¿Quién gobierna en Chiapas? La pregunta no parece tener una respuesta clara.
1. La retórica oficial sobre ``la normalidad democrática'' no logra encubrir la crisis institucional que vive el país y los esfuerzos de Ernesto Zedillo y de sus amigos por prevalecer en el grupo salinista, como lo evidencian los bandazos que da el gobierno todos los días.
2. El destino de México está en manos de un grupo que no parece tener más preocupación que la de cuidar sus intereses privados y los de las grandes empresas multinacionales, y que no ha entendido que su peculiar estilo de gobernar está ahondando la crisis nacional. Las querellas internas del salinismo y las consiguientes dudas y zozobras de Ernesto Zedillo en el ejercicio del poder están teniendo un saldo deplorable para muchos sectores, pero en particular para los campesinos indígenas de Chiapas, como lo muestran los últimos acontecimientos.
3. La decisión de Los Pinos de incrementar a lo largo de 1997 su presencia militar en Chiapas y de anteponer de hecho la vía militar a cualquier posible solución política, no puede explicarse solamente por la obcecación de Ernesto Zedillo de imponerle a las comunidades indígenas los proyectos del Banco Mundial y del FMI, de entregar los recursos naturales del estado a las multinacionales y de transformar el Norte y los Altos en vastos sembradíos de eucaliptos, o de llenar las costas de casinos, campos de golf y maquiladoras, sino por algo mucho más grave. La alternativa militar en Chiapas es para el grupo salinista la expresión de su propia crisis interna pero también la forma de darle salida a ésta.
4. La retirada y ulterior regreso de destacamentos militares en diversas comunidades del Norte y de la zona del conflicto en este verano del 97, que ha estado a punto de producir violentos enfrentamientos entre los campesinos indígenas y las fuerzas armadas, no puede explicarse sino por ese desastre institucional y por la ausencia de un Congreso que obligue al Ejecutivo a rendirle cuentas.
5. Los problemas del país se han agravado por el peculiar estilo personal de gobernar que muestra Ernesto Zedillo en las decisiones que en el marco actual de ejercicio del poder puede realmente tomar. Zedillo, como se sabe, se halla muy acotado ya que aspectos centrales de la política monetaria y financiera se determinan en Washington, y el gabinete, que es del todo salinista, sigue decidiendo bajo la tutela de Luis Téllez (y de Joseph-Marie Cordoba), buena parte de las políticas actuales, sin que él tenga mucho margen de maniobra, pero en los limitados cotos de poder que ha asumido, Zedillo parece tener una sola obsesión: la de mostrar que es realmente él quien gobierna, y no su predecesor a través del gabinete. De ahí que a) se eche atrás tantas veces en medidas adoptadas y publicitadas y que b) como todos los gobernantes débiles, esté obsesionado por el uso de la fuerza militar.
6. La política oficial en Chiapas constituye un resumen de todas las ineptitudes del gobierno actual, que no parece tener más propuesta que la de amenazar a los campesinos con el ejército, practicar a las mujeres adolescentes la esterilización forzada y repartir a los dirigentes sociales el dinero del Progresa a manos llenas.
7. La violencia que el gobierno ha exacerbado en Chiapas (y en el país) ha obedecido antes que a otro factor al peculiar estilo de Ernesto Zedillo de ejercer su cuota de poder. Al recurrir a la violencia, Zedillo ha buscado crear las condiciones para poder imponer los programas neoliberales, opuestos a la tradicional relación de los pueblos indígenas con la naturaleza así como a toda forma de autonomía de las comunidades, pero a pesar suyo ha logrado expresar antes que nada, sus dudas y temores, lo mismo que sus conflictos con el salinismo y con las fuerzas armadas, sin que parezca importarle que sean los pueblos indígenas los que paguen el costo de las pugnas internas del grupo gobernante o de su incapacidad para definir políticas claras y congruentes. Quienes gobiernan a México, no parecen entender que resulta criminal que los campesinos indígenas sean las víctimas de una violencia ciega y absurda que no tiene más sentido que el demostrar que es Ernesto Zedillo quien manda en el estado.
8. La extraordinaria fotografía de José Angel Rodríguez, publicada en la primera plana de La Jornada el 26 de agosto, que muestra a algunos de los miles de campesinos zapatistas de San Cayetano, en los Altos de Chiapas, que con el rostro cubierto con paliacates y pasamontañas se enfrentaron desarmados en un cinturón de rechazo a los militares que pretendían reinstalar en una colina aledaña el campamento militar, constituye un testimonio excepcional de lo que ha sido la historia de Chiapas en los últimos años: la confrontación de un pueblo que defiende sus derechos constitucionales a la tierra, a la libertad y a la felicidad con un ejército que ha extraviado el sentido de su misión y se ha convertido en el instrumento ciego de un narcosistema de poder, que antepone los intereses de las multinacionales a los derechos del pueblo mexicano y sigue enajenando la soberanía nacional.
9. La grave situación de Chiapas no parece tener una solución a la vista porque el gobierno de Ernesto Zedillo, con sus órdenes y contraórdenes, ha dado muestras de que no tiene una conducción política ni una claridad de la magnitud de los problemas y, lo que es más grave, de que carece del patriotismo necesario para anteponer los derechos de las comunidades a los intereses del grupo de Carlos Salinas, de algunos oficiales del ejército o de las compañías trasnacionales.
10. La lógica militar tiene su propia dinámica de guerra y de represión contra el pueblo, y es por eso necesario ponerle un alto desde la sociedad ya que el actual gobierno no quiere ni puede hacerlo. Resulta inadmisible que los oficiales de las fuerzas armadas de México, para ocultar el hecho de que la corrupción del narcotráfico ha penetrado en sus filas a todos los niveles, pretendan salir de su conflicto interno pasando sobre la Constitución General de la República y a costa de los pueblos indígenas.