Una sociedad sana es una sociedad informada y participativa. Por ello, debemos celebrar que el documento México Salud-2000 abra hoy al escrutinio público algunos indicadores del programa de reforma del sector para los próximos años. La salud, a fin de cuentas, es un asunto demasiado importante para dejarlo sólo en manos de los expertos; todos somos responsables, en mayor o menor medida, de mantenerla y mejorarla.
El informe contiene más de medio centenar de indicadores cuantitativos de la situación de la salud del país. Toma como base cifras de los tres años anteriores al presente para establecer las metas a las que se aspira llegar en el año 2000. Así, la Secretaría de Salud moderniza su proceso de planeación al cambiar el criterio tradicional de evaluación basado en indicadores de gestión, por uno de seguimiento que usa estimaciones numéricas de procesos y resultados. Una ventaja adicional de los indicadores cuantitativos de México Salud 2000 es que aumentará la confiabilidad de los datos al exigir la reducción del subregistro.
La información de México Salud-2000 es relevante, porque los indicadores servirán para que los responsables de la salud cotejen promesas con realidades. Es además un documento trascendente porque rebasa los confines administrativos al ser dado a conocer a la sociedad, a quien se le informa del diagnóstico de la situación actual y se le proporcionan elementos para dar seguimiento a los planes establecidos.
Además de mayor precisión, en el futuro próximo será conveniente diseñar indicadores positivos que superen a los actuales de deterioro o pérdida de la salud; se deberán utilizar algunos índices empleados recientemente por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Banco Mundial, y también será útil completar el marco de planeación con indicadores de organización y financiamiento.
También los indicadores de discapacidad adquieren cada vez más relevancia; por ejemplo, la OMS predice que para inicios del siglo XXI la segunda causa de discapacidad en el mundo será la depresión. Habrá que vigilar con particular atención otros índices; los de morbilidad y mortalidad asociados a la violencia y a las adicciones, sobre todo los relacionados con el alcohol y el tabaco.
Finalmente, será necesario considerar que los indicadores globales no ponen de manifiesto diferencias importantes que pueden ser reveladas por el análisis de niveles más finos de desagregación.
Un indicador de la eficiencia de los servicios de salud particularmente sensible es la mortalidad en menores de cinco años.
La salud del niño es un problema crítico, no sólo porque es mucho lo que queda por hacer, sino también porque es mucho lo que se puede hacer. En contra de algunos expertos que opinan que la superación de los problemas de la salud del niño depende de las mejorías económicas, está el hecho que en América Latina, a pesar de la grave crisis económica iniciada en los años 80, en casi todos los países, incluyendo el nuestro, las tasas de mortalidad infantil y preescolar han continuado descendiendo.
Si el ingreso per cápita no es el único factor determinante de la mortalidad de los niños, son las intervenciones básicas de salud, entre ellas las inmunizaciones, la rehidratación oral, la promoción de la lactancia materna, la planificación familiar y la reducción de la desnutrición las que determinan la evolución favorable de los indicadores de la salud infantil. El esfuerzo ha sido y deberá seguir siendo mayúsculo; de lograrse las metas anunciadas, el país habrá reducido la mortalidad infantil en el año 2000 a la mitad de las cifras que tenía en 1990 y las habrá disminuido por un factor de diez en relación a las de 1980. Se deberán alcanzar así niveles comparables a los mejores que tienen en la actualidad algunos países latinoamericanos.
Entre los indicadores que utiliza la OMS, la mayor disparidad entre los países desarrollados y en desarrollo es la relativa a las tasas de mortalidad materna. Así, mientras que las tasas de mortalidad de lactantes son en promedio 10 veces más altas en los países en desarrollo, para las mujeres de estos países el riesgo de morir durante el embarazo, el parto o el puerperio es de 20 a 100 veces mayor. Por su trascendencia social y familiar, la mortalidad materna es uno los indicadores más sensibles de la salud y la calidad de vida de las sociedades; refleja además, con certeza, los niveles de acceso y de calidad de la atención médica. Recordemos que una defunción materna es, en el mundo de hoy, tan anacrónica e ilógica como lo son las muertes por frío.
México Salud-2000 propone reducir a la mitad, para el final del siglo, la tasa de mortalidad materna existente en 1990, lo que significaría disminuirla a un tercio de la que tenía el país en 1980. El logro de indicadores de la mortalidad materna acordes con los de países industrializados depende no sólo del mejor y más oportuno tratamiento de las causas médicas directas y de la atención que se dé a las causas indirectas, como la desnutrición y la anemia, sino también de la modificación de prácticas médicas inadecuadas, como el excesivo número de nacimientos atendidos por operación cesárea.
El documento indica además que la tasa global de fecundidad disminuirá a medida que aumente tanto el número de usuarias activas de planificación familiar, como el nivel de escolaridad de la mujer.
Nunca estará de más insistir que en los distintos escenarios sobre el futuro del país, pocos factores influyen de manera tan decisiva en el mejoramiento de la calidad de vida como la disminución de las cifras de natalidad. El gran reto ahora es aumentar significativamente el porcentaje de usuarias activas en las áreas rurales.
Más de un tercio de los indicadores de México Salud-2000 están dedicados a la tarea de avanzar en el control de las enfermedades transmisibles. A las generaciones que nos precedieron parecería inadmisible aceptar que al inicio del siglo XXI los microbios seguirán siendo uno de los principales flagelos de la humanidad. Hoy, por ejemplo, la triada del sida, el paludismo y la tuberculosis es responsable de cerca de cinco millones de muertes anuales en el mundo. Sólo el paludismo, al que hace poco se daba por vencido, mata un ser humano cada 12 segundos. Y esto a cien años, exactos, de que la humanidad supo que el mosquito Anopheles es el agente transmisor de la infección.
En México, después de un serio repunte a mediados de la década pasada, el paludismo ha cedido. Para el año 2000 se esperan 10 veces menos casos de infección que en 1990. Pero ello no significará que la enfermedad esté controlada; cuando se les combate, los microorganismos del paludismo, el cólera o el dengue sólo quedan agazapados, en espera del primer descuido. Estas y otras infecciones emergentes se controlarían cada vez mejor si no se ceja en los esfuerzos por erradicar a los vectores, por sanear el agua y los alimentos, por ampliar el acceso a agua de calidad y cantidad suficientes, por supervisar con celo la esterilidad de la sangre.
Mientras tanto, la ciencia avanza y el asalto final a estos enemigos invisibles del hombre será dado con vacunas eficaces, con medicamentos efectivos y con insecticidas útiles, no dañinos para el medio ambiente.
El recrudecimiento de las infecciones ocurre justo cuando las enfermedades crónico-degenerativas, los accidentes y el cáncer son ya las causas más importantes de muerte en el país. Por ser este panorama cada vez más complejo, la atención a la salud necesita incrementar recursos, talentos, y también impulsar una política explícita de investigación en salud. El sistema de salud, a su vez, requiere reducir la segregación, las duplicaciones y las desigualdades en los recursos.
En resumen, México Salud-2000 presenta, sin triunfalismos, un testimonio de lo logrado hasta la fecha por el sector. Es también un serio compromiso que reconoce lo mucho que hay que apurar el paso para acceder a mejores niveles de salud. Las metas son ambiciosas, pero factibles.
De los tres escenarios diseñados por los expertos internacionales de la salud para el futuro próximo: el basal, el optimista y el pesimista, escojamos para nosotros el escenario optimista. Con México Salud-2000 sabemos a partir de hoy que el reto de ingresar al siglo XXI con un país más sano y más vigoroso está a nuestro alcance.