Carlos Fuentes
La victoria del PRI
Desde hace años tengo colgado en mi closet un traje negro con una insignia en la solapa: PRI-RIP. A veces lo descuelgo, incluso me lo pongo y me dispongo a ir al Gayosso Político a presentarle mis condolencias a la Madre de todos los Partidos. Pero ésta, como la Celestina de Fernando de Rojas o los gatos amurallados de Edgar Alan Poe, siempre me recibe con la carcajada de quien tiene más de una vida: hasta las piedras, dice la vieja alcahueta, se apartan para darle paso y a sus jóvenes rivales les dice, ``más dignos eran mis sesenta años de sepultura que tus veinte''.
Entonces regreso a colgar mi traje fúnebre en espera de que llegue lo anunciado, hace años, por el novelista Armando Ayala Anguiano: El día que perdió el PRI. ¿Ha llegado ese día? ¿Puedo al fin ponerme mi empolvado traje de luto? ¿Ha dejado al cabo de alardear nuestro PRI-Celestina: ``Ni siento cansancio al andar, ni perro me ha ladrado, ni ave negra he visto''? Pues no, resulta que esta vez los perros han ladrado y los cuervos criados por el PRI le han sacado, si no los dos ojos, al menos uno.
Sin embargo, ¿está muerto un partido que tiene 239 escaños en la Cámara de Diputados, contra 125 del PRD y 122 del PAN? Cierto, los 247 escaños combinados del PAN-PRD le dan una ligera ventaja a la oposición, y si se suman las novedades del Partido Verde (ocho escaños) y del Partido del Trabajo (seis), la oposición al PRI en la Cámara baja suma 261 votos potenciales. Qué bueno, el Ejecutivo ha perdido el monopolio sobre las iniciativas de ley, éstas no serán automáticamente aprobadas, el Congreso recupera su poder de iniciativa... pero ninguna ley va a pasar sin alianzas, sin concesiones, sin negociación. Es decir: de ahora en adelante, para tener leyes vamos a tener política y para tener política vamos a tener democracia.
El PRI no está acostumbrado a semejante estado de cosas. Antes, como a la Celestina, hasta las piedras lo saludaban -aunque a veces con improperios-. Ahora, el PRI en el Congreso tendrá que negociar hasta con las piedras y con los cuervos. A veces encontrará una oposición unida. Pero a veces no y veremos, sin duda, votos mancomunados PRI-PRD hacia la izquierda y PRI-PAN hacia la derecha. Todo esto es normal en un parlamento democrático.
Lo que no es normal es que el ``partido-organización'' que respalda al ``partido-parlamentario'' aplace por un minuto más su propia reforma interna. ¿Cómo van a negociar los congresistas del PRI con los de la oposición si antes el PRI no negocia con sí mismo la naturaleza interior de sus procedimientos, su organización, su relación con el Presidente, su deseable cambio, como escribe Alfredo Baranda, ``de abajo hacia arriba y de afuera hacia adentro''?
Baranda, uno de los más inteligentes y previsores miembros del PRI, propone al respecto una ``jornada de discusión y análisis en torno al futuro del partido'' a fin de arribar a la realidad de un ``partido renovado, autocrítico y abierto a las demandas de la población''. ¿De dónde puede venir semejante renovación? No de una dirección, como la describe Luis Salazar, ``por demás opaca y carente de prestigio''. No del Presidente de la República, cuya nueva relación con su partido depende de las libertades de acción y de organización de éste.
La vida del PRI, a fin de que su papel en un Congreso tripartita sea constructivo, sólo puede venir de quienes efectivamente ganaron puestos en el Congreso bajo las siglas del PRI. Ellos son, qué duda cabe, los victoriosos del PRI. Nadie ha puesto en duda sus credenciales.
Llegan a las Cámaras con tanta legitimidad como sus colegas de la oposición. Cabe decirles a los triunfadores del PRI lo que su madre a Boabdil, con una vuelta de tuerca: ``No llores como mujer lo que supiste ganar como hombre''. Bueno, en el siglo VIII de nuestra era no había movimientos feministas y el Segundo Concilio de Nicea despojó a la mujer del equivalente eclesiástico al voto, o sea el derecho al sacerdocio.
El punto es el siguiente: el electorado votó por el cambio más que por los partidos. Los de la oposición, en el poder, no tardarán en mostrar deficiencias y resquebrajamientos: es la ley de la política. Si el PRI espera los errores de la oposición para seguir siendo el mismo PRI de siempre, le habrá dado la espalda a sus propias victorias, es decir a los millones de electores que, efectivamente, votaron por el PRI el 6 de julio. A ellos les debe el PRI un acto radical de reforma interna que aúne las victorias de los priístas electos con las expectativas de sus electores, que son, exactamente, las que enuncia Baranda: ``Un partido democrático, renovado, autocrítico y abierto a las demandas de la población''.
Quizá, a estas alturas, el PRI ya no es reformable ni tiene oído para sus mejores militantes. En ese caso, por fin estrenaré mi traje negro. Pero el luto, acaso, lo lleve por México más que por el PRI.