Horacio Flores de la Peña
Las elecciones /III
El Partido Acción Nacional, igual que el PRI, tiene mucha gente capaz e inteligente y, también, honrada. Afortunadamente para ella, hoy está marginada por los grupos dominantes que manejan el partido, formados en su mayoría por litigantes penalistas que no destacan por las cualidades mencionadas antes.
Por esta razón los panistas cuando llegan a un puesto de elección popular olvidan que el primer signo de madurez de una sociedad democrática es la tolerancia en todos los aspectos de la vida en sociedad, y que esto sólo se da cuando los burócratas dejan de supervisar el arte y la cultura.
En este aspecto, las administraciones panistas nos han dado un adelanto del tipo de gobierno que nos pueden ofrecer; estarían lejanos de todos los gobiernos socialdemócratas y aun de la Democracia Cristiana, más bien, serían una versión subdesarrollada del gobierno pro-franquista del señor Aznar en España y, esto, no es para entusiasmar a nadie.
En mi opinión, el PRD es el que carga con la mayor responsabilidad en este esfuerzo por democratizar la vida nacional. Del PRI actual nadie espera nada. La experiencia enseña que nada puede ofrecer un partido que se ha cambiado todas las chaquetas políticas posibles; el PAN no se las ha cambiado porque nunca las ha tenido.
El PRD ofrece mucho, pero su programa es posible; en consecuencia, sólo la torpeza política de sus dirigentes lo harían inviable. Esto hace singularmente difícil el ejercicio del Poder Legislativo. En la ciudad de México contará con la oposición de toda la derecha, es decir de casi todo el PRI actual, del gobierno, de los burócratas de las cúpulas empresariales, incluidos sus ``filósofos'', pero no así de sus miembros que ya no piensan igual que ellos.
Esta situación obliga a utilizar toda la lucidez e inteligencia de los dirigentes del PRD, que ha demostrado ser mucha, en la toma de decisiones y en la formación de sus equipos. En épocas de crisis graves y profundas como las creadas por 15 años de neoliberalismo, el trabajo más difícil para el político y para los partidos es transformar la sicología derrotista de pueblo; esto lo han logrado tanto el PRD como el ingeniero Cárdenas.
En el PRD, su presidente, en forma muy encomiable, ha impedido que la crisis política y moral del neoliberalismo establezca un toque de queda en el pensamiento político y en la aceptación de posiciones discrepantes, y ha forzado a sus colegas para hacer un uso creciente de la inteligencia y la imaginación que contrasta en forma notable con lo que ocurre en los otros partidos, sobre todo en el PRI y aun con la corriente de ex comunistas del mismo PRD. Y esto, hay que reconocerlo, no es una proeza menor.
Tendrá también problemas de disciplina política por el protagonismo de sus colegas y los exabruptos de algunos de ellos que provocan enfrentamientos innecesarios en un movimiento donde lo más importante es conciliar opiniones discrepantes y lograr consensos, entre ellos, y con los partidos de oposición.
El exabrupto como respuesta fue muy utilizado por los ahora ex miembros del Partido Comunista en su lucha por desbaratar las universidades del país. Y en un momento habrá que señalar, en forma enérgica, que esto reduce la seriedad y la aceptación del partido, y que la sencillez del hombre del pueblo rinde más que la arrogancia.
También hay que frenar el espíritu protagónico de mucha gente. Esto los conduce a hablar mucho y decir poco que sea sensato o inteligente. Como dice el dicho popular: hay que convencerlos de que es imposible ser en los bautizos el niño, en las bodas la novia y en los entierros el muerto. Que no se olviden nunca que Voltaire decía que sólo pedía a Dios que pusiera en ridículo a sus enemigos. No creo que en el PRI o en las cúpulas empresariales haya algún Voltaire, pero... por las dudas y porque el pueblo suele ser muy duro en sus juicios sobre este tipo de políticos.
El ingeniero Cárdenas, independientemente de sus cualidades, tiene una tarea grave que hizo desmayar a muchos o los inclinó a no hacer nada. Gobernar una ciudad con problemas tan serios no es una tarea menor y, si bien, nadie le va a pedir soluciones a problemas que la ineptitud y, a veces la deshonestidad, han dejado postergados por muchos años, sí se espera el inicio de un cambio.
Bien o mal, al ingeniero Cárdenas se le identifica con la tarea llevada a cabo por su padre, el gobernante que mejor entendió y ejecutó las metas de la Revolución Mexicana: la no reelección; el imperio de los intereses de los más sobre de los menos, un gobierno activo y responsable del cambio social y del desarrollo y para hacer prevalecer los intereses del país y su cultura sobre la de los de fuera.
En ese periodo, más que en ningún otro, los problemas de México se decidían en México y por mexicanos, y las decisiones no se tomaban afuera. Reclamando el derecho de cometer nuestros propios errores. El general Cárdenas era un hombre del pueblo, sin doctorados ni doctores a su alrededor; sólo había estudiado en la realidad que le tocó vivir. Fue un hombre de su tiempo, entregado a su pueblo, resolvió los problemas con un instinto certero que lo hizo pasar a ser el mejor presidente del México post-revolucionario. Esto es lo que el pueblo ve en el ingeniero Cárdenas y él no puede fallarle, porque contará, además, con un apoyo popular que no había tenido otro gobernante desde 1934.