Iván Restrepo
Cambios climáticos
Cuando hace 15 años un grupo de científicos alertó sobre los problemas que tendría la humanidad por el cambio climático, no faltaron quienes los llamaran alarmistas. Decían los científicos que los gases provenientes de quemar carbón y petróleo y de utilizar otros gases en aerosoles y en sistemas de refrigeración, se estaban acumulando en las capas más altas de la atmósfera. Esta envoltura de gases produce un calentamiento conocido como efecto invernadero, el cual se manifiesta en dos formas: elevación de las temperaturas y alteraciones violentas del régimen de lluvias, inundaciones o sequías. Agregaron que de dos fenómenos de El Niño que se registraban por décadas desde tiempos inmemoriales, ascenderíamos a tres, tal y como ahora ocurre.
Para evitar lo peor, ha habido reuniones de alto nivel a las que asisten lo mismo funcionarios que especialistas. La más reciente tuvo lugar en junio pasado en Nueva York y en diciembre deberá celebrarse una más en Kyoto, de enorme importancia para sopesar logros y rezagos. Pero no hay necesidad de esperar el fin de año para saber que las metas fijadas en cumbres anteriores fueron sólo buenas intenciones. Por ejemplo, sostener las emisiones de gases nocivos en los niveles de 1990, ni Alemania ni Gran Bretaña, ni Estados Unidos ni Japón, la cumplieron. Y si los poderosos no observan lo pactado, menos los países pobres; China está embarcada en salir del atraso a grandes zancadas. El costo anual de estabilizar esas emisiones ascendía a 2 por ciento del producto interno bruto mundial, cifra muy menor si se le compara con el costo de las catástrofes que ocasiona el cambio climático.
Lo que ocurre demuestra cómo los intereses privados imponen su ley sobre los de la sociedad. Por ejemplo, al impedir que cesen los subsidios al carbón en los grandes países industrializados: 230 mil millones de dólares al año, lo que explica que no haya una vigorosa agenda para ir hacia la energía ``limpia''. Y en momentos en que hasta la poderosa British Petroleum se muestra convencida de que hay urgencia de recurrir a nuevas fuentes, como la solar, para prevenir males mayores.
Algunos de esos males ya están entre nosotros, militantes de la liga de los países pobres: el prestigiado instituto World Watch acaba de revelar en un estudio de su director, Lester Brown, que el Tercer Mundo enfrentará inestabilidad política ante una previsible era de escasez alimentaria, lo que hará subir el precio de los granos básicos. Ello se debe al deterioro de los ecosistemas terrestres claves para la producción de alimentos, al aumento de la población y a las variaciones climáticas. Como a los funcionarios a veces sólo les preocupa seriamente el tema ambiental cuando hay implicaciones políticas y económicas, Brown es claro al señalar que el malestar de la población por alimentos caros o por carecer de ellos en el campo y en las crecientes áreas marginales de las ciudades, puede causar inestabilidad afectando los ingresos de las corporaciones multinacionales, el desempeño del mercado de valores, los ingresos de los fondos de pensión y la estabilidad del sistema monetario internacional. En fin, lo más sagrado en esta era de la modernización y la globalización.
Nuestro país es puntual asistente a cuanta reunión ambiental se organiza en el mundo. Pero justo es señalar que los esfuerzos por cumplir con lo que en ellas se aprueba dista de ser realidad. En el caso del cambio climático, seguimos como si sus efectos perniciosos fueran cosa lejana, cuando los resentimos por doquier. En esa tónica, son pobres las acciones para elevar la eficiencia en el uso del agua, proteger la tierra cultivable y la biodiversidad; menos, para buscar las alternativas que impidan seguir derrochando energéticos que, como el petróleo, la leña y el carbón, no son renovables y contribuyen al cambio climático.