Jaime Martínez Veloz
Enfrentar o convencer
¿Cuáles son las principales tareas que deberá enfrentar la siguiente Legislatura? ¿Cuáles son los mejores métodos para enfrentarlos? ¿Qué errores deben evitarse? Con relación a la primera pregunta, tal vez la tarea más urgente sea definir por consenso un método de trabajo en la Cámara de Diputados. Dicho sistema permitiría adecuar en el corto plazo los mecanismos básicos de gobierno y/o coordinación, de discusión, distribución e integración de comisiones, las formas de trabajo de éstas y la profesionalización de los órganos de administración de la Cámara Baja. De no hacerse esto, la simple lógica aritmética y la coyuntura decidirán cuáles son los formatos de trabajo con el riesgo de que el Legislativo se empantane en el momento en que más se requiere de su agilidad.
En segundo lugar, sería deseable que se redefiniera, por salud republicana, una nueva forma de relacionarse y de trabajar con el Ejecutivo Federal. Ni contra ni por sobre de él, sino conjuntamente con él. Esto no quiere decir disciplinarse o buscar siempre el acuerdo con el Poder Ejecutivo. Sólo significa diseñar los mecanismos de trabajo entre ambos Poderes, inclusive aquéllos que sean necesarios para dirimir los desacuerdos. En tercer lugar, convendría determinar los temas de la agenda nacional a los que aplicar una especial atención en su discusión y resolución. Entre éstos sobresalen: la continuación de la reforma democrática del Estado; la búsqueda de la paz con justicia y dignidad en Chiapas; lineamientos para la fijación de una política social del Estado de largo plazo; ajustes al proyecto económico; medidas para una mejor administración de la justicia y fórmulas más eficientes para lograr la seguridad pública. En estos apartados harán falta esfuerzos extraordinarios de concertación para asuntos que constituyen grandes reclamos nacionales y que son ya insoslayables.
En relación a la segunda pregunta, sería deseable que los trabajos de la próxima Legislatura estuvieran enmarcados en la política del consenso más que en el uso de la mayoría. Algunos podrían objetar que sería legítimo que la oposición utilizara su fuerza conjunta. En efecto, así es. Sin embargo, la inclinación generalizada de la sociedad parece ser la de optar por el diseño y aplicación de una política que ponga énfasis en la concertación por sobre la entronización de las diferencias. La política del consenso no significa, desde luego, que los diferentes partidos declinen o subordinen sus diferencias en aras de hacer de la Cámara un gran club de amigos. Precisamente a partir de esas diferencias es recomendable que se encuentren los puntos de acuerdo que permitan que se resuelvan o empiecen a resolverse algunos de los asuntos más importantes para la vida nacional.
En una cultura acostumbrada a privilegiar el autoritarismo, la intolerancia y el mayoritero, éstos configuran los principales riesgos que se deben alejar. Ni las oposiciones pueden trabajar como si los errores o la mala leche fueran exclusivos del PRI, ni en el PRI podemos trabajar como si tuviéramos la verdad absoluta de proyectos y métodos.
La estrategia de las próximas fracciones legislativas de tratar de defender a ultranza el cuartel contra supuestos o reales ataques, tan popular en estos días, no lleva a ninguna parte porque no se puede defender con legalismos, amenazas y prácticas de contador de votos lo que debe cambiarse por consenso.
En el caso concreto del PRI, es claro que no se eleva el nivel de la diputación de ningún partido si se busca una fidelidad partidaria acrítica e incondicional. Tampoco si se cuida una imagen que vale poco si no está respaldada por ideas claras y consensadas. Los legisladores deben desarrollarse en el debate, la tribuna y el intercambio abierto de ideas. Si la oposición hace sus reuniones a puerta cerrada y decide dar el espectáculo de reunirse todos juntos con el PRI para que éste no los lleve a ``lo oscurito'' es cosa de ellos. Si decide hacer bloques o no, también es cosa de ellos. Es su derecho. Pero el que nosotros, con nuestros cuadros y experiencia creamos que el intercambio con la oposición puede contaminar a nuestros diputados realmente habla muy mal de nuestra confianza en hacer política.
La 57 Legislatura tiene ante sí la disyuntiva de ser el marco de una entretenida, pero inútil, lucha de fracciones o convencer a la Nación de que puede convertirse en el escenario de la política de altura que merecemos.