Protegen policías la venta de armas y drogas en Tepito, señalan vecinos
Alberto Nájar Ť El barrio de Tepito empezó a inundarse de droga desde hace cuatro años, cuando ante la inminencia del Tratado de Libre Comercio se abrieron por completo las fronteras, y los aparatos electrónicos de importación --que eran la base del comercio en la zona-- empezaron a conseguirse casi en todas partes.
Perdido su mercado, muchos fayuqueros diversificaron su actividad y cambiaron la venta de televisiones y estéreos por la de grapas de cocaína o armas. Testimonios de personas que siempre han vivido en la zona señalan, sin embargo, que la presencia de narcotraficantes no afectó su tradicional actividad comercial; simplemente se le ve como una mercancía más.
Hubo quejas de vecinos por la redada
en la
colonia Morelos. Foto: Carlos Ramos Mamahua
``Es como una cancha de basquetbol'', señala una vecina. ``Cada grupo arroja su pelota a una canasta distinta y ninguno se mete con el otro, aunque sea el mismo terreno''. Es, resumió, un tácito acuerdo en el que nadie interfiere con los negocios de otro.
Tal convivencia permite así la existencia de bodegas de armas, drogas o mercancía robada a unos metros de los puestos ambulantes o negocios establecidos, muy cerca también de la policía que, se sabe con certeza, protege a los traficantes de drogas y son, de hecho, el contacto para la compra de armas.
Es, por ejemplo, el caso de los predios ubicados en Jesús Carranza 30, 33, 42 y 65, donde la protección policiaca es más evidente. ``Hemos visto a convoyes de judiciales federales escoltando los cargamentos'', comenta un vendedor de camisetas. ``Si Tepito fuera como una empresa grande diríamos que los federales son los presidentes, los judiciales del Distrito los socios y los policías preventivos serían clientes distinguidos, porque también ellos vienen a comprar''.
De hecho, el gasolinazo (término con el que se conoce a las gratificaciones) para los agentes de la Policía Judicial capitalina es en promedio de 500 pesos por turno. De los federales se desconoce la cantidad que reciben, ``pero debe ser mucho porque ellos son los que manejan el negocio''.
No es su único ingreso. Patrullas de la PJDF y de la Secretaría de Seguridad permanecen en los alrededores de las calles donde se venden grapas, como González Ortega, Caridad, Manuel Doblado, Tenochtitlán, Aztecas, Jesús Carranza, Eje 1 Norte o Libertad, a la espera de los compradores. Una vez detectados, los detienen manzanas más adelante y los extorsionan. Por las noches, y especialmente los fines de semana, estas calles se convierten en verdaderos tianguis, donde la droga se oferta a distintos precios, según la calidad y pureza. Una grapa oscila entre 50 y 120 pesos, por ejemplo.
Y es que hasta en ese mercado, Tepito es cosmopolita, pues lo mismo se encuentra cocaína distribuida por sinaloenses que heroína que recientemente introdujeron traficantes de Guerrero. ``Hay mercado para todos'', indica una vecina. ``Los muertos que ha habido son deudas que no se pagaron porque los que venden también son consumidores; se acaban su mercancía''. Para los vecinos y comerciantes consultados, la guerra por el territorio no se libra abiertamente, aunque prácticamente existe un grupo en cada manzana. Además, indican, ``lo más cabrón está en la (colonia) Morelos'', sobre todo en arterias como Mineros, donde abundan las bodegas de mercancía robada --``llegan camiones a descargar''--, la cuarta calle de Panaderos, la primera de Plomeros y Labradores, o la segunda de Mecánicos.
Curiosamente, a pesar de la redes que se tejieron alrededor del tráfico de drogas, en Tepito se respetan ciertas reglas: los ambulantes no se meten con los traficantes, los policías preventivos no los persiguen y tampoco se utiliza a niños para transportar la droga, como sí ocurre en Garibaldi.
``Desde afuera la convivencia parece muy complicada y casi siempre se generaliza'', se queja un vendedor de aparatos electrónicos. ``Para entenderlo, hay que vivir en Tepito''.