupamientos sociales: ¿no es esto lo que se buscaba desde hace muchos años?
Los diputados priístas han estado concurriendo a las oficinas de los secretarios de Estado (Carabias incluida, quien no es miembro del PRI) para recibir línea. Ellos no esperaron a que los miembros del gobierno acudieran a la Cámara a relacionarse institucionalmente con las comisiones legislativas, sino que, como están despojados de programa y argumentos propios, deben ir a buscar en el Ejecutivo todo aquello de lo que lastimosamente carecen.
Tal falta de dignidad republicana y parlamentaria no es nueva en los legisladores priístas. Antes llegaban las órdenes sin importar los argumentos, pero ahora los priístas tienen que contar con un discurso para tratar de convencer a otros diputados, quienes, en su conjunto, son más que ellos.
La idea de Ernesto Zedillo, en el sentido de que no debe haber ningún cambio en la política económica y social, es una aspiración que se asienta en la subsistencia de una mayoría absoluta del PRI en el Senado. Pero la aplicación del programa económico del gobierno requiere de la aprobación de nuevas reformas, así como un Presupuesto de Egresos a modo de los dictados neoliberales. Una mayoría de diputados puede detener la aprobación de las iniciativas del Presidente y puede también cambiar el presupuesto, pero a condición de que haya acuerdo.
Si la impronta electoral es el equilibrio de poderes, entonces renacerá el Congreso. Si las oposiciones, o algunas de ellas, no entienden lo que está pasando en el país, entonces no habrá ocurrido nada muy importante y esa huella de los comicios apenas será un rasguño grabado sobre el duro suelo mexicano.