La Jornada viernes 29 de agosto de 1997

Julio Boltvinik
Des-privatización dolorosa

Cuando la privatización entró a la agenda política durante el gobierno de Miguel de la Madrid, lo que estaba en juego era la propiedad de empresas públicas industriales, mineras y turísticas. En los años de Salinas la privatización incluyó elementos de la infraestructura básica como carreteras y teléfonos. Con Zedillo ha incluido los ferrocarriles, los aeropuertos, los satélites. Esta evolución fue sorprendente puesto que en la ciencia económica dominante se daba por supuesto que la construcción y mantenimiento de la infraestructura básica era una función gubernamental. También han evolucionado los motivos para llevarla a cabo: lo que empezó como reacción pragmática a la crisis fiscal es ahora una cuestión de principios.

La semana pasada la Secretaría de Comunicaciones y Transportes anunció el término anticipado de la concesión de 23 autopistas concesionadas por la administración de Salinas. Un acto de desprivatización o nacionalización que debe haber sido muy doloroso para un gobierno comprometido ideológicamente con la privatización. Además el acto supuso reconocer abiertamente el tamaño de los errores cometidos, sobre lo cual ya se ha escrito bastante en la prensa de estos días. Para contribuir a enriquecer la discusión, quiero situarla en un marco más amplio.

Las privatizaciones pueden verse como una parte de la ideología que Peter Self ha bautizado como Gobierno por el Mercado. Según este autor, esta nueva ideología, que ha destronado a la previamente dominante, la del ``estado keynesiano de bienestar'', surge de la fusión entre la teoría neoclásica del mercado y la de la elección pública. Mientras la combinación keynesianismo-estado de bienestar subrayaba las limitaciones y fallas de la economía de mercado y los beneficios de la promoción estatal de la prosperidad económica y el bienestar social, la nueva ideología adopta el enfoque inverso y enfatiza los beneficios del mercado y las fallas de la política. La teoría de la elección pública, que aplica la teoría económica neoclásica al análisis de la política, desempeñó un rol importante en esta nueva síntesis, puesto que se propuso exponer los defectos intrínsecos, y supuestamente graves, del proceso político cuando se le compara con la elección en el mercado (Government by the Market? The Politics of Public Choice, Londres, 1993).

El primer objetivo de esta ideología del Gobierno por el Mercado es adelgazar al Estado y liberar las fuerzas del mercado. Su segundo objetivo es aplicar los conceptos e incentivos del mercado a las operaciones del gobierno mismo. La privatización es una de las formas básicas de adelgazar al Estado. La concesión de la prestación de servicios públicos a empresas privadas es una forma básica de incrementar la influencia de fuerzas de mercado en el gobierno mismo. La privatización de carreteras en México a través de inversiones privadas y concesiones temporales, es una forma intermedia entre la privatización y la concesión y contribuiría a los dos objetivos de la nueva ideología. Aunque la privatización se suele emprender por razones pragmáticas y tácticas, según Self la verdadera razón es sistemática: transformar el sistema, un cambio de régimen total hacia una economía de mercado.

Los fracasos de las carreteras privadas han puesto nuevamente en evidencia que el sector privado, en contra de la ideología dominante, suele ser ineficiente. Suscribo las críticas a la manera creciente y abierta mediante la cual la política económica asume como legítima la defensa de los intereses de los más ricos. (El ejemplo de la hora: resistir la baja del IVA, que significaría según los inflados cálculos de Hacienda 25 mil millones de baja en la recaudación, para poder financiar los 205 mil millones de valor presente neto que los rescates bancario y carretero suponen). Pero quiero ir más allá y poner en duda que se le pueda llamar economía de mercado a algunas de las formas productivas que están resultando de la privatización. Si las empresas tienen garantizada su sobrevivencia, vía rescate gubernamental, la inversión no es de riesgo sino ``de viuda''. Si las ventas y la ganancia están garantizadas porque los consumidores son cautivos y el gobierno autoriza los precios o tarifas, no se trata de empresarios sino de rentistas. La argumentación ideológica a favor de la privatización pone el acento en la supuesta mayor eficiencia de la provisión a través del mercado que por la vía pública. De acuerdo con la ideología del Gobierno por el Mercado, éste pone en evidencia la ineficiencia y distorsiones de la política. En cambio, los incentivos y la competencia del mercado apoyarían la eficiencia de las empresas y eliminarían a las que tienen un pobre desempeño, mientras que la burocracia pública nunca moriría. La eliminación de los ineficientes es condición necesaria para que la competencia conduzca a la eficiencia. En cambio, los banqueros y los empresarios carreteros ineficientes están siendo protegidos y subsidiados por el gobierno federal, convirtiéndolos en una especie de burocracia privada inmortal. Con ello el capitalismo pierde lo que el gran economista Schumpeter identificó como el rasgo determinante de su dinamismo: su destructividad creadora. El paternalismo con los ricos, o populismo de clase alta, no es un mal exclusivo de la privatización mexicana. Tal como lo señalan Jackson y Price, ``muchos estudios de los efectos de la privatización en los países en desarrollo sugieren que ésta no ha producido los aumentos en la eficiencia esperados''. Al buscar las razones de ello, apuntan que los nuevos dueños buscan subsidios, protección legal y licencias que les dan poderes monopólicos. ``Este comportamiento rentístico con frecuencia genera rendimientos mayores que dedicar la energía a mejorar la eficiencia y la productividad de la empresa'' (Privatisation and regulation. A Review of the Issues, Londres, 1994).